¿Cuál es la función del
inconsciente del analista en el encuentro clínico con un niño? ¿Cómo situarse en armonía con esa comunicación entre
inconscientes que proponía Freud, o cómo valerse del inconsciente para producir
una interpretación, según sugería Lacan? Función de la palabra, campo del
lenguaje, lalengua... ¿cómo favorecerlos en el encuentro clínico con un
niño? Y puesto que al igual que el adulto el niño también está sujeto a la ausencia de
proporción sexual, es él mismo con frecuencia quien encarna el resto de ese
cálculo de proporción imposible. Pero entonces, ¿cuál es la mejor posición para
un analista que debe acompañar un recorrido bajo el signo de algo tan real? Y
si la transmisión familiar por vías no biológicas es irreductible, ¿cómo
interrogar el punto de constitución del sujeto para leer la condición del deseo
que lo habilita (anónimo o no)? ¿Cómo ubicarse como analista ante los diversos
modos de presentación clínica de los niños sujetos a la holofrase? ¿Es posible construir
una lógica para intervenir ante las manifestaciones del sujeto monolítico
encarnado por un niño y los complejísimos efectos que este produce a nivel del
lazo social (especialmente en la institución escolar)?
Frente a tales preguntas, Pablo Peusner nos invita a huir para adelante, apostando al deseo
del analista que no retrocede ante los niños.