miércoles, 31 de mayo de 2017

NOVEDADES DE LA EDITORIAL LETRA VIVA, relativas a la clínica psicoanalítica con bebés, niños y adolescentes


Silvia Comastri produce un recorrido exacto y un trabajo preciso sobre los autismos… uno por uno. Como lo enuncia desde el inicio: “Los esfuerzos del psicoanálisis radican en sostener a los sujetos autistas en la posición de alguien a quien hay que escuchar, partiendo de que no hay etiquetas posibles. El psicoanálisis se redescubre con cada paciente, instándonos a recorrer un camino en el cual nuestra práctica se amarra en los intentos de una vía de trabajo de conquista y de invención. La referencia en este libro a los autismos en plural es un claro indicio en este sentido en tanto se trata de un abordaje de cada sujeto uno por uno”.

Uno por uno, para eso hace falta una analista, que además dé cuenta de su práctica. Una práctica viva, como la autora misma destaca, sostenida a lo largo de veinte años (en una institución que recibe a niños autistas y a sus familias). Desde esta nos acerca los relatos de la clínica, y en especial, los de una familia con tres niños autistas. Tras la posibilidad de una presencia discreta este libro va complejizándose a la vez que facilitando una enunciación sobre los autismos. Porque la riqueza de este libro está en dejarse enseñar, en estar atentos a las narrativas, los discursos, que desbordan los criterios de normalización (algo siempre forzado, siempre infructuoso).

Para concluir Silvia nos invita además a que nos encontremos con este escrito, hecho “… para aquellos estudiosos de la condición humana, profesionales y no profesionales, sujetos decididos que participan de las instituciones que pueden enfrentar los tristes y dolorosos hechos de la condición humana sin retroceder (…) orientados en los principios éticos del psicoanálisis –ese arte–…”.

Este libro posee el arte del bien decir… sólo queda estar a la altura de sus propuesta. 

El psicoanálisis precisa que en su recorrido algo de la escritura acontezca. La del paciente, con sus traumas, sus síntomas, sus pesares, y la del analista, con sus intervenciones, sus interpretaciones, y esa manera tan suya del acierto: sus fracasos. Presenciamos los análisis de niños y adolescentes en las páginas de este libro lúdico y vital, porque María Marta Rodríguez nos propone el juego doble de la ficción y la clínica. Lejos de la nostalgia de un saber perdido, y cerca de uno que se articula caso por caso, la clínica de Bitácora de una práctica psicoanalítica, nos devuelve al terreno fértil donde el enigma y el juego se conjugan. Como anuncia desde el prólogo Silvina Gamsie: “En el plano clínico, nuestra apuesta consistirá en el intento de volver a enigmatizar la relación de los pequeños con un exceso de saber que, en verdad, no devela nada, para que algo de ese exceso que escapa a las fronteras del juego readquiera un estatuto de ficción”.

Con un amplio recorrido como practicante y supervisora en instituciones hospitalarias, la cercanía de su experiencia nos aproxima al suelo más vivo de una entrega necesaria. “Se trata más bien de la transmisión de una práctica que, sin dejar de traslucir las marcas, las referencias y los referentes, transmite la frescura y la originalidad que hace de cada caso un caso único, echando por tierra en la tierra de los niños el prejuicio de la supuesta marca oprobiosa que dejaría un análisis en la infancia”, afirma S. Gamsie.

Un psicoanálisis con niños y adolescentes que, en definitiva, es una continua invención de las herramientas precisas para la clínica de hoy. Una apuesta renovada por la subjetividad de una época que no deja de confrontarnos, para saber si estamos a su altura. Un intento logrado a la hora de compartir esta aventura de un analista, esta bitácora, este cuaderno de un viaje que resulta mucho más valioso por su recorrido que por su conclusión. Necesario cada vez que queramos “embarcarnos” en esta praxis llamada psicoanálisis. 




La clínica con adolescentes y niños tiene sus bases en la interrogación lacaniana de los historiales de Freud; pero además en sus diversas lecturas sobre Melanie Klein, los Lefort, etc. Principalmente estos interrogantes se desarrollan como una subversión ética, porque toca al quehacer del analista inserto en su contemporaneidad, o, como afirma el autor, en una cotidianidad en crisis.

Es así como Diego Moreira nos introduce en este nuevo libro, Ética y quehacer del analista con niños y adolescentes, proponiendo un desarrollo y una puntuación exhaustiva de los textos y de los conceptos psicoanalíticos, tanto como de sus aspectos clínicos. Así podremos mejorar nuestra comprensión sobre la posición del niño como síntoma, o como objeto; sobre el caso del Hombre de los lobos; la aplicación del esquema óptico para la elaboración del caso Dick; o los derroteros del goce en la niñez y la adolescencia, entre muchos otros temas.

El texto de Diego Moreira, como se va apreciando, es uno de los más completos a la hora de proponerse no sólo incursionar en la clínica con niños y adolescentes, sino en la elaboración de los conceptos fundamentales del psicoanálisis. Con el agregado eficiente de una escritura por lo demás amena, que, como sitúa el autor en la introducción, es fruto de corregir “valoraciones y promesas, y, de manera incipiente, mitigar excesos académicos y literarios, sin diluir las tesis y conceptos que reclaman duración”.


Este libro es una pequeña síntesis del trabajo que venimos realizando hace más de 10 años en el curso anual que se dicta en ALEF de especialización en “Atención y estimulación de la primera infancia”.

¿Qué nos proponemos? Construir un saber hacer en la atención temprana con bebés y niños pequeños. Enhebrar con la fina aguja conceptual del psicoanálisis diversas prácticas, conocimiento, enfoques y relatos de experiencias para dar forma a esta especialización que genera transmisión de saber.

¿Cómo repensar esto que llamamos “Atención temprana” de la primera infancia?

Enigma y desafío, pero ¿no fue acaso esa la escarpada senda que transitaron los pioneros del psicoanálisis con niños?: Melanie Klein, Ana Freud, Winnicott, Spitz, o, más cercanos, Mannoni, F. Dolto y, en nuestras tierras, Arminda Aberastury, precursores que antevieron que las técnicas, por muy precisas y científicas que se nombren, desarticuladas de los vínculos pueden llevar al hospitalismo.

¿No podríamos entonces, con esta lógica princeps, pensar que la estimulación no es sólo un ramillete de técnicas sino que es, ante todo, una “estimulación subjetiva” en el trabajo con niños, una “estimulación vincular”?

Escribir estas prácticas, darles estatuto lógico a esos recursos en torno a la atención temprana de bebés y niños pequeños para poder transmitirlos, acompañar a quienes trabajan en esta primera infancia a observar, a escuchar, a leer y también a intervenir, es el objetivo de este libro.