En 1912 -cuando la tensión entre Freud y Jung era notable- Jung cometió un lapsus de escritura en una carta a Freud fechada el 14 de diciembre. Freud le señala el error a vuelta de correo, y le pregunta:
"¿Será usted lo suficientemente objetivo como para tomar en consideración, sin enfadarse, el lapsus al escribir?"
La respuesta de Jung, no se hizo esperar:
"¿Me permite decirle unas palabras en serio? Reconozco mi inseguridad frente a usted, pero tengo la tendencia de considerar la situación de un modo honrado y absolutamente decente. Si usted duda de ello, es culpa suya.
Pero querría llamarle la atención a usted acerca de que su técnica de tratar a sus alumnos como a sus pacientes constituye una equivocación. Con ello crea usted hijos esclavizados o descarados granujas (Adler - Stekel y toda la desvergonzada banda que se extiende por Viena) Soy lo suficientemente objetivo como para advertir su truco. Hace usted constar en torno suyo todos los actos sintomáticos y así rebaja usted a cuantos lo rodean al nivel del hijo y de la hija, que admiten ruborizados la existencia de tendencias erróneas. Mientras tanto permanece usted siempre allí, en lo alto, como padre. Debido a pura subordinación nadie alcanza a tirar al profeta de las barbas en informarse acerca de qué es lo que le dice usted a un paciente que tiene la tendencia a analizar al analista en lugar de a sí mismo (...)
Mire usted, mi querido profesor, mientras actúe usted de este modo me importan un carajo mis actos sintomáticos, pues no suponen nada junto a la considerable viga que tiene mi hermano Freud en el ojo. No soy en absoluto neurótico, gracias a Dios. Me he hecho analizar precisamente lege artis y tout humblement, lo cual me ha sentado muy bien.
Ya sabe usted hasta qué punto puede llegar un paciente con autoanálisis, es decir: no sale de su neurosis, como usted. Cuando usted mismo se haya liberado completamente de complejos y no juegue ya a hacer de padre con sus hijos, a cuyos puntos flacos apunta usted constantemente, y se preste usted alguna vez atención a sí mismo, entonces aceptaré extirpar mi pecaminosa falta de unidad conmigo mismo frente a usted de una vez para siempre. ¿Es que ama usted tanto a los neuróticos como para ser siempre uno consigo mismo? Quizá odia usted a los neuróticos (...). Adler y Stekel se han dado cuenta de su truco y se han tornado infantilmente desvergonzados. Yo me mantendré públicamente con usted, mas conservando mis opiniones, y comenzaré, privadamente, a decirle en mis cartas lo que realmente pienso de usted. Considero este camino como el más honrado.
Usted maldecirá de este extraño servicio que le presta un amigo, pero quizás le haga a usted bien.
Con mis mejores saludos, suyo
Jung".
La respuesta de Freud, llegó el 3 de enero de 1913, en los siguientes términos:
"De su carta anterior tan sólo puedo contestar detenidamente a un punto.
Su opinión de que trato a mis discípulos como si fuesen pacientes es comprobadamente inexacta. En Viena me hacen el reproche contrario. Yo sería responsable de las fechorías de Stekel y Adler; mas en realidad, Stekel, que fue dado de alta del tratamiento hace unos diez años, no ha oído ni una palabra más de mí con respecto a su análisis y tampoco he empleado el análisis con Adler, que jamás fue paciente mío, Lo que yo haya podido manifestar desde el punto de vista analítico acerca de ambos, aconteció por otra parte y en su mayoría en una época en la cual no tenía ya trato con ellos. Aquí ha establecido usted con tanta ligereza la base de su construcción con el famoso «gesto de Kreuzlingen».
Por lo demás, su carta no es para contestada. Crea una situación que depararía ya dificultades en la comunicación verbal y que por vía epistolar es completamente insoluble. Nosotros, los psicoanalistas, estamos de acuerdo en que nadie debe avergonzarse de su porción de neurosis. Mas aquél que grita incesantemente que es normal, mientras muestra un comportamiento anómalo, despierta la sospecha de que carece de conciencia de enfermedad. Le propongo, por tanto, cesar por completo nuestras relaciones privadas. Yo no pierdo nada con ello, puesto que desde el punto de vista afectivo hace tiempo que tan sólo estoy vinculado a usted por el fino hilo del continuado efecto de frustraciones anteriormente experimentadas, y usted tan sólo puede salir ganando, ya que en último término ha reconocido en Munich que una relación más íntima con un hombre actúa inhibitoriamente sobre su libertad científica. Quede usted por tanto en completa libertad y ahórreme los supuestos «servicios amistosos». Estamos de acuerdo en que el hombre ha de subordinar sus sentimientos personales a los intereses generales, dentro de su ámbito.
Así, pues, usted no encontrará jamás motivo para quejarse a mi respecto de falta de corrección, cuando se trate de comunidad de trabajo y de la prosecución de metas científicas; puedo afirmar que tan poco motivo tendrá de ahora en adelante, como hasta ahora. Creo poder esperar, por otra parte, lo mismo de usted.
Le saluda, suyo afmo.,
Freud"
Su opinión de que trato a mis discípulos como si fuesen pacientes es comprobadamente inexacta. En Viena me hacen el reproche contrario. Yo sería responsable de las fechorías de Stekel y Adler; mas en realidad, Stekel, que fue dado de alta del tratamiento hace unos diez años, no ha oído ni una palabra más de mí con respecto a su análisis y tampoco he empleado el análisis con Adler, que jamás fue paciente mío, Lo que yo haya podido manifestar desde el punto de vista analítico acerca de ambos, aconteció por otra parte y en su mayoría en una época en la cual no tenía ya trato con ellos. Aquí ha establecido usted con tanta ligereza la base de su construcción con el famoso «gesto de Kreuzlingen».
Por lo demás, su carta no es para contestada. Crea una situación que depararía ya dificultades en la comunicación verbal y que por vía epistolar es completamente insoluble. Nosotros, los psicoanalistas, estamos de acuerdo en que nadie debe avergonzarse de su porción de neurosis. Mas aquél que grita incesantemente que es normal, mientras muestra un comportamiento anómalo, despierta la sospecha de que carece de conciencia de enfermedad. Le propongo, por tanto, cesar por completo nuestras relaciones privadas. Yo no pierdo nada con ello, puesto que desde el punto de vista afectivo hace tiempo que tan sólo estoy vinculado a usted por el fino hilo del continuado efecto de frustraciones anteriormente experimentadas, y usted tan sólo puede salir ganando, ya que en último término ha reconocido en Munich que una relación más íntima con un hombre actúa inhibitoriamente sobre su libertad científica. Quede usted por tanto en completa libertad y ahórreme los supuestos «servicios amistosos». Estamos de acuerdo en que el hombre ha de subordinar sus sentimientos personales a los intereses generales, dentro de su ámbito.
Así, pues, usted no encontrará jamás motivo para quejarse a mi respecto de falta de corrección, cuando se trate de comunidad de trabajo y de la prosecución de metas científicas; puedo afirmar que tan poco motivo tendrá de ahora en adelante, como hasta ahora. Creo poder esperar, por otra parte, lo mismo de usted.
Le saluda, suyo afmo.,
Freud"