¿Qué es y qué objetivos persigue el programa Buenos Padres en Internet?
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Buenos Padres en Internet tiene por objetivo concientizar a padres y docentes sobre los riesgos que apareja para niños y jóvenes el uso irrestricto de internet, esto quiere decir: los peligros que podrían derivar de una utilización sin la guía y el debido acompañamiento de un adulto alerta y responsable.
Desde el comienzo, el Programa BPEI intenta abrir un debate acerca del lugar que ocupa Internet en el entramado social de la actualidad. Indudablemente, es el medio de comunicación con mayor impacto y crecimiento de los últimos años, ya no podríamos decir que se trata de un medio de interacción orientado a cierto grupo etario, ni siquiera de una herramienta tecnológica para especialistas. Internet es global y masiva -no decimos nada novedoso-, una red de intercambios culturales sin precedentes y en irreversible crecimiento. A su vez, el fenómeno de las redes sociales ha terminado de instalarla, de incluirla en nuestra cotidianeidad en un sentido fuerte, como lo fue en su momento la radio, la televisión o el teléfono.
Lo cierto es que las relaciones humanas se han transformado radicalmente desde que existe Internet, una parte de ellas hoy son mediatizadas por las nuevas tecnologías, parece evidente que éstas últimas cumplen un papel de tamiz a partir del cual procesamos diferentes aspectos de nuestra realidad cotidiana.
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Entonces: ¿podríamos decir que ya somos una sociedad hiperconectada?
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No sé si a tal extremo, aunque analizando los índices oficiales de acceso web no podemos menos que anticiparlo. En Argentina, por ejemplo, 19 millones de personas se conectan a Internet –casi un 50% de la población total-, de ese porcentaje, más de 14 millones ya posee cuentas activas en Facebook. El promedio de navegación es de 4 horas diarias, de las cuales 3 son absorbidas por la dinámica de las Redes Sociales, si incluimos además el uso menos específico de teléfonos inteligentes, entonces el número de internautas y de horas de conexión se engrosa significativamente.
Con este detalle, deberíamos desactivar rápidamente la idea un poco anticuada de que Internet es sólo para niños o adolescentes. Las estadísticas que arroja Facebook son precisas, con un 44% de usuarios que van de los 25 a los 65 años o más.
Como verás, Internet es una red inconmensurable de intercambios, que crece, evoluciona y se adapta inteligentemente a los usos de todas las edades y estratos socioculturales.
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Pero cuando se trata de nuestros hijos en Internet ¿qué tipo de cosas deberíamos tener en cuenta?
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Lo central radica en asumir que dedicamos gran parte de nuestro tiempo a estar en Internet, que a través de ella resolvemos infinidad de tareas y recreamos un sinnúmero de vínculos y relaciones sociales. Para ser claro: hoy Internet es mucho más que una simple recreación de la realidad, mucho más que un pequeño compartimento de tiempo libre. En tal sentido, lo mismo que encontramos en la vida que llamamos “real” podemos encontrarlo en “Internet”, las mismas vivencias maravillosas y los mismos horrores; personas con buenas intenciones, personas perniciosas, personas que desean ayudarnos y personas que pueden dañarnos, en definitiva, en Internet vemos desplegarse pasiones, incertidumbres y contradicciones inherentes a la vida humana. Muchas veces los padres se preocupan por saber dónde están sus hijos, con quiénes andan, dónde irán, quién los traerá a casa al terminar la noche, con la misma preocupación deberían monitorear qué hacen en Internet. No por estar encerrados en sus habitaciones con la computadora están más seguros, en el marco de lo que venimos diciendo, Internet se parece bastante a una calle oscura y solitaria de la ciudad.
En Internet nuestros hijos pueden acceder a información inconveniente con sólo un click, conectarse con personas desconocidas y entablar con ellas relaciones con final abierto. Es fundamental no subestimar esta situación: en un mundo digitalizado, capturado por la imagen, ver no es una actividad inocua, ver es una experiencia formativa, ver también es vivir.
Aclaro esto porque se habla bastante sobre el uso excesivo y hasta adictivo de las computadoras, de la pérdida progresiva de los vínculos que llamamos “reales” y la puesta en juego del cuerpo en lo social, asuntos que seguramente merecen una reflexión sobre el impacto que esto pudiera ocasionar sobre la subjetividad. No obstante, y aquí el debate que quiero proponerte, ningún escenario vivido en la computadora es absolutamente “virtual”, no se encierra en sí mismo; delante y detrás de los monitores habitan personas “reales”, con propósitos y sufrimientos “reales”. La pantalla no es inofensiva, la imagen no es inofensiva, lo “virtual” no es inofensivo en cuanto a su incidencia sobre el cuerpo, habrá impactos para él en lo “real”, aunque esté encerrado, contenido o aislado en una habitación.
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¿Y a qué tipo de riesgos estaríamos expuestos?
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Los especialistas definen cada día una nueva modalidad de daño. Llaman Cyberbullying al acoso y la difamación a través de medios electrónicos; Grooming a las acciones deliberadas por parte de un adulto de cara a establecer lazos de amistad con un niño, a partir de lo cual obtener una satisfacción sexual mediante imágenes eróticas o pornográficas del menor, o incluso como preparación para un encuentro sexual; Sexting al envío de contenidos pornográficos a través de teléfonos móviles; Ciberdelitos a todo tipo de estafas efectuadas por la red, desde el robo de contraseñas y números de tarjetas de crédito, hasta la apropiación de identidades digitales para distintos fines, entre otros de índole similar.
Obviamente, en la relación que los niños y jóvenes entablan con Internet, además de los riesgos y daños potenciales asociados a los Ciberdelitos, no podemos descuidar otras problemáticas igual de significativas: los niveles de dependencia a la tecnología, las inhibiciones producidas por la virtualización de los contactos sociales, el aislamiento, la falta de motivación o interés por actividades que no tengan que ver con la red, etc.
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Escucho esto y en lo primero que pienso es en controlarlos, en prohibirles el uso de Internet cuando no estamos con ellos.
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Para algunos puede ser la manera, es respetable, sobre todo porque no existe un manual que nos enseñe cómo ser “Buenos Padres”, aunque el miedo y la paranoia no aportan nada al tratamiento del problema, por el contrario, nos paraliza y nos llena de prejuicios. No todo lo que hay en Internet es malo, peligroso o nocivo, de hecho, mucho de lo que podemos encontrar en la red es tremendamente enriquecedor para la vida social y el desarrollo personal. Facilita aspectos de comunicación, acerca personas y afectos en el tiempo y la distancia, promueve reencuentros y obviamente, abre un mundo inabarcable de conocimientos, herramientas y espacios de esparcimiento.
Nosotros, desde el programa y de un modo alternativo, elegimos “guiar” antes que “prohibir”, “acompañar y compartir”, antes que “controlar”. Es necesario agregar aquí que la denominación “Buenos Padres…” no remite a ninguna definición sobre lo que sería o debería ser un “buen” o un “mal” padre, juicio que por otra parte nos conduciría a una culpabilización inadecuada, no es la idea. Con “Buenos Padres en Internet” sólo pretendemos compartir preocupaciones que nos identifican, las de cualquier padre interesado en asegurar el bienestar de sus hijos.
Con BPEI queremos mostrar hasta qué punto una aproximación interesada a la tecnología puede favorecer un acercamiento directo a nuestros hijos, no es la única forma, pero sí una muy importante. Prohibir el uso de Internet no debería ser la solución, sobre todo si esperamos que nuestros hijos se desarrollen en este mundo tal cual se les presenta. Por otra parte, el control excesivo, ocasionalmente, produce inhibiciones y conflictos de autonomía en los niños y actitudes de hostilidad frente a las normas en los adolescentes; es cierto que estas son manifestaciones típicas y hasta esperables en los niños y en los adolescentes, pero generalmente se agravan cuando se ejerce sobre ellos un desmedido control, o se les prohíbe, sin acuerdo ni explicación, todo aquello que consideramos inconveniente. Igualmente, los adolescentes siempre hallan la manera de seguir haciéndolo, sólo que esta vez no nos enteramos. No hay que olvidar que los abusadores acostumbran acosar a los niños culpabilizándolos por aquello mismo a lo que son obligados, amenazándolos con contar todo a sus padres si no hacen lo que se les pide (desnudarse frente a la webcam, enviar fotos íntimas, revelar datos, etc.). Muchos niños prefieren someterse a las exigencias del abusador porque temen que sus padres los castiguen o les prohíban Internet. En consecuencia, como se dice tan a menudo: “no se trata de ser amigo de nuestros hijos, pero sí, y eso ayuda, un poco más confidentes”.
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Algunos adultos suelen mostrarse reticentes al uso de las nuevas tecnologías, en particular cuando son parte de las generaciones que no nacieron con internet, que se vincularon con el mundo de otra manera.
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Es cierto y lícito. Ahora, pregunto: ¿cuántas cosas tuvimos que aprender, resignar, aceptar o cambiar en la tarea diaria de ser padres y educar a nuestros hijos? Dedicar tiempo a entender cómo funciona la tecnología y cuáles son los riesgos inmanentes al uso Internet es parte de nuestra labor como padres y como educadores. Resistirnos al fenómeno atrapados en el prejuicio: “esto no es para mí”, “no puedo”, “no tengo tiempo para estas cosas”… no contribuye a enfrentar inteligentemente el problema.
En nuestros asesoramientos insistimos en dimensionar la relevancia y presencia de la tecnología en la vida de nuestros hijos, y desde ese lugar, mostramos hasta qué punto resulta necesario involucrarse. Sólo conociendo y haciendo uso de la tecnología podremos deducir las ventajas, los peligros y los requerimientos de guía y acompañamiento. En esto la escuela y los docentes cumplen un papel clave, pues son socios privilegiados en la formación intelectual y emocional de los más chicos.
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Según la experiencia obtenida con las presentaciones del programa, ¿cuáles son las mayores preocupaciones que los padres y docentes plantean?
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Algunos están más informados que otros. Su mayor preocupación suele ser la de saber cómo monitorear la navegación, cómo administrar los tiempos de uso.
En el caso de los más chicos, conviene instalar la computadora en lugares de tránsito familiar, donde podamos verlos. Es aconsejable preguntarles cada tanto qué hacen y qué entienden de eso que hacen, acompañándolos en el filtrado y la simbolización de los datos que consumen. También es buena idea acercarnos con la excusa de que nos enseñen, compartir con ellos la navegación y aportarles criterios de discernimiento entre “la recreación virtual” y lo que consideramos “la realidad”.
Asimismo, no deberíamos utilizar la computadora ni la televisión para entretenerlos. Encontrar fines educativos y de esparcimiento, regulados por tiempos precisos y acordados, puede ser una excelente medida.
Cuando hablamos de adolescentes el foco de atención cambia. Sabemos que necesitan disfrutar de espacios de mayor intimidad, los que podremos concederles no sin ciertas pautas, que cada padre tendrá que establecer, no hay una regla, pero si lo que cada familia considera “bueno” o “malo” desde sus propios valores. Lo esencial en esto es ocuparse y comprometerse con el propio estilo, entendiendo que los límites no son contraproducentes, por el contrario, los límites contienen y contribuyen a la configuración de un espacio simbólico entre “lo permitido” y “lo no permitido”, favoreciendo un mejor desenvolvimiento. Ayudarlos a encontrar una autoregulación, a disfrutar de una libertad responsable, es la más viable y sustentable de todas las soluciones.
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Con esta realidad: ¿cómo no caer en una posición negativamente conservadora o represiva?
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El horizonte es encontrar una justa medida, y como todo horizonte al que aspiramos, la tarea es caminar. Siendo este mi parecer, sólo puedo decirte que lo “bueno” y lo “malo” como valores en sí mismos es un desvelo que debe quedar para la filosofía. Cuando se trata de una familia y de riesgos palpables, según creo, siempre debe haber lo bueno y lo malo, lo permitido y lo prohibido. Pero ese criterio es singular y específico en cada familia, aunque compartir las vivencias con otros padres puede ayudar, sin dudas.
Quizás, el secreto esté en acercarnos a nuestros hijos y participar con ellos de sus búsquedas; pero no de un modo invasivo, es mejor aplicar esa especie de “indiferencia deseante” que nos mantiene atentos, pero no controladores.
Sus estados de ánimo suelen funcionar como brújulas para saber qué les está ocurriendo en cada etapa, pero debemos hacer el esfuerzo por conocerlos, mostrando ante ellos una actitud sincera.
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Uno de los principales motivos por los que los niños y adolescentes son presa de estafas y abusos en Internet es la suplantación de identidad, algo extremadamente simple para cualquier usuario de la red. ¿Es posible alguna regulación en este sentido?
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Hay empresas y entidades que están avanzando mucho en aspectos de identidad digital, esto sucede porque Internet reemplaza cada vez más los métodos tradicionales en distintos campos (bancos, compras, documentaciones). Pero aún no hay manera de saber si las personas que contactamos en Internet son lo que dicen ser. Las personas que se dedican a este tipo de daños son muy diestras y conocen perfectamente el perfil de sus víctimas. Debemos estar atentos, aunque nada garantiza una solución total del tema. Nada.
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¿Aconsejan el uso de algunas herramientas técnicas?
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Existen filtros que pueden instalarse en la computadora y que facilitan una auditoría interesante de todo lo realizado en la red, elegir la información deseada y bloquear las páginas que consideramos inconvenientes.
En el caso de redes sociales como Facebook, es recomendable que los adultos manejen sus propias cuentas, por un lado para determinar de qué modo la gente se relaciona allí, por otro porque Facebook es bastante transparente y nos permite ver algo de lo que nuestros hijos hacen en ella. Eso sí, siempre y cuando nos acepten como amigos. (risas).
Pero más allá de los consejos técnicos, lo sustancial, finalmente, es lograr una buena comunicación padres-hijos a través del uso las nuevas tecnologías, es el camino más seguro, y el más divertido también.
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Buenos Padres en Internet cuenta con el auspicio de importantes marcas de tecnología, de las cuales HP es una de las principales. ¿Cuál es la motivación que encuentran para tomar parte de este tipo de acciones?
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Todas las empresas que acompañan el programa manifiestan una sensibilidad especial por estas problemáticas. En primer lugar, las que se dedican a la tecnología, quizás por ser quienes con sus innovaciones favorecen el desarrollo de los nuevos medios, sintiendo una mayor implicación con el fenómeno. Luego la reciente incorporación de empresas como Grupo Betania en Córdoba, Argentina, una empresa que dedicada al rubro inmobiliario nos mostró una profunda preocupación y un recto interés por participar de esta iniciativa. Lo valoramos realmente, esperando que como ellos muchos otros se sumen a la causa.
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¿Una última reflexión?
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Si, una muy simple que resume todo lo conversado: si cuidamos a nuestros hijos cuando salen a la calle, cuidémoslos también cuando navegan en Internet.