En toda época ha habido, por un lado, rebeldes, individuos que trataron de reformar la religión o más aún deshacerse de ella, y por el otro, conciliadores o unificadores que buscaron reconciliar fe y práctica a través de métodos menos radicales. Es a la primera categoría, la revolucionaria, a la que Frazer creyó pertenecer. Todas las religiones producen religiones opuestas; las religiones del Libro producen libros opuestos. [...] La religión del Libro de la propia época de Frazer, el cristianismo victoriano en sus distintas variantes, también requería un libro que se le opusiera. Hay razones suficientes para afirmar que ese libro, consciente o inconscientemente, era La rama dorada.