El personaje de El grito, de Munch, está aterrado por una
erupción volcánica, que deja su huella en el terrible cielo a su espalda. La
noche estrellada, de Van Gogh, es un ejemplo de la física del caos. Los
cubistas nos proponen un universo en múltiples dimensiones. La sinestesia
(donde se desdibujan los límites entre los sentidos y pueden oírse colores) es
la responsable de los cuadros de Kandinsky. Jackson Pollock prefigura la
matemática de los fractales…
La vida imita al arte mucho más de lo que el arte imita a la
vida, decía Oscar Wilde, y algo parecido podría afirmarse de la relación entre
la ciencia y el arte, esos hermanitos descarriados que, a primera vista, van
por caminos irrevocablemente paralelos, hasta que descubrimos que ambos buscan
lo mismo: entender(nos), sorprender(nos), emocionar(nos).
Todo esto, y mucho más, está presente en nuestro paseo por
las dieciocho salas de un museo imaginario de arte moderno en el que miramos
las obras con ojos indagadores para descubrir la ciencia detrás del arte (y
viceversa). Sí: la ciencia es un arte y el arte… es una ciencia. ¿Y qué saldrá
como hijito de ambos? Nada menos que este libro que visita a algunos íconos de
la cien… perdón, del arte moderno. Nadie falta en esta especie de dream team
imbatible: Van Gogh, Monet, Picasso, Dalí, Klimt y hasta los conejos
fluorescentes de Eduardo Kac. ¡Bienvenidos al museo!