El cuerpo del autista es un cuerpo memorial, un cuerpo en el
cual han quedado vestigios de la irrupción que lalengua tiene sobre el
viviente. En este libro he destacado el valor traumático de lalengua, en tanto
entraña un goce que fragmenta el Uno del viviente, y deja perdido
irremediablemente al organismo en cuanto tal. Esta definición de cuerpo
permite, por cierto, reconocer lo que no se ha producido, pero también
localizar lo que sí se ha constituido. A través de casos paradigmáticos, me he
propuesto cernir que no todo es perturbación a nivel del cuerpo del autista,
sino que, por el contrario, es posible pesquisar modos de producción subjetiva
que dan cuenta de una relación particular con el cuerpo. La dirección de la
cura requiere conocer las perturbaciones y usos del cuerpo en el niño autista
-a los fines de orientar la táctica en la intervención- dado que implica la
responsabilidad en el psicoanalista de propiciar otros modos de localización
del goce y nos formula una pregunta ética respecto de qué puntos de los modos
particulares de respuesta subjetiva vamos a apuntar a conmover. Producir
anticipadamente una localización subjetiva, que al modo de hipótesis oriente
hacia quién nos estamos dirigiendo, traza la vía divisoria sobre si intervenir
o no en determinado momento de la cura en estos usos que el niño hace.