sábado, 27 de septiembre de 2014

Sergio Zabalza. "Intimidados en internet". Versiones de lo íntimo, públio y privado en la era del ciberespacio (Letra Viva, 2014)



Ese espacio subjetivo al que llamamos intimidad tiene, en la experiencia humana, un puntual inicio aunque un incierto futuro. Según Hanna Arendt, “llamamos privada a una esfera de intimidad cuyo comienzo puede rastrearse en los últimos romanos, apenas en algún período de la antigüedad griega, y cuya peculiar multiplicidad y variedad era desconocida en cualquier período anterior a la Edad Media”.

Lo cierto es que hoy el imperio del ciberespacio ha trastocado las categorías de lo íntimo, lo público y lo privado. Las redes sociales exponen detalles que antaño hubiera sido impensable compartir. ¿En qué consisten los peligros que, para la sensibilidad de una persona, pueden acarrear estas nuevas fronteras subjetivas? ¿Dónde está el límite?

El pudor y la vergüenza pueden ayudarnos en nuestra pesquisa. Es cierto que la vergüenza es sinónimo de incomodidad o de invasión, aunque no siempre el rubor es el resultado de un atropello o transgresión. Es posible entonces que la intimidad refiera esa zona de la privacidad que admite ser compartida con el semejante, una suerte de entrega que el pudor acepta brindar aunque más no sea en un diario íntimo. El amor y la muerte aportan magníficos ejemplos de esta entrega consentida.

En efecto, el fino y delicado equilibrio entre lo íntimo y lo privado es la llave de la seducción. Nuestra intimidad se expande cuando Spinetta canta: “te robaré un color”. Y otro tanto ocurre con el trabajo del duelo, esa ceremonia íntima que sin embargo se hace pública para que una persona, a condición del debido respeto que se le debe a su dolor, admita ceder el objeto perdido.

“Nadie ha determinado hasta aquí lo que puede un cuerpo”, decía Spinoza. Frase que, con perdón del abuso, hoy bien podría traducirse: “Nadie conoce los destinos del goce cuando la pantalla no vela al objeto”. Por lo tanto se trata de una pregunta a dejar abierta. Después de todo, en este punto crucial es donde se libra la batalla ética  a la que la época nos convoca. Lo que cuenta, tal como decía Lacan, es advertir el embrollo en el que estamos metidos. Algo de esto anima la redacción de este libro.