Los próximos años marcarán al sujeto y sus vínculos como ninguna época precedente. La hiperconectividad no es sin los inmensos adelantos tecnológicos y estos son el brazo largo de un mercado que aspira a saturar al sujeto y aletargarlo. Crece una verdad alienante: más se oferta, más falta. El vacío existencial se intenta colmar con los artificios más brillantes de la historia. Para que “no falte nada”, no hay que faltar nunca. Por primera vez en la historia de la Humanidad el ser hablante tendría en apariencia la posibilidad de cumplir con su anhelo de que haya otro ahí todo el tiempo, disponible en cualquier momento, en cualquier lugar, un Otro de caras intercambiables. Sólo se necesita estar conectado. Durante milenios el ser humano tuvo que recurrir a complejos sistemas para mantener la promesa de Otro sempiterno, de Otro veedor y sabedor absoluto. ¿La promesa se habría hecho realidad? Ya no se trataría de una cuestión de fe, sólo haría falta tener un teléfono, una computadora, o cualquier otro dispositivo que permita la conexión ininterrumpida a la red. ¿Por qué alguien dejaría de estar conectado? ¿A cambio de qué renunciaría a tal satisfacción?
Cuando todo en apariencia queda cerca, ¿qué se aleja? ¿Qué se oculta en la era de mostrarlo todo? ¿Podría naturalizarse sin efectos para el sujeto el mirar una pantallita una vez por minuto ante cada sonido del dispositivo? Si el análisis oficia una “des-ilusión” necesaria para no repetir las trampas del taponamiento neurótico, ¿qué horizontes se abren ante gadgets que capturan ojos y oídos sin solución de continuidad? ¿Variaría la constitución subjetiva de los denominados “nativos digitales”? ¿Qué nuevas posibilidades de lazos podrán surgir en un mundo globalizado?
Los textos que aquí se presentan constituyen un aporte esencial a una temática que atraviesa no sólo a los practicantes del psicoanálisis si no también a quienes en tanto sujetos de esta "era digital" intentan propiciar líneas de pensamiento, lecturas e hipótesis que promuevan la reflexión.