“Ustedes cuando aman
al analista van
el es quien dictamina
si lo hacen bien o mal.
Nosotros cuando amamos
sin tanta cortedad
el subconsciente piola
se pone a disfrutar.
Ustedes cuando aman
exigen bienestar
una cama de cedro
y un colchón epecial.
Nosotros cuando amamos
es fácil de arreglar
con sábanas ¡qué bueno!
sin sábanas da igual.”
Mario Benedetti,
al analista van
el es quien dictamina
si lo hacen bien o mal.
Nosotros cuando amamos
sin tanta cortedad
el subconsciente piola
se pone a disfrutar.
Ustedes cuando aman
exigen bienestar
una cama de cedro
y un colchón epecial.
Nosotros cuando amamos
es fácil de arreglar
con sábanas ¡qué bueno!
sin sábanas da igual.”
Mario Benedetti,
algunas estrofas que me recordó un amigo de su poema “Ustedes y nosotros”
Digamos que todos (Ustedes y nostros) hemos dicho en algún momento aquello de que todo tiempo pasado fue mejor.
Al calor del recuerdo todo parece otra cosa. La nostalgia se instala y con ella nos aseguramos que se ha fijado una marca de una satisfacción reconocida por el sujeto.
Evidentemente hablamos de una satisfacción perdida a medias, porque su huella quedó, no ha sido eliminada. El recuerdo lanza a los sujetos al intento de la reconquista y para ello se adiestran, intentando afinar los recursos de la conquista. El cazador, entonces, se lanza para atrapar la presa que supuestamente le hará recuperar “la felicidad” perdida. Así , insiste en que todo tiempo pasado fue mejor.
Pero también se lo dice por otra razón: porque lo que se consigue nunca será lo que era o lo que fue o lo que se esperaba, habrá una similitud en medio de una gran diferencia.
Y esto hace que el sujeto diga “todo tiempo pasado fue mejor” ,la diferencia le lleva a exclamarlo.
Si bien la satisfacción perdida es universal, la reacción frente a ella es particular. La manera en que se actúa con relación al pasado tiene que ver con el Uno por Uno.
Algunos se instalan en la melancolía, elevando la pérdida a la categoría de lo insustituible , otros quedan bajo los efectos de un sentimiento de triunfo maníaco, dan preferencia a lo que vendrá suponiendo en ello el cúlmen de alivio para toda necesidad.
Se dirigen confiadamente hacia lo mejor, hasta que…el presente, ese momento casi incaptable porque en cuanto se lo capta ya fue, ya es pasado,este momento le dice que no era lo que imaginaba, que es bastante peor. Este es el porvenir de toda ilusión : una cierta desilusión que anima a vivir, que anima a seguir viviendo, que tira hacia delante.
En uno u otro caso simpre aparece la idea de la recuperación posible, la recuperación de un imposible, de la parte de vida que pierde todo sujeto parlante en su constitución de sujeto.
Pongamos ejemplos: Pedro ha vivido una situación gozosa que lo atormenta, de la que se culpa pero hace todos los malabares posibles para volver a encontrarse en ella.Ahí surge su superyó prohibidor por naturaleza que lo empuja al goce auditivo de la “voz de la conciencia” que si bien busca o hace ver que busca intenta de que el encuentro quede para “en otro momento”. Lo tranquiliza y le permite mantener la ilusión. Y solo o acompañado postergará la satisfacción para otro momento. Ya habrá otro momento mejor o más adecuado, se dice. Y así pasa la vida sin apercibirse que el en otro momento puede llegar a ser sinónimo de nunca.
Por eso mueve tanto el ahora o nunca, la hora de la verdad antagónica al del en otro momento. Así se hace presente el “siempre”, el “nunca” o el “tal vez” que remiten a lo que Freud ha teorizado como proceso primario y secundario y que Lacan analizando la obra de Hamlet ha señalado como el momento en que el deseo finalmente se ejecuta.
Laura por otra parte ha sufrido una situación voluptuosa que desde el Otro le llegó por sorpresa, siente que le llegó antes del tiempo en que ella pudiera recibirla. El trauma fue vivido con intensidad y dejó una cicatriz imborrable. Esa cicatriz la reenvía siempre a buscar aquello que teniendo algo que ver con lo acontecido está cubierto de una halo amoroso , brillante ,fulguroso,que le permita acceder a la tan ansiada “felicidad”. Pero nunca llega…Por “h” o “b” algo siempre lo empaña, lo enturbia y ella sigue buscando.
Así se instaura el mecanismo de la repetición que es funadamental en la experiencia analítica. La repetición permite construir un síntoma analítico por eso de que lo que hace serie es serio y por aquello de hacer gravita lo que insiste.
Igualmente es necesario para la instauración de la transferencia así como para el surgimiento de todo amor que se construye en varios tiempos y que Kierkeggard lo llama “ novedoso” lo novedoso de la repetición,ese proceso único aunque insistente
que pone de relieve lo más absoluto del ser.
Y él y ella siguen buscando y no paran su búsqueda insaciante en la creencia que lo que aún no apareció aparecerá en otro momento.
En otro momento se morirán pero falta y claro que falta; lo que ocurre es que para quienes siempre piensan que será en otro momento falta la falta y su ser-para-la-muerte queda desdeñado. Así surge la angustia, verdadera fábrica de síntomas que convocan siempre al aplazamiento del plus-de-goce y avocan a un deseo imposible o insatisfecho, sin voluntad de acceso al goce posible para un sujeto. Ese goce útil, aquel que por el trabajo de la pulsión permite a un sujeto hacerse un nombre, hacerse-ser, hacer lazos de amor, trabajo y sexo, anudándose de esta manera por el síntoma padre al sexo y a las generaciones.
Así el en otro momento es una forma de hablar de la imposibilidad del acto del neurótico que lo condena a una impotencia de la que se queja. Imposibilidad del acto que está determinada por los síntomas que encierran las pulsiones reprimidas . Levantar la represión significa también permitir el trabajo del goce útil de la pulsión frente al inútil del síntoma.
Y en el trabajo analítico vuelve a aparecer el en otro momento tanto del pasado que el sujeto despliega con su palabra en el análisis como lo que espera que su análisis le reporte, eso sí, en otro momento.
Y ese en otro momento hay que manejarlo transferencialmente en la cura a la manera en que Freud nos aconsejaba que había que mantener: un hilo de tensión de no tanto sufrimiento pero no de alivio total para que un análisis llegara a su final. De esa manera hay que tratarlo: transmitir que habrá otro momento en que se pueda concluir luego de ver y comprender para poder llegar al acto, momento conclusivo y en el cual embarga esa sensación de ahora o nunca.
A su vez es importante no satisfacer la demanda, como siempre nos lo recuerda Lacan, para que las satisfacciones pulsionales que obtiene en torno al analista como objeto, no le impliquen un aplazamiento del acto, intentando dejar todo para otro momento dado el provecho que saca en ese momento y ahí con su analista.
Dicen que al que madruga Dios lo ayuda y si bien esto no es un alegato a las prisas de los pasajes al acto ni a las sinrazones del acting-out, es un recordatorio de que el tiempo en psicoanálisis no es cronológico sino lógico y que ese es el tiempo del sujeto, una lógica en torno al goce, en torno a sus imposibilidades y las salidas posibles a las encrucijadas.
Digamos que todos (Ustedes y nostros) hemos dicho en algún momento aquello de que todo tiempo pasado fue mejor.
Al calor del recuerdo todo parece otra cosa. La nostalgia se instala y con ella nos aseguramos que se ha fijado una marca de una satisfacción reconocida por el sujeto.
Evidentemente hablamos de una satisfacción perdida a medias, porque su huella quedó, no ha sido eliminada. El recuerdo lanza a los sujetos al intento de la reconquista y para ello se adiestran, intentando afinar los recursos de la conquista. El cazador, entonces, se lanza para atrapar la presa que supuestamente le hará recuperar “la felicidad” perdida. Así , insiste en que todo tiempo pasado fue mejor.
Pero también se lo dice por otra razón: porque lo que se consigue nunca será lo que era o lo que fue o lo que se esperaba, habrá una similitud en medio de una gran diferencia.
Y esto hace que el sujeto diga “todo tiempo pasado fue mejor” ,la diferencia le lleva a exclamarlo.
Si bien la satisfacción perdida es universal, la reacción frente a ella es particular. La manera en que se actúa con relación al pasado tiene que ver con el Uno por Uno.
Algunos se instalan en la melancolía, elevando la pérdida a la categoría de lo insustituible , otros quedan bajo los efectos de un sentimiento de triunfo maníaco, dan preferencia a lo que vendrá suponiendo en ello el cúlmen de alivio para toda necesidad.
Se dirigen confiadamente hacia lo mejor, hasta que…el presente, ese momento casi incaptable porque en cuanto se lo capta ya fue, ya es pasado,este momento le dice que no era lo que imaginaba, que es bastante peor. Este es el porvenir de toda ilusión : una cierta desilusión que anima a vivir, que anima a seguir viviendo, que tira hacia delante.
En uno u otro caso simpre aparece la idea de la recuperación posible, la recuperación de un imposible, de la parte de vida que pierde todo sujeto parlante en su constitución de sujeto.
Pongamos ejemplos: Pedro ha vivido una situación gozosa que lo atormenta, de la que se culpa pero hace todos los malabares posibles para volver a encontrarse en ella.Ahí surge su superyó prohibidor por naturaleza que lo empuja al goce auditivo de la “voz de la conciencia” que si bien busca o hace ver que busca intenta de que el encuentro quede para “en otro momento”. Lo tranquiliza y le permite mantener la ilusión. Y solo o acompañado postergará la satisfacción para otro momento. Ya habrá otro momento mejor o más adecuado, se dice. Y así pasa la vida sin apercibirse que el en otro momento puede llegar a ser sinónimo de nunca.
Por eso mueve tanto el ahora o nunca, la hora de la verdad antagónica al del en otro momento. Así se hace presente el “siempre”, el “nunca” o el “tal vez” que remiten a lo que Freud ha teorizado como proceso primario y secundario y que Lacan analizando la obra de Hamlet ha señalado como el momento en que el deseo finalmente se ejecuta.
Laura por otra parte ha sufrido una situación voluptuosa que desde el Otro le llegó por sorpresa, siente que le llegó antes del tiempo en que ella pudiera recibirla. El trauma fue vivido con intensidad y dejó una cicatriz imborrable. Esa cicatriz la reenvía siempre a buscar aquello que teniendo algo que ver con lo acontecido está cubierto de una halo amoroso , brillante ,fulguroso,que le permita acceder a la tan ansiada “felicidad”. Pero nunca llega…Por “h” o “b” algo siempre lo empaña, lo enturbia y ella sigue buscando.
Así se instaura el mecanismo de la repetición que es funadamental en la experiencia analítica. La repetición permite construir un síntoma analítico por eso de que lo que hace serie es serio y por aquello de hacer gravita lo que insiste.
Igualmente es necesario para la instauración de la transferencia así como para el surgimiento de todo amor que se construye en varios tiempos y que Kierkeggard lo llama “ novedoso” lo novedoso de la repetición,ese proceso único aunque insistente
que pone de relieve lo más absoluto del ser.
Y él y ella siguen buscando y no paran su búsqueda insaciante en la creencia que lo que aún no apareció aparecerá en otro momento.
En otro momento se morirán pero falta y claro que falta; lo que ocurre es que para quienes siempre piensan que será en otro momento falta la falta y su ser-para-la-muerte queda desdeñado. Así surge la angustia, verdadera fábrica de síntomas que convocan siempre al aplazamiento del plus-de-goce y avocan a un deseo imposible o insatisfecho, sin voluntad de acceso al goce posible para un sujeto. Ese goce útil, aquel que por el trabajo de la pulsión permite a un sujeto hacerse un nombre, hacerse-ser, hacer lazos de amor, trabajo y sexo, anudándose de esta manera por el síntoma padre al sexo y a las generaciones.
Así el en otro momento es una forma de hablar de la imposibilidad del acto del neurótico que lo condena a una impotencia de la que se queja. Imposibilidad del acto que está determinada por los síntomas que encierran las pulsiones reprimidas . Levantar la represión significa también permitir el trabajo del goce útil de la pulsión frente al inútil del síntoma.
Y en el trabajo analítico vuelve a aparecer el en otro momento tanto del pasado que el sujeto despliega con su palabra en el análisis como lo que espera que su análisis le reporte, eso sí, en otro momento.
Y ese en otro momento hay que manejarlo transferencialmente en la cura a la manera en que Freud nos aconsejaba que había que mantener: un hilo de tensión de no tanto sufrimiento pero no de alivio total para que un análisis llegara a su final. De esa manera hay que tratarlo: transmitir que habrá otro momento en que se pueda concluir luego de ver y comprender para poder llegar al acto, momento conclusivo y en el cual embarga esa sensación de ahora o nunca.
A su vez es importante no satisfacer la demanda, como siempre nos lo recuerda Lacan, para que las satisfacciones pulsionales que obtiene en torno al analista como objeto, no le impliquen un aplazamiento del acto, intentando dejar todo para otro momento dado el provecho que saca en ese momento y ahí con su analista.
Dicen que al que madruga Dios lo ayuda y si bien esto no es un alegato a las prisas de los pasajes al acto ni a las sinrazones del acting-out, es un recordatorio de que el tiempo en psicoanálisis no es cronológico sino lógico y que ese es el tiempo del sujeto, una lógica en torno al goce, en torno a sus imposibilidades y las salidas posibles a las encrucijadas.