Traducción: Ana María Gomez
El fetichismo ha conocido una suerte singular en los estudios psicoanalíticos.
A principios de siglo,en la primera edición de los "Tres Ensayos sobre la teoría de la sexualidad" (2), Freud atribuyó a esta práctica un lugar particular en el estudio de la neurosis y la perversión. Este lugar especifico fue subrayado de nuevo en la segunda edición, donde Freud iba más lejos al destacar que la distinción -el contraste que parecía surgir entre el fetichismo y la neurosis desaparecía cuando el fetichismo es sometido a un estudio más conciso. Por cierto, el fetichismo es asimilado a una perversión, y una perversión es ella misma -según la fórmula bien conocida- el negativo de una neurosis.
El mismo Freud recomienda el estudio del fetichismo a todos aquellos que anhelen comprender la angustia de castración y el complejo de Edipo. Para los discípulos de Freud como para sus detractores, la importancia dada al complejo de Edipo ha sido siempre la piedra de toque de su actitud al considerar el conjunto del psicoanálisis.
Ningún esfuerzo, luego, fue ahorrado para atraer la atención sobre la importancia del fetichismo. ¿Con qué resultado?. El periodo que va de 1910 hasta sus últimos años no estuvo marcado por la riqueza de los estudios sobre ese tema ; se puede contar solamente una media docena de contribuciones importantes.
Freud se dedica dos veces a este tema con once años de intervalo y, cada vez, de una manera muy particular. Al leer sus artículos se siente que Freud se preguntaba si la gente captaba verdaderamente aquello de lo que él hablaba.
Es útil en esta vía recordar que uno de los últimos trabajos de Freud concierne al fetichismo (2). Como él durante su vida contínuamente planteó nuevas direcciones para el psicoanálisis, no es exagerado ver -en este artículo- un presentimiento de la dirección en la cual el pensamiento psicoanalítico debió inevitablemente orientarse en el periodo de la post-guerra.
A saber, el estudio del yo (moi). Porque en los trabajos psicoanalíticos de los ultimos diez años -algunos pueden variar según su conformidad a las tradiciones, gustos, predilecciones, estilos y escuelas psicoanalíticas de cada país- la preocupación mayor es ciertamente el estudio del yo.
Durante el mismo período se han visto reaparecer trabajos sobre el fetichismo . Pues,como Freud lo recomendaba, el estudio del fetichismo es y sigue siendo el más esclarecedor para cualquiera que le interese centrarse en la dinámica edípica para comprender más precisamente que es el yo.
Para clarificar nuestras ideas tanto como para indicar la orientación principal de nuestro artículo, deberíamos primeramente recordar que el psicoanálisis, que nos permite ir más lejos en la psiquis de los niños que ninguna otra ciencia fue descubierto por Freud a partir de la observación de adultos,más precisamente,escuchándolos,o -más bien, escuchando sus discursos. En verdad, el psicoanálisis es una cura de la palabra.
Recordar estos verdades tan ampliamente aceptadas puede parecer primero abusivo, luego de reflexionar, no lo es. Es solamente el recuerdo de un punto de referencia metodológico esencial. Pues, a menos de negar la esencia misma del psicoanálisis, nosotros debemos utilizar el lenguaje para guiarnos en el estudio de las estructuras que uno llama pre-verbales.
En su artículo de 1927 (4), Freud nos introdujo al estudio del fetichismo indicando que él debe ser descifrado, y descifrado como un síntoma o un mensaje. El nos dijo también en que lenguaje debe ser traducido. Esta manera de presentar el problema no deja de tener significación. Desde el comienzo una aproximación tal, sitúa el problema de manera explícita en el ámbito de la búsqueda de sentido en el lenguaje, antes que una vaga analogía en el campo visual. (Asi por ejemplo, las formas huecas evocan la vagina, un abrigo de piel el vello pubiano,etc.). Desde glanz auf der nase" (5) al pene femenino,hasta "glance on the nose (5) el pasaje es incomprensible a menos de haber seguído la vía indicada por Freud. A la entrada de esta vía hay una inscripción donde se lee : ¿cuál es el sentido?.
El problema no es el de los afectos reprimidos, el afecto en sí mismo no nos dice nada. El problema concierne a la denegación de una idea. Con esta denegación nosotros estamos en el dominio de la significación, único campo donde la palabra clave 'desplazamiento' tiene una significación. Un dominio fundamental de la realidad del hombre: el dominio de lo imaginario.
Es aquí donde el pequeño Harry se sitúa en el momento en que su famoso visitador entra, cuando el corta las manos de los niños para que ellos no se rasquen la nariz, o cuando él da este apéndice a devorar a las orugas.
Es así que Freud considera este comportamiento cuando, tratando en los "Tres Ensayos" las 'transformaciones de la pubertad' (6), él nos dice que la elección de objeto se produce bajo la forma de las criaturas de la imaginación. El habla de un metabolismo de las imágenes cuando explica el retorno a características patológicas bajo la influencia de un amor desgraciado, por el retorno de la libido en la imagen de la persona amada en la infancia.
Tal es el sentido profundo de la observación acerca de la contribución psíquica a las perversiones. Más repugnante es la perversión más claramente es revelada en esta participación. "Poco importa el horror del resultado, un elemento de la actividad psíquica que corresponde a la idealización de la tendencia sexual siempre puede ser encontrado".
¿Dónde, luego, está la falla en esta vía? ¿Qué ocurre en el momento en que, al dejar de imaginar, hablar, dibujar, Harry sin saber por qué corta un mechón de cabello?. En el momento que, sin explicación, él sale corriendo, aullando, para no ver al amigo lisiado.
A primera vista nosotros diríamos que él ya no sabe más lo que hace. Nosotros estamos ahora en una dimensión donde el sentido parece perdido, la dimensión donde lo vamos a encontrar es, en apariencia, la perversión fetichista, el gusto por la nariz brillante. Y si no hubiera alguna elaboración a propósito de la nariz o del mechón de cabello cortado, esto sería tan imposible de analizar como una verdadera fijación perversa. En verdad, si una pantufla era, en sentido estricto, el desplazamiento del órgano femenino y ningún otro elemento está allí para elaborar los primeros datos, nosotros podemos considerarnos frente a una perversión primitiva totalmente más allá del alcance del análisis.
Se deduce que lo imaginario no representa en ningún sentido el conjunto de lo que puede ser analizado. La observación clínica de Harry nos puede ayudar a resolver la cuestión que nosotros mismos nos hemos planteado. Pues esta es la única vez en que el comportamiento de Harry revela lo que, en la clínica psiquiátrica, nosotros llamaríamos reticencia, oposición, mutismo. El no intentaba más expresarse con palabras; él aulla. Así ha renunciado dos veces a intentar hacerse comprender por los otros.
Y es allí que sobreviene la falla.
¿Cuál es el registro en el cual, durante un tiempo, este niño rehusa situarse?. Nosotros decimos -con E.Jones- el registro del símbolo, registro esencial de la realidad humana.
Si Harry ya no se hace más comprender por los otros, él deviene al mismo tiempo incomprensible para ellos. Esta observación puede parecer extremadamente banal, pero esto es así sólo si nosotros olvidamos que cuando decimos: "tú eres mi mujer"; decimos también : "yo soy tu marido", y así ya no somos más eso que eramos antes de decir esas palabras. La palabra es un tejido sutil, sí; pero, en ese caso, es una ofrenda. En ese don, el analista encuentra su 'razón de ser' y su eficacia.
Y si nosotros destacamos las primeras palabras del hombre, destacamos que por ejemplo, la contraseña tiene por función -como un signo de reconocimiento- salvar de la muerte a aquel que la dice.
La palabra es un presente del lenguaje y el lenguaje no es inmaterial. Es materia sutil pero,sin embargo materia. El puede fecundar a la mujer histérica, puede significar el flujo de la orina, o ser retenido como los excrementos. Las palabras pueden también ser el soporte de heridas simbólicas. Nosotros recordamos la Wespe (7) con la W de la castración, cuando el 'Hombre de los lobos' realiza el castigo simbólico que ha sido inflingido por Grouscha.
El lenguaje es así la actividad simbólica por excelencia; todas las teorías del lenguaje basadas en la confusión entre la palabra y su referente descuidan esta dimensión esencial. ¿No le recuerda Humpty Dumpty a Alicia que él es el amo de la palabra si no es aquel de su referente?.
Lo imaginario es descifrable sólo si se traduce en símbolos. El comportamiento de Harry en ese momento no lo es; él está más bien atraído por la imagen. Harry no imagina el símbolo, él da realidad a la imagen. Esta captura imaginaria (captura de y por la imagen) es el constituyente esencial de toda "realidad" imaginaria,en la medida en que nosotros la consideramos instintual. Por esto los mismos colores que cautivan al espinoso macho (8) y hembra los incitan a la danza nupcial.
En el análisis nosotros reconocemos haber tocado la resistencia cuando el paciente se sitúa en posición narcisística. Y eso que la experiencia pone a prueba (y encuentra) en el análisis, es precisamente que, en lugar de dar realidad al símbolo el paciente intenta constituir hic et nunc (9) en la experiencia del tratamiento ese punto de referencia imaginario que nosotros llamamos 'hacer entrar al analista en su juego'. Esto se puede ver en el momento en que el "Hombre de las ratas" intenta crear hic et nunc con Freud esa relación sádico-anal imaginaria ; Freud claramente observa que es algo que se traiciona y se revela sobre el rostro del paciente que aquél refiere al "horror de un goce desconocido para él mismo".
Tales son las esferas en las cuales nosotros nos desplazamos en el análisis. Pero, ¿estamos nosotros en la misma esfera cuando, en la vida de todos los días, encontramos a nuestro prójimo y emitimos juicios a tal propósito ?. ¿Estamos en la misma esfera cuando decimos que alguien tiene una personalidad fuerte ?. Ciertamente no. Freud no se expresa en el registro del análisis cuando él evoca 'la personal¡dad' del hombre de la ratas. No es en ese nivel que nosotros encontramos la posibilidad de apreciar y de medir directamente lo que nos hace aptos para establecer una relación dada con una persona dada. Debemos admitir que ese juicio directo sobre una persona es de poca importancia en la experiencia analítica.
Esa no es la relación real que constituye el campo propio del análisis. Y sí, en el curso del análisis, el paciente aporta el fantasma de fellatio con el analista nosotros no intentaremos, a pesar del carácter de incorporación de ese fantasma, situarlo en el ciclo arcaico de su biografía, por ejemplo, atribuyéndolo a una mala nutrición en la infancia. La idea probablemente, no se nos ocurriría. Nosotros diríamos, más bien, que el paciente es presa de un fantasma. Esto puede representar una fijación a un estadio oral primitivo de la sexualidad. Pero eso no nos inducirá a decir tiene una constitución de 'fellator' (10). El elemento imaginario no tiene más que un valor simbólico que debe ser apreciado y comprendido a la luz del momento particular del análisis en que sobreviene. Ese fantasma se produce para ser expresado, para ser hablado, para simbolizar algo que puede tener un sentido enteramente diferente en otro momento del diálogo.
No nos sorprende más que un hombre eyacule a la vista de un zapato, de un corset, de un impermeable; pero nosotros estaríamos en verdad muy sorprendidos si uno de esos objetos pudiera aplacar el hambre de un individuo, aunque este fuese extremo. Es, precisamente, porque la economía de las satisfacciones implicadas en los transtornos neuróticos están menos ligadas a los ritmos orgánicos fijos -aunque puedan regular algunos- que los trastornos neuróticos son reversibles.
Es fácil ver que el orden de la satisfacción imaginaria no puede ser encontrado más que en el dominio de la sexualidad. El término libido reenvía a un concepto que expresa esta noción de reversibilidad e implica la de equivalencia. Este es el término dinámico que permite concebir una transformación en el metabolismo de las imágenes.
En consecuencia, al hablar de satisfacción imaginaria nosotros pensamos en algo muy complejo. En los "Tres Ensayos" Freud explica que el instinto (11) no es un elemento simple sino, más bien, un compuesto de diversos elementos que están disociados en los casos de perversión. Esta concepción del instinto está confirmada por las búsquedas recientes de los biólogos llevadas a cabo en los ciclos instintuales, en particular, los ciclos sexuales y de reproducción.
Aparte de estudios más o menos inciertos e improbables que tratan los relevos neurológicos del ciclo sexual, incidentalmente, el punto más débil de esos trabajos, ha sido demostrado que, en los animales, esos ciclos están sujetos a desplazamientos. Los biólogos no han podido encontrar otra palabra más que 'desplazamiento' para designar el resorte sexual de los síntomas.
El ciclo del comportamiento sexual se puede desencadenar en el animal, bajo el efecto de un cierto número de estímulos. Y un cierto número de desplazamientos pueden sobrevenir durante el ciclo (12). Los trabajos de Lorenz muestran la función de la imagen en el ciclo alimenticio. En el hombre es también en el plano de la sexualidad, esencialmente, que lo imaginario juega un rol y donde se producen los desplazamientos.
Nosotros diremos, entonces, que el comportamiento puede ser llamado imaginario cuando su relación a una imagen y su propio valor como imagen para otro lo hace desplazable fuera del ciclo en el cual una necesidad natural es satisfecha.
Los animales son capaces, en esos segmentos de comportamiento desplazado de esbozar las líneas de un comportamiento simbólico por ejemplo, el lenguaje de las abejas durante la parada. El comportamiento es simbólico cuando uno de esos segmentos desplazados toma un valor social. Sirve al grupo de punto de referencia para un comportamiento colectivo.
Es lo que entendemos cuando decimos que el lenguaje es el comportamiento simbólico por excelencia.
Si Harry permanece en silencio es porque no está en condición de simbolizar. Entre las relaciones imaginarias y simbólicas se encuentra la distancia que separa la ansiedad de la culpabilidad.
Y es aquí, históricamente, que nació el fetichismo, sobre la línea de demarcación entre ansiedad y culpabilidad, entre la relación bipolar y la relación ternaria. Freud no deja de destacar eso, cuando recomienda el estudio del fetichismo a quienes podían dudar de la angustia de castracion; en las notas que continúan a los "Tres Ensayos", él dice que las perversiones son el residuo del desarrollo hacia el complejo de Edipo. Pues es allí que los diferentes elementos de que se compone el instinto se pueden disociar.
La ansiedad (13), como nosotros sabemos, está siempre ligada a una pérdida -es decir a una transformación del yo- con una relación bipolar en el punto de desaparecer para ser suplantada por algo del otro, algo que el paciente no puede afrontar sin vértigo. Este es el dominio y la naturaleza de la ansiedad.
Desde que un tercero es introducido en la relación narcisística aparece la posibilidad de una mediación real, por intermedio del personaje trascendente, es decir, de alguien a través de quien el deseo y su cumplimiento pueden ser simbólicamente realizados. En ese momento aparece otro registro, aquel de la ley ; en otros términos, el de la culpabilidad.
Toda la historia clínica del caso Harry gira alrededor de este punto. ¿Es que el temor a la castración suscitará la ansiedad?. 0 bien, ¿será ella afrontada y simbolizada como tal, durante la dialéctica edípica?. ¿0 el movimiento será, más bíen, congelado en la memoria permanente que -así como Freud lo ha planteado- la creencia construirá para ella misma?.
Para insistir sobre este punto: la fuerza de la represión (del afecto) está en encontrar el interés para el sucesor del falo femenino, la denegación de su ausencia habrá construido la memoria. El fetiche servirá a la vez para denegar y para afirmar la castración.
Esta oscilación es la que constituye la naturaleza misma de ese momento crítico . Para realizar la diferencia de los sexos es necesario poner fin al juego, es necesario aceptar la relación triangular. Aquí, luego, se sitúa la vacilación de Harry entre ansiedad y culpabilidad. Su vacilación en sus elecciones de objeto y, al mismo tiempo, más tarde en su identificación.
El acaricia los zapatos de su madre y los de Sandor Lorand. La oscilación que le es inflingida es la de acariciar o cortar. Es la búsqueda de un compromiso entre sus deseos y su culpabilidad la que le hace proveer a su madre de un pene. Pues él la ha visto y sabe que ella no lo tiene. Es en la medida en que la evidencia se le impone que, en sus dibujos los penes son más y más largos, y más y más gruesos. La denegación de la vagina es necesaria, según Sandor Lorand, para la conservación del feliz triángulo. Feliz sí, -como Lorand acordaría- no verdadero. El verdadero triángulo significa conflicto, y es alli que Harry vacila.
Toda situación analizable, es decir, interpretable simbólicamente está siempre incluída en una relación triangular. En consecuencia, Freud tiene buenas razones para dar ese lugar particular al fetichismo en su especulación. Nosotros lo hemos visto en la estructura de la palabra, que es la mediación entre los individuos en la realización libidinal.
Eso que es mostrado en el análisis es afirmado por las doctrinas y demostrado por la experiencias, a saber, que nada puede ser interpretado sin la intermediación de la realización edipíca. Es por eso que parece vano explicar el horror a la genitalidad a partir de ciertos recuerdos visuales que datan del pasaje doloroso por el canal del nacimiento.
Pues es la realidad en su aspecto accidental la que detiene la vista de un niño justo antes que sea demasiado tarde. No habría, seguramente, razón para que el niño creyera en la amenaza de su nodriza si él no hubiera visto la vulva de su pequeña amiga. No habría más razon para aceptar la ausencia del pene materno, sobre todo después que él ha evaluado narcisísticamente el suyo, y que él ha visto el pene de su padre, aún más grande, si él no está al tanto del peligro de su pérdida.
Esto significa que todas las relaciones duales están siempre marcadas por el estilo de lo imaginario. Pues, para que una relación asuma su valor simbólico,es necesaria la mediación de una tercera persona que procura el elemento trascendente a través del cual la relación con un objeto puede ser sostenida a una distancia dada.
Si nosotros hemos atribuído tanta importancia al caso del pequeño Harry es porque sentimos que este caso de fetichismo es extremadamente esclarecedor. El articula, de una manera particularmente sorprendente, los tres dominios de la realidad humana que hemos llamado lo simbólico,lo imaginario y lo real.
Por nuestra parte encontramos allí una justificación mas avanzada al lugar particular, que como lo hemos señalado al inicio, Freud otorga al estudio del fetichismo.
NOTAS:
(1)-corresponde al título- Aparecido en:"Perversiones, psicodinámica y terapia". Libro compilado por Sandor Lorand y Michael Balint, New York, 1956; Pags. 265-276.
(2) "Tres Ensayos de teoría sexual", S. Freud. Amorrortu Editores (AE).Tomo VII.
(3) "La escisión del yo en el proceso defensivo". (AE) Tomo XXIII.
(4) Referencia al articulo de S.F. : "El fetichismo". (AE) Tomo XXI.
(5) Idem anterior. Del alemán : "glanz auf der nase" = brillo en la nariz. Del inglés: ´glance on the nose´ = mirada en la nariz.
(6) "Tres ensayos de teoría sexual" . Ensayo tres: La metamorfosis de la pubertad.
(7) Del alemán : avispa.
(8) Epinoche ; de épine, francés : pez espinoso; pequeño pez marino o de agua dulce, que lleva espinas sobre su parte dorsal. El espinoso de agua dulce alcanza una longitud de ocho centímetros y el macho construye sobre el fondo del río un nido donde cuida los huevos fecundados.
(9) Del latín: aquí y ahora.
(10) Del latín : chupador.
(11) Instinct: instinto.
(12) Nota de los autores: Por ejemplo, cuando los pájaros pelean uno de los combatientes, bruscamente, se pone a alisar sus plumas; de esta manera, un elemento de la parada interrumpe el ciclo del combate.
(13) Anxiété : ansiedad.
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Agradezco a Ana María por autorizar la publicación de su traducción en el blog.
PP