Estanislao Antelo, prologuista de la obra, resume los hallazgos de De Lajonquière del siguiente modo: "- Para De Lajonquiére la infancia es cosa de adultos, especie de saludable invención. Por otro lado, no existe nada parecido a la desaparición de la infancia, aunque sí existe la renuncia adulta a intervenir en la educación de los niños. - El psicoanálisis aplicado a la educación puede virar fácilmente en ortopedia o en profilaxis. Tampoco existe algo parecido a una pedagogía psicoanalítica. En lugar de cultivar "aplicaciones", como si fueran inyecciones, quizás sea más útil expandir las fronteras y concentrarse en la "educación primordial". - La hermenéutica psico-socio-lógica vive de lo que dice querer solucionar. Pero existen otros caminos para quien se aburre con los soliloquios. El psicoanálisis podría trabajar con la pedagogía para darle lugar en la teoría a aquellos rasgos de la personalidad de los enseñantes que atrapan a los destinatarios. - Probablemente, enseñar y aprender no sean dos fases de una misma moneda. El dilema entre enseñar, o esperar que los niños se desarrollen, es un falso dilema, y la búsqueda de puntos intermedios, una solución de compromiso. El autor afirma que existe una neurosis pedagógica. Los pedagogos, anotamos. - Educación es el nombre de la operación milenaria que conecta a los viejos con los nuevos. Sin esa relación, no hay humanidad. Por lo tanto, educar no es ni estimular, ni desarrollar. [...] - Es imposible saber de antemano cuáles son los efectos de la intervención educativa. Para que eso que llamamos educación tenga lugar es preciso que los viejos enseñen y se abstengan, se comprometan y se retiren, estén presentes y se esfumen, sepan e ignoren, ocupen su lugar y lo desocupen. [...] Tal vez el ejemplo sea el del niño que acierta a leer, entre las líneas de la educación dispensada, que vale la pena correr el riesgo de lanzarse a ser otro.