Lo que Lacan hizo con la noción de pulsión es extrañamente similar a lo que Einstein, en su teoría general de la relatividad, hizo con la noción de gravedad. Einstein "desustancializó" la gravedad al reducirla a la geometría: la gravedad no es una fuerza sustancial que "cede" espacio, si no el nombre de la curvatura del espacio en sí. De manera analógica, Lacan "desustancializó" las pulsiones; una pulsión no es una fuerza positiva primordial, sino un fenómeno puramente geométrico y topológico, el nombre de la curvatura del espacio del deseo, con la paradoja de que, dentro de este espacio, la manera de alcanzar el objeto (a) no es ir directamente por él (la manera más segura de perderlo), sino rodearlo, "dar vueltas en círculo". La pulsión es esta distorsión" puramente topológica del instinto natural que encuentra satisfacción en un consumo directo de su objeto.