Aunque la semiótica es un campo disciplinar que no empezó a adquirir cuerpo y autonomía hasta finales del siglo XIX de la mano de Charles Sanders Peirce y Ferdinand de Saussure, el interés por los signos y por lo que son capaces de hacer es probablemente tan antiguo como el hombre. Este interés fue en primer lugar de carácter práctico. Pero en un determinado momento se hizo más general y quiso constituirse en un saber experto con pretensiones de convertirse en ciencia. El nombre para ese saber lo inventaron los médicos y lo usaron después, entre otros, lógicos y filósofos. Sin embargo, no existía hasta ahora una historia del pensamiento semiótico que reconstruyese de manera completa cómo se fue elaborando la reflexión sobre los signos y la significación.
La primera parte de esta obra, concebida en tres volúmenes, está dedicada a la Antigüedad grecolatina. Empieza con los textos homéricos y termina con Agustín de Hipona, el primero que de forma explícita lleva a cabo una reflexión semiótica de carácter general. A lo largo de este recorrido, dos capítulos analizan las consideraciones sobre el lenguaje de Platón y la semiótica y la teoría de la argumentación de Aristóteles; otros estudian la inferencia sígnica en los epicúreos, la complejidad del significado en los estoicos y la retórica romana, sin olvidar el tratamiento de los signos en la adivinación y la medicina.. La