Muchos lo consideran el mal por excelencia del hombre de hoy. Quien lo padece, siente el vacío abrumador de la vida. Para huir de él, algunos se alienan con el trabajo, y así se ganan, a la vez, aprobación social y desdicha; otros creen que la solución es satisfacer los deseos, pero pronto advierten que el deseo asegura el infierno. Heidegger piensa que aburrirse hace tomar conciencia de que se tocó fondo y permite así alcanzar la autenticidad. ¿Habrá que aceptar ese molesto estado de ánimo?
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