De los trece cursos dictados por Michel Foucault en el Collège de France entre 1970 y 1984, ya contamos con ocho de ellos publicados en francés (y seis en español, aunque con un ritmo de traducción que suele ser realmente muy ágil). Tal vez convenga aquí recordar la lista completa de títulos: “La voluntad de saber” (1970-1971), “Teorías e instituciones penales” (1972-1973), “La sociedad punitiva” (1972-1973) –ninguno de los tres aparecidos aún–. Siguen cinco que ya han sido publicados: “El poder psiquiátrico” (1973-1974), “Los anormales” (1974-1975), “Defender la sociedad” (1975-1976), “Seguridad, territorio, población” (1977-1978) y “Nacimiento de la biopolítica” (1978-1979). Los dos siguientes, permanecen inéditos: “Del gobierno de los vivos” (1979-1980) y “Subjetividad y verdad” (1980-1981) y "La hermenéutica del sujeto" (1982-83). Finalmente, dos que ya han aparecido en francés, pero aún no en español: “El gobierno de sí y de los otros” (1982-1983) y “El gobierno de sí y de los otros: el coraje de la verdad” (1983-1984)[1].
El emprendimiento ha resultado ser muy serio y de excelente calidad, tanto en su edición francesa como en la española, esta última a cargo del Fondo de Cultura Económica.
Ahora bien, el libro del que me ocuparé aquí no tiene aún edición española (pero la tendrá muy pronto), y como resulta de una claridad y valor sorprendente, tal vez pueda contarle al lector algunas impresiones que podrían entusiasmarlo y alentarlo a su lectura.
Estamos a principios de los años ’80 y Foucault, que venía trabajando cuestiones relativas a la subjetividad y la verdad, se encuentra con un término de origen griego del que no puede dejar de extraer valiosas ideas para acercarse un poco más a la noción de “verdad” articulada con cierta posición ética del sujeto: se trata de la parrēsía. Evitaré dar una traducción rápida de este término, al que Foucault le dedica en el volumen, sin traducirlo, más de... ¡trescientas páginas! Tan sólo digamos que se trata de una manera de hablar, pero que no es una figura retórica. Tampoco es una estrategia de demostración, o sea que no se define por la estructura racional de ningún discurso. Mucho menos aún una manera de enseñar, no es una pedagogía –de hecho, Foucault señala su violencia, su carácter irruptivo y poco pedagógico–. Tampoco se trata de una erística[2], no coincide con el uso performativo del lenguaje, ni se encuentra entre las llamadas “estrategias discursivas”.
Sin duda es una técnica, un procedimiento, una manera de decir las cosas: hay parrēsía cuando el hecho de decir la verdad se produce en condiciones tales que, por haberla dicho, eso pueda comportar consecuencias costosas para quien haya hablado de esa manera. Cito a Foucault: “La parrēsía debe buscarse del lado del efecto que puede producirle al locutor su propio decir verdadero, del efecto de retorno que el decir verdadero puede producir sobre el locutor a partir del efecto que él produjo sobre su interlocutor”[3]. Y como el ejemplo inicial de Foucault es el discurso de Platón ante Dionisio, el tirano de Sicilia[4], el precio último por ese decir verdadero es la muerte: “Los parresiastas son aquellos que, en el límite, aceptan morir por haber dicho la verdad. O más exactamente, los parresiastas son aquellos que se comprometen con el decir verdadero a un precio no determinado, que puede llegar, justamente, hasta su propia muerte”[5].
El valor que la parrēsía tenía como elemento de la vida política en Atenas es puesto de manifiesto a través del análisis de “Ion”, obra trágica de Eurípides. La estructura de la pieza es demasiado parecida a la de “Edipo rey” como para que Foucault no situara los paralelismos, pero también sus diferencias, a partir de los mecanismos de la búsqueda de la verdad en cada una de las piezas trágicas: en “Edipo rey”, es el mismo Edipo quien desea saber la verdad. En “Ion”, quienes buscan la verdad son sus padres. Ion descubrirá que tiene dos padres: un padre legal que hasta el final de la obra continuará creyendo que es el padre real, Juto, y luego un segundo padre, el verdadero, que es el dios Apolo. Y es gracias a esta doble paternidad que Ion podrá entrar a su patria, Atenas y hacer uso de la parrēsía. La simetría es inversa en “Edipo rey” donde, si bien Edipo también tiene dos padres, el reconocimiento de su verdadero padre le quita sus derechos y resulta su condena final.
Párrafo aparte merece un punto de concurrencia que Foucault ubica para ambas tragedias: el rechazo de Ion al encuentro físico con Juto cuando este pretende abrazarlo al reconocerlo como su hijo, es asimilado a otras versiones no sofocleas de Edipo, en las que el entredicho que terminó con la muerte de Layo a manos de Edipo en el cruce de caminos, se originó en un intento de seducir al joven por, justamente, no reconocerlo como hijo.
Muchas veces he encontrado referencias al término parrēsía en textos de psicoanalistas lacanianos –aunque nunca en Lacan–, asociando el modo de discurso exigido al analizante con el término griego en cuestión. En otras ocasiones, el término pasó a ser la exigencia del estilo del analista. Con más o con menos argumentación a favor de uno u otro eje, creo que antes de utilizarlo en nuestro quehacer cotidiano convienen una revisión y reflexión profunda acerca de sus alcances éticos. Para eso, este libro es imprescindible.
Sin duda hay mucho más para señalar, porque el trabajo de Foucault acerca de este término prosiguió con un ciclo de conferencias que dictó en la Universidad de Berkeley[6] durante octubre y noviembre de 1983 y en su curso de 1984, presentado como la segunda parte del anterior y titulado “El coraje de la verdad”. Este, aunque valioso como el anterior, es otro libro; y porque siempre hay otro libro, liber enim, librum aperit...
Publicado en Imago-Agenda 128, abril de 2009, Letra Viva.
NOTAS
[1] Este fue su último curso, ya que Foucault murió el 25 de junio de 1984.
[2] Se entiende por este término acuñado por Aristóteles, un arte de la controversia o del debate.
[3] Foucault, Michel. Le gouvernement de soi et des autres, Cours au Collège de France, 1982-1983, Gallimard-Seuil, Paris, 2008, p. 56 [traducción personal].
[4] La fuente de Foucault para el discurso es Plutarco, Vidas Paralelas, “Vida de Dion”, V, 960ª. Allí Platón es interrogado por el tirano acerca del objetivo de su visita a Sicilia. La respuesta es breve y consistente: “Vine a buscar un hombre de bien”. El tirano, agregó: “Pues bien, a fe parece que no lo has encontrado aún”. Sabido es que el efecto de este breve intercambio fue que el tirano ordenara que, durante el viaje de regreso, Platón muriera o fuera vendido como esclavo. Esto último fue lo que ocurrió: Platón resultó vendido como esclavo en Egina. Pero Anníceris de Círene lo reconoció en la venta de esclavos y lo compró para devolverle la libertad. En el año 361 a.C., tras recobrar su libertad, Platón compró una finca en las afueras de Atenas, donde fundó un centro especializado en la actividad filosófica y cultural, que llamó Academia.
[5] Foucault, Ibidem.
[6] Esas conferencias, que genéricamente llevaron por título “Coraje y verdad”, pueden leerse en español en el libro de Tomás Abraham, “El último Foucault”, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 2003, pp. 263 y ss.