(Trabajo presentado en la Vª Jornada de Formación Clínica en Psicoanálisis, Colegio Clínico del Río de la Plata y La Tercera, Buenos Aires, sábado 21 de marzo de 2009)
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EL ANALISTA SE AUTORIZA DE SÍ MISMO Y NO SIN ALGUNOS OTROS
Hace años me preguntaron cómo podría uno hacerse analista,
y respondí: «Mediante el análisis de sus propios sueños».
Sigmund Freud (Consejos al Médico)
Nos derivan a nuestro primer paciente. Hace tiempo lo esperamos, sin embargo, la llegada de éste momento no puede reducirse a un mero contento por ello.
Comenzamos a hacernos preguntas, y pronto comprendemos que el habernos recibido en la Facultad de Psicología no es suficiente. En ese momento una frase nos resuena una y otra vez: “el analista se autoriza de sí mismo”. Enunciado que como tantos otros latiguillos aprendidos de memoria empieza a cobrar insistencia, ahora en forma de pregunta.
Sin encontrar una respuesta, y mientras esa sensación inhóspita nos recorre, las preguntas se multiplican: ¿Podremos escuchar? ¿Sabremos intervenir? ¿Soportaremos los silencios? ¿La transferencia? Como si fueran distintos elementos, ignoramos, a pesar de la lectura y la preparación teórica, que es una sola y única cuestión: el lugar del analista, su función.
Este trabajo surgió a partir de nuestros interrogantes en el inicio de nuestra práctica analítica, donde nuestra autorización parecía ponerse en juego ante cada intervención y al tener que dar cuenta de cada una de ellas. Así, a cada instante, nos planteábamos si ocupábamos o no ese lugar.
Ocupar ese lugar implica, entre otras cosas, abandonar otras posiciones. No se tarda en vivenciar que el lugar del analista es el de un vacío, difícil de soportar… Sin embargo, algo pulsa, algo nos empuja a ocuparlo. A pesar de las dificultades, de las resistencias, la clínica psicoanalítica nos convoca.
Lacan enuncia en la Proposición del 09 de octubre de 1967: “El psicoanalista sólo se autoriza a partir de sí mismo”. Entonces, ¿de qué se trata “autorizarse”?; ¿Qué implica la posición del analista?
Sabemos que el analista se autoriza a partir de sí mismo luego de haber pasado por cierto momento de destitución subjetiva. En el seminario del acto, queda explícito que para comenzar un análisis, para poder soportar la transferencia hay que tener alguna idea con relación al fin de análisis, a ese momento de destitución. Lacan dice: “haber pasado por ahí, lo cual no implica haber terminado un análisis pero sí haber pasado en un análisis por cierto momento de destitución subjetiva”[i].
El fin de análisis, Lacan lo plantea como pasar varias veces por ese mismo lugar de la existencia del sujeto donde este no queda ya reducido a un Saber del Otro. Hacer la experiencia del deseo es soportar la inconsistencia del Otro, soportar ir mas allá del ideal, del fantasma, de la angustia; de los modos donde aún existo en el Otro. El psicoanalista por venir se consagra al deseo, dispuesto a pagarlo, reduciéndose él al significante cualquiera. Y esto es una decisión. Y esto es lo que insiste, lo que nos empuja a continuar nuestra tarea a pesar de las dificultades y del “horror” que produce ese vacío.
“...Para Pascal que la naturaleza tenga o no horror al vacío era capital, (nos dice Lacan) porque esto significaba el horror de todos los sabios de su tiempo ante el deseo. Hasta entonces, sino la naturaleza, al menos todo el pensamiento había tenido horror de que pudiera haber en, en algún lugar, vacío. Queda por saber si también nosotros, de vez en cuando, cedemos a ese horror”[ii]
Autorizarse, entonces nace de ese instante en que escapa el sentido, instante de existencia del inconsciente, al atravesar ese vacío donde el Otro ya no responde.
Autorizarse proviene de autor pero el analista no es autor, ya que la abstinencia implica que no exponga lo propio, el analista habla sin identificarse como autor de lo que dice. Sin embargo, la definición de autor incluye al que es causa de alguna cosa o que la inventa; y el analista participa de ambas cosas, tanto de una función de causa como de cierta invención.
En el Seminario XXIV encontramos que el analista inventa un saber de la verdad a partir de la queja del que le habla, inventa un saber supuesto al sujeto con lo cual Lacan define a lo que se escribe.
El analista escucha al sujeto del decir y se abstiene de comprender, la abstinencia opera en el campo del sentido, y si en un análisis se dice lo que se escucha, es decir, el saber del –ya lo sabia- se inscribe por la escucha como un texto inédito en ese lugar donde no había nada escrito. Se trata de un saber que se escribe y la autoridad en lo que hace a la interpretación refiere a lo que se impone de lo que se dice. En ese sentido, la autorización es una cuestión de discurso, de lo que este permite escribir.
El deseo del analista se aproxima al duelo del yo, el analista tiene que abandonar su yo, hacer callar en él, como dice Lacan: “…el discurso intermedio, para abrirse a las verdaderas palabras, en esa medida puede colocar en ella su interpretación reveladora”[iii]
Interpretar es la decisión del analista de olvidarse de si mismo, (como un saber representado en el Otro) y es la única posibilidad de no hacer versiones de ése que habla.
Si el analista no se autoriza de alguna identificación que provenga del Otro, 'de ser o de estar nombrado-para', entonces, ¿qué implica hablar de la autorización del analista? Autorizarse como analista es una cosa, pero serlo es otra muy distinta. No hay ser del analista —sólo hay ser sexuado—, nos dice Lacan en el seminario XXI, no hay otra representación del analista que la que se juega en la transferencia, en este sentido, sólo puede autorizarse del resto que sostiene aquello que no es.
Por lo tanto, autorizarse “a partir de si mismo” no es desde el yo, no es desde la identificación que viene del Otro, está en relación al final del análisis, y esto no es del orden del descubrimiento sino de la invención, ahí donde no hay nada, donde hay puro vacío, un deseo novedoso ha de advenir.
“El “no hay relación sexual” produce “Traumatismo”, entonces se puede apelar al fantasma, es decir lo que suscita el goce, pero aun queda inventar. Uno inventa en ese breve tiempo de corte, donde se suspende el saber adjudicado al Otro, lo que puede, por supuesto” [iv]
Que el dispositivo analítico no esté ritualizado implica que el analista toma la decisión, ese es el acto del analista. De eso se trata soportar el vacío imposible de colmar con lecturas, seminarios y supervisiones. Lo que no implica que pueda prescindir de ello (por eso no es sin algunos otros).
Entonces, el analista se autoriza de sí mismo cada vez que hace un acto, porque sabe que el soberano bien no existe, no hay un manual, o un gran otro que le diga cuál es el buen camino. Esa es la ética del psicoanálisis. El analista se hace responsable de lo que dice, y debe poder responder por ello y por los efectos que produzca en el acto que hace con su palabra. Y cuando no lo hacemos, cuando “faltamos a esa cita con el inconsciente”, cierta culpa nos atraviesa, nos sentimos responsables por esto, lo que nos lleva a la pregunta de Lacan ¿ha actuado usted en conformidad con el deseo que lo habita?[v]
Dice Colette Soler en “Standards no Standards”: “Lacan pone en el centro del problema de la formación del analista la cuestión misma de su deseo. (…) la institución no es, no debe ser, no podrá ser, el agente que instituye al psicoanalista. Lo que no quiere decir que la institución se desentienda de garantizar la formación. (…) Lacan reconoció y planteó que en su acto el analista, si es analista, no se autoriza de ningún Otro”[vi].
Sin embargo, Lacan en el seminario XXI agrega a la frase: “y por algunos otros”, claro que se trata de otros con minúscula.
El discurso analítico no puede sostenerse en uno solo. En el seminario XXIV Lacan se pregunta por el estatuto de esos otros y refiere a lo que se escribe, apunta a que no sin algunos otros se escribe y se autoriza lo que se escribe. Es el discurso como lazo social, que hace a la dimensión del acto. Así el estatuto de los otros está en relación con lo que se escribe en el lazo social que surge del psicoanálisis como discurso. “Esos otros” tienen un lugar en la Escuela, donde algo de la garantía se pone en juego, pero no es una garantía institucional sino una garantía en acto: la que implica lo que se dice, garantía en relación a lo que se puede escribir del discurso del analista, no sin “algunos otros”.
El lugar del analista dependerá además de la formación que ha tenido, de su análisis y de su control.
Lacan se refiere al análisis propio en “Breve discurso a los psiquiatras” diciendo: “Vuestro deseo no toma su justo lugar, no se anima más que porque ustedes se hayan efectivamente percatado de que él se ha formado en el lugar del Otro, que es por su naturaleza y función, deseo del Otro y que ésta es precisamente la razón que hace que ustedes no puedan en ningún caso reconocerlo por si solos y es esto lo que justifica el análisis y que no hayan podido proseguirlo sino con la ayuda de un analista, lo que no quiere decir que el analista sea el Otro....él es muy otra cosa....”[vii]
En tanto el deseo es el deseo del otro, para que el paciente encuentre su posición deseante, el analista debe vaciarse de deseo y ser la causa del deseo del otro, analizante. Para que el analista pueda ocupar esa posición, en lugar de ubicarse en el lugar del significante amo (S1), es decir del agente que pone a trabajar al esclavo, es necesario que haya pasado por la experiencia de la castración, es decir, saber que no sabe y esto es lo que el analista debe saber cuando alguien esté allí demandándole la felicidad.
“Lo que el analista tiene para dar (dice Lacan en el seminario 7) contrariamente a la pareja del amor, es lo que tiene, y lo que tiene es un deseo advertido, lo que no puede ser, no puede desear lo imposible[viii]”
Que el analizante “produzca al analista, no cabe ninguna duda. Es por esta razón que nos interrogamos sobre lo que es del estatuto del analista, a quien le dejamos su lugar de hacer verdadero, de semblante. No hay nada de ejercicio profesional. Y algo más, como no hay nada más fácil que patinar en la equivocación (bévue) , es decir, en un efecto del inconsciente, no es sin estar, al mismo tiempo, el analista, en posición de analizante”[ix].
Frente al desamparo que produce el confrontarse con lo real de la clínica, el espacio de la supervisión orienta el deseo de supervisar así causado, hacia el amparo que otorga la confianza en poder enfrentar el inconsciente, transitando la imposibilidad sin obturarla con un saber referencial cualquiera.
“… no estaría mal quizá, que el analista dé cierto testimonio de que sabe qué es lo que hace (…) que, de lo que hace, de testimonio de cierta manera. Tampoco sería por demás excesivo esperar que en lo que hace, piense...”[x]
Dice Colette Soler (¿Qué control? En Finales de Análisis) que lo que Lacan inscribió en la frase “el analista se autoriza a sí mismo” implica la suspensión de todo procedimiento de aprobación. Entonces, un control se le impone al analista allí donde ninguna instancia se lo impone: “asegurar que hay psicoanálisis”.
Bibliografía
Freud, S. Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico. Tomo XII. Ed. Amorrortu.
Freud, S. Sobre la iniciación del tratamiento. Tomo XII. Ed. Amorrortu
Lacan, J. Breve discurso a los psiquiatras. 10 de Noviembre de 1967
Lacan, J. Conferencia en Ginebra sobre el síntoma. En Intervenciones y textos.
Lacan, J. Libro 7 Seminario “La Ética del Psicoanálisis”. Ed. Paidos,2005.
Lacan, J. Libro 10 Seminario “La angustia”. Ed. Paidós. 2006
Lacan, J. Libro 15 Seminario “Del Acto”. Inédito
Lacan, J. Libro 21 Seminario “Los nombres del Padre o Los no Incautos Yerran”. Inédito
Lacan, J. Libro 24 Seminario “L´insu que sait de l´une –bevue s´aile á mourre, “Lo imposible de aprender”. Inédito.
Lacan, J. Mi enseñanza. Paidós.
Lacan, J. Proposición del 9 de octubre de 1967.
Lacan, J. Variantes de la cura tipo. En Escritos 1.
Laznik, D. “Análisis, Institución”. Texto internet.
Soler, C. ¿Qué control? En Finales de Análisis.
Soler, C. Standars no Standars. El control y la institución.
NOTAS.
[i] Lacan, J: El Seminario. Libro 15 “El Acto Psicoanalítico”. Inédito
[ii] Lacan, J: El Seminario. Libro 10: La angustia. Clase V “Lo que engaña”. Pág. 80
[iii] Lacan, J: “Variantes de la cura tipo”. Escritos 1. Pág. 340.
[iv] Laznik, D: “Análisis Institución” Cátedra: Psicoanálisis Freud II. Profesor Titular Regular. www.psi.uba.ar/academica/carrerasdegrado/psicologia/informacion_adicional/obligatorias/freud2/textos/cos_prac.rtf
[v] Lacan, J: El Seminario. Libro 7. Clase 22. Pág. 373.
[vi] Soler, Colette. Standards no Standards. El control y la institución. Pág. 112.
[vii] Lacan, J: “Breve discurso a los Psiquiatras”. 10 de Noviembre de 1967. Pág.
[viii] Lacan, J. El Seminario. Libro 7. Clase 22. Pág. 358.
[ix] Lacan , J. : El Seminario. Libro 24, clase 10-V-77. Pág. 47
[x] Lacan, J. Conferencia en Ginebra sobre el síntoma. En Intervenciones y textos. Pág. 117.
Sigmund Freud (Consejos al Médico)
Nos derivan a nuestro primer paciente. Hace tiempo lo esperamos, sin embargo, la llegada de éste momento no puede reducirse a un mero contento por ello.
Comenzamos a hacernos preguntas, y pronto comprendemos que el habernos recibido en la Facultad de Psicología no es suficiente. En ese momento una frase nos resuena una y otra vez: “el analista se autoriza de sí mismo”. Enunciado que como tantos otros latiguillos aprendidos de memoria empieza a cobrar insistencia, ahora en forma de pregunta.
Sin encontrar una respuesta, y mientras esa sensación inhóspita nos recorre, las preguntas se multiplican: ¿Podremos escuchar? ¿Sabremos intervenir? ¿Soportaremos los silencios? ¿La transferencia? Como si fueran distintos elementos, ignoramos, a pesar de la lectura y la preparación teórica, que es una sola y única cuestión: el lugar del analista, su función.
Este trabajo surgió a partir de nuestros interrogantes en el inicio de nuestra práctica analítica, donde nuestra autorización parecía ponerse en juego ante cada intervención y al tener que dar cuenta de cada una de ellas. Así, a cada instante, nos planteábamos si ocupábamos o no ese lugar.
Ocupar ese lugar implica, entre otras cosas, abandonar otras posiciones. No se tarda en vivenciar que el lugar del analista es el de un vacío, difícil de soportar… Sin embargo, algo pulsa, algo nos empuja a ocuparlo. A pesar de las dificultades, de las resistencias, la clínica psicoanalítica nos convoca.
Lacan enuncia en la Proposición del 09 de octubre de 1967: “El psicoanalista sólo se autoriza a partir de sí mismo”. Entonces, ¿de qué se trata “autorizarse”?; ¿Qué implica la posición del analista?
Sabemos que el analista se autoriza a partir de sí mismo luego de haber pasado por cierto momento de destitución subjetiva. En el seminario del acto, queda explícito que para comenzar un análisis, para poder soportar la transferencia hay que tener alguna idea con relación al fin de análisis, a ese momento de destitución. Lacan dice: “haber pasado por ahí, lo cual no implica haber terminado un análisis pero sí haber pasado en un análisis por cierto momento de destitución subjetiva”[i].
El fin de análisis, Lacan lo plantea como pasar varias veces por ese mismo lugar de la existencia del sujeto donde este no queda ya reducido a un Saber del Otro. Hacer la experiencia del deseo es soportar la inconsistencia del Otro, soportar ir mas allá del ideal, del fantasma, de la angustia; de los modos donde aún existo en el Otro. El psicoanalista por venir se consagra al deseo, dispuesto a pagarlo, reduciéndose él al significante cualquiera. Y esto es una decisión. Y esto es lo que insiste, lo que nos empuja a continuar nuestra tarea a pesar de las dificultades y del “horror” que produce ese vacío.
“...Para Pascal que la naturaleza tenga o no horror al vacío era capital, (nos dice Lacan) porque esto significaba el horror de todos los sabios de su tiempo ante el deseo. Hasta entonces, sino la naturaleza, al menos todo el pensamiento había tenido horror de que pudiera haber en, en algún lugar, vacío. Queda por saber si también nosotros, de vez en cuando, cedemos a ese horror”[ii]
Autorizarse, entonces nace de ese instante en que escapa el sentido, instante de existencia del inconsciente, al atravesar ese vacío donde el Otro ya no responde.
Autorizarse proviene de autor pero el analista no es autor, ya que la abstinencia implica que no exponga lo propio, el analista habla sin identificarse como autor de lo que dice. Sin embargo, la definición de autor incluye al que es causa de alguna cosa o que la inventa; y el analista participa de ambas cosas, tanto de una función de causa como de cierta invención.
En el Seminario XXIV encontramos que el analista inventa un saber de la verdad a partir de la queja del que le habla, inventa un saber supuesto al sujeto con lo cual Lacan define a lo que se escribe.
El analista escucha al sujeto del decir y se abstiene de comprender, la abstinencia opera en el campo del sentido, y si en un análisis se dice lo que se escucha, es decir, el saber del –ya lo sabia- se inscribe por la escucha como un texto inédito en ese lugar donde no había nada escrito. Se trata de un saber que se escribe y la autoridad en lo que hace a la interpretación refiere a lo que se impone de lo que se dice. En ese sentido, la autorización es una cuestión de discurso, de lo que este permite escribir.
El deseo del analista se aproxima al duelo del yo, el analista tiene que abandonar su yo, hacer callar en él, como dice Lacan: “…el discurso intermedio, para abrirse a las verdaderas palabras, en esa medida puede colocar en ella su interpretación reveladora”[iii]
Interpretar es la decisión del analista de olvidarse de si mismo, (como un saber representado en el Otro) y es la única posibilidad de no hacer versiones de ése que habla.
Si el analista no se autoriza de alguna identificación que provenga del Otro, 'de ser o de estar nombrado-para', entonces, ¿qué implica hablar de la autorización del analista? Autorizarse como analista es una cosa, pero serlo es otra muy distinta. No hay ser del analista —sólo hay ser sexuado—, nos dice Lacan en el seminario XXI, no hay otra representación del analista que la que se juega en la transferencia, en este sentido, sólo puede autorizarse del resto que sostiene aquello que no es.
Por lo tanto, autorizarse “a partir de si mismo” no es desde el yo, no es desde la identificación que viene del Otro, está en relación al final del análisis, y esto no es del orden del descubrimiento sino de la invención, ahí donde no hay nada, donde hay puro vacío, un deseo novedoso ha de advenir.
“El “no hay relación sexual” produce “Traumatismo”, entonces se puede apelar al fantasma, es decir lo que suscita el goce, pero aun queda inventar. Uno inventa en ese breve tiempo de corte, donde se suspende el saber adjudicado al Otro, lo que puede, por supuesto” [iv]
Que el dispositivo analítico no esté ritualizado implica que el analista toma la decisión, ese es el acto del analista. De eso se trata soportar el vacío imposible de colmar con lecturas, seminarios y supervisiones. Lo que no implica que pueda prescindir de ello (por eso no es sin algunos otros).
Entonces, el analista se autoriza de sí mismo cada vez que hace un acto, porque sabe que el soberano bien no existe, no hay un manual, o un gran otro que le diga cuál es el buen camino. Esa es la ética del psicoanálisis. El analista se hace responsable de lo que dice, y debe poder responder por ello y por los efectos que produzca en el acto que hace con su palabra. Y cuando no lo hacemos, cuando “faltamos a esa cita con el inconsciente”, cierta culpa nos atraviesa, nos sentimos responsables por esto, lo que nos lleva a la pregunta de Lacan ¿ha actuado usted en conformidad con el deseo que lo habita?[v]
Dice Colette Soler en “Standards no Standards”: “Lacan pone en el centro del problema de la formación del analista la cuestión misma de su deseo. (…) la institución no es, no debe ser, no podrá ser, el agente que instituye al psicoanalista. Lo que no quiere decir que la institución se desentienda de garantizar la formación. (…) Lacan reconoció y planteó que en su acto el analista, si es analista, no se autoriza de ningún Otro”[vi].
Sin embargo, Lacan en el seminario XXI agrega a la frase: “y por algunos otros”, claro que se trata de otros con minúscula.
El discurso analítico no puede sostenerse en uno solo. En el seminario XXIV Lacan se pregunta por el estatuto de esos otros y refiere a lo que se escribe, apunta a que no sin algunos otros se escribe y se autoriza lo que se escribe. Es el discurso como lazo social, que hace a la dimensión del acto. Así el estatuto de los otros está en relación con lo que se escribe en el lazo social que surge del psicoanálisis como discurso. “Esos otros” tienen un lugar en la Escuela, donde algo de la garantía se pone en juego, pero no es una garantía institucional sino una garantía en acto: la que implica lo que se dice, garantía en relación a lo que se puede escribir del discurso del analista, no sin “algunos otros”.
El lugar del analista dependerá además de la formación que ha tenido, de su análisis y de su control.
Lacan se refiere al análisis propio en “Breve discurso a los psiquiatras” diciendo: “Vuestro deseo no toma su justo lugar, no se anima más que porque ustedes se hayan efectivamente percatado de que él se ha formado en el lugar del Otro, que es por su naturaleza y función, deseo del Otro y que ésta es precisamente la razón que hace que ustedes no puedan en ningún caso reconocerlo por si solos y es esto lo que justifica el análisis y que no hayan podido proseguirlo sino con la ayuda de un analista, lo que no quiere decir que el analista sea el Otro....él es muy otra cosa....”[vii]
En tanto el deseo es el deseo del otro, para que el paciente encuentre su posición deseante, el analista debe vaciarse de deseo y ser la causa del deseo del otro, analizante. Para que el analista pueda ocupar esa posición, en lugar de ubicarse en el lugar del significante amo (S1), es decir del agente que pone a trabajar al esclavo, es necesario que haya pasado por la experiencia de la castración, es decir, saber que no sabe y esto es lo que el analista debe saber cuando alguien esté allí demandándole la felicidad.
“Lo que el analista tiene para dar (dice Lacan en el seminario 7) contrariamente a la pareja del amor, es lo que tiene, y lo que tiene es un deseo advertido, lo que no puede ser, no puede desear lo imposible[viii]”
Que el analizante “produzca al analista, no cabe ninguna duda. Es por esta razón que nos interrogamos sobre lo que es del estatuto del analista, a quien le dejamos su lugar de hacer verdadero, de semblante. No hay nada de ejercicio profesional. Y algo más, como no hay nada más fácil que patinar en la equivocación (bévue) , es decir, en un efecto del inconsciente, no es sin estar, al mismo tiempo, el analista, en posición de analizante”[ix].
Frente al desamparo que produce el confrontarse con lo real de la clínica, el espacio de la supervisión orienta el deseo de supervisar así causado, hacia el amparo que otorga la confianza en poder enfrentar el inconsciente, transitando la imposibilidad sin obturarla con un saber referencial cualquiera.
“… no estaría mal quizá, que el analista dé cierto testimonio de que sabe qué es lo que hace (…) que, de lo que hace, de testimonio de cierta manera. Tampoco sería por demás excesivo esperar que en lo que hace, piense...”[x]
Dice Colette Soler (¿Qué control? En Finales de Análisis) que lo que Lacan inscribió en la frase “el analista se autoriza a sí mismo” implica la suspensión de todo procedimiento de aprobación. Entonces, un control se le impone al analista allí donde ninguna instancia se lo impone: “asegurar que hay psicoanálisis”.
Bibliografía
Freud, S. Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico. Tomo XII. Ed. Amorrortu.
Freud, S. Sobre la iniciación del tratamiento. Tomo XII. Ed. Amorrortu
Lacan, J. Breve discurso a los psiquiatras. 10 de Noviembre de 1967
Lacan, J. Conferencia en Ginebra sobre el síntoma. En Intervenciones y textos.
Lacan, J. Libro 7 Seminario “La Ética del Psicoanálisis”. Ed. Paidos,2005.
Lacan, J. Libro 10 Seminario “La angustia”. Ed. Paidós. 2006
Lacan, J. Libro 15 Seminario “Del Acto”. Inédito
Lacan, J. Libro 21 Seminario “Los nombres del Padre o Los no Incautos Yerran”. Inédito
Lacan, J. Libro 24 Seminario “L´insu que sait de l´une –bevue s´aile á mourre, “Lo imposible de aprender”. Inédito.
Lacan, J. Mi enseñanza. Paidós.
Lacan, J. Proposición del 9 de octubre de 1967.
Lacan, J. Variantes de la cura tipo. En Escritos 1.
Laznik, D. “Análisis, Institución”. Texto internet.
Soler, C. ¿Qué control? En Finales de Análisis.
Soler, C. Standars no Standars. El control y la institución.
NOTAS.
[i] Lacan, J: El Seminario. Libro 15 “El Acto Psicoanalítico”. Inédito
[ii] Lacan, J: El Seminario. Libro 10: La angustia. Clase V “Lo que engaña”. Pág. 80
[iii] Lacan, J: “Variantes de la cura tipo”. Escritos 1. Pág. 340.
[iv] Laznik, D: “Análisis Institución” Cátedra: Psicoanálisis Freud II. Profesor Titular Regular. www.psi.uba.ar/academica/carrerasdegrado/psicologia/informacion_adicional/obligatorias/freud2/textos/cos_prac.rtf
[v] Lacan, J: El Seminario. Libro 7. Clase 22. Pág. 373.
[vi] Soler, Colette. Standards no Standards. El control y la institución. Pág. 112.
[vii] Lacan, J: “Breve discurso a los Psiquiatras”. 10 de Noviembre de 1967. Pág.
[viii] Lacan, J. El Seminario. Libro 7. Clase 22. Pág. 358.
[ix] Lacan , J. : El Seminario. Libro 24, clase 10-V-77. Pág. 47
[x] Lacan, J. Conferencia en Ginebra sobre el síntoma. En Intervenciones y textos. Pág. 117.