sábado, 8 de marzo de 2008

Reseñas: Mladen Dolar. "Una voz y nada más" (por M.del C Rodríguez, La Nación)


La voz y la presencia de Slajov Zitek, que escribe desafiando la velocidad de la luz y de quien se han traducido más de veinte títulos al español, pueden producir el espejismo de que en la escuela eslovena de filosofía hay una sola voz, una voz y nada más. Pero el tono predominante de esta escuela -el original enlace de la reflexión filosófica con la política, el psicoanálisis, la literatura y la cultura popular- se modula a varias voces. Entre ellas, la de Mladen Dolar, que los lectores recordarán por su participación en el ya histórico libro Todo lo que usted quiso saber sobre Lacan y nunca se atrevió a preguntarle a Hitchcock , compilado por Zitek. Una voz y nada más comienza con una historia: en medio de una batalla, hay una compañía de soldados italianos atrincherados y su comandante, con voz alta y clara, ordena "soldados, ¡ataquen!". Como nadie se mueve, vuelve a gritar más alto, "soldados, ¡ataquen!". Cuando repite la orden por tercera vez se produce un efecto: una pequeña voz, desde las trincheras, le dice a modo de respuesta, " che bella voce! " ("¡qué bella voz!"). Más allá de la imagen estereotípica (los soldados italianos no querrían oír el llamado al deber porque no son los más valientes del mundo, pero, en tanto amantes de la ópera, sabrían apreciar una bella voz), el chiste opone las dos funciones más manifiestas de la voz: "la voz como vehículo del significado y la voz como fuente de admiración estética". En un caso, la voz se pierde detrás del significado; en el otro, se pierde al solidificarse en un objeto-fetiche. En este punto, Dolar propone una tercera opción: despejar "el objeto voz, la voz como la máxima encarnación de lo que Lacan denominó objeto a " (objeto causa del deseo). ¿ Una voz... es, entonces, un libro de psicoanálisis? No es, en todo caso, un libro de psicoanálisis ...y nada más . El periplo para despejar un objeto tan evanescente, en siete capítulos bien equipados, no elude ningún escollo. Precedida por inquietantes voces automáticas, la voz como excedente se perfila en "La lingüística de la voz", donde surgen otras voces, prelingüísticas, como "el hipo más famoso de la historia de la filosofía", el de Aristófanes en el Banquete de Platón. En "La metafísica de la voz", el planteo derrideano del "fonocentrismo" se ve doblado por otra historia de la metafísica, en la que la voz sin ley, desligada de la palabra (el logos ), tiene su contrapartida en la voz del padre, soporte de la Ley. En "La ´física de la voz" (donde Psicosis , de Hitchcock, El mago de Oz y una escena de En busca del tiempo perdido , de Proust, ejemplifican la voz "acusmática", es decir, aquella cuya fuente se desconoce), la voz se ubica en un lugar topológico paradójico y ambiguo, en la intersección entre el lenguaje y el cuerpo (topología del objeto a ), sin que esta intersección pertenezca a ninguno de los dos. En la intersección entre el sujeto y el Otro, la voz como un "entre dos" reaparece en "La ética de la voz" (en que se rastrea la voz de la conciencia en Sócrates, Rousseau, Kant, Freud y Heidegger), y también (allí el esquema es más complejo) en "La política de la voz", donde Dolar aborda la función ritual de la "viva voz" ( a viva voce ) en las plegarias, en el juicio oral, en el Parlamento y en las defensas de tesis universitarias, para desembocar en la voz del "totalitarismo". Y aquí no podía faltar el cine, claro: Chaplin-Hinkel, "el gran dictador" carismático de Tomania, pronuncia su famoso discurso de apertura en una lengua inexistente en la que se mezclan algunas palabras alemanas absurdas (el público entiende muy bien, sin embargo, lo que solo puede confiarse a la voz sin sentido y no puede formularse en palabras: la promesa de una suspensión de la ley, la "licencia para matar"...), y un invisible traductor de inglés interpreta el discurso, transformándolo en algo "políticamente correcto" para los oídos de los de afuera. El análisis de ese discurso y su oposición en espejo con el discurso final (el del barbero judío disfrazado de Hinkel), así como las reflexiones sobre la diferencia entre el fascismo y el estalinismo en tanto voces totalitarias, prueban que la agudeza y el arte de ingenio no se arraigan solo en la retórica. Alentado, en los dos últimos capítulos, por las "voces" de Freud y las de Kafka, el periplo llega a buen puerto, a la voz como máxima encarnación del objeto causa del deseo, habiendo demostrado que la precisión teórica no está reñida con la elasticidad del estilo, tan bien traspuesta en esta traducción. En su prólogo, Zitek confiesa haber sentido "envidia, mezclada con un miedo extraño" cuando leyó por primera vez este libro. "Todo escritor honesto conoce esta perturbadora sensación: es el afecto que testimonia que nos hemos encontrado con una obra maestra." Nosotros nos habremos encontrado, en todo caso, con otra bella voce eslovena.