lunes, 31 de mayo de 2010

ANNA KOELLREUTER. Introducción al libro "Mon analyse avec le professeur Freud" (Flammarion-Aubier, Paris, 2010)



INTRODUCCIÓN

Anna Koellreuter

Traducido del francés por Sofía Gradín

“¿Cómo es este Prof. Freud. y cómo se comporta él exactamente?” preguntó el padre a su hija Anna G. en una carta fechada el 13 de junio de 1921. De abril a julio de ese año, la joven dama estuvo en análisis con Freud en Viena y durante ese período ella no respondió prácticamente a ninguna carta. Por otro lado, tenía un diario íntimo dedicado a sus sesiones.

La analizante en cuestión era mi abuela, Anna G. Hace cerca de veinte años –seis después de su muerte-, descubrimos por casualidad una carta de Freud en la cual le indicaba sus condiciones para un eventual análisis –sus exigencias en términos de honorarios y de duración mínima de la cura-, y le señalaba que ella debía de decidirse rápidamente. Poco después de haber encontrado esta carta, encontramos también su diario. Este descubrimiento me conmocionó profundamente. Como los otros miembros de mi familia, yo sabía que mi abuela se había analizado con Freud, aunque las informaciones que ella nos había dado sobre ese asunto fueron extremadamente escasas.

Durante mis estudios yo viví con mis abuelos durante unos años, y estudié una profesión parecida a la suya: me convertí en psicoanalista. Ella, por su parte, jamás ejerció esta profesión. Si bien demostró un gran interés por mi práctica analítica, jamás me habló de su análisis. Cuando yo le preguntaba, por ejemplo, cómo se comportaba Freud durante las sesiones, ella respondía de manera evasiva que era un hombre “afable”. Su único comentario fue en respuesta a una pregunta de mi madre: la presencia de Freud en la misma habitación era más importante que todo lo que él pudiera decir. Yo nunca pude saber nada más, ni tampoco el resto de los miembros de mi familia que le hacían también preguntas: la experiencia que ella había vivido en Viena no era algo anodino, y agudizaba legítimamente la curiosidad de sus allegados. Pero ella siempre se rehusó a dar más detalles. Durante su estadía en Viena, ella también había respondido de manera evasiva a las preguntas que sus padres le hacían en sus cartas, y ésa es la razón por la cual me pregunté a menudo si este análisis había tenido lugar verdaderamente. No obstante, nosotras siempre discutíamos acerca de su actividad como psiquiatra, tanto en París como en Zurich y ella mostraba un interés que nunca menguaba por los estudios que yo hacía: se informaba de las materias que estaban en el programa, sobre los seminarios que hacía, y releía hasta en los mínimos detalles todos los trabajos y monografías que yo redacté en el curso de mi trayectoria universitaria.

Si bien jamás evocaba a Freud, ella me hablaba de muy buena gana de las condiciones en las cuales se desarrolló su estadía en Viena. La situación social de la inmediata post-guerra la había impresionado enormemente- la hambruna que causaba estragos, los problemas de alojamiento y la pobreza que golpeaban la sociedad austríaca. Ella se acordaba especialmente de los inválidos de guerra rusos que, después del fin de la guerra, quedaron arrinconados allí, en Viena, solos, a la deriva, sin recursos ni dónde vivir. Ellos erraban por la ciudad y de tanto en tanto encontraban refugio en los cafés, donde los mozos les servían un vaso de agua o un té a fin de que pudieran pasar unas horas al calor y al abrigo. Como su madre le enviaba regularmente una encomienda –ella temía que su hija pereciera dadas las condiciones extremadamente difíciles que reinaban en la capital austríaca-, ella distribuía una parte de su contenido (jamón, galletas, chocolate y conservas) entre las personas que ella conocía y que sabía que estaban necesitadas. Ella misma llegaba a escribir a su madre que tenía hambre y le pedía que le enviara otras encomiendas, sin revelarle lo que estaba haciendo: ella me comentó en repetidas ocasiones hasta qué punto la miseria de esta gente le pesaba, y que incluso le daba culpa –el contraste entre su propia situación y aquélla de esos desdichados era para ella insoportable.

Es sorprendente que ella no haya prácticamente jamás evocado la situación política de Austria, bastante difícil y tumultuosa en 1921. Ella no me ha hablado jamás, por ejemplo, de la inflación, a pesar de lo galopante que era en aquella época y que llegara a picos extremos dos o tres años más tarde, ni de los conflictos sociales o turbulencias políticas que marcaron la posguerra. Me parece que vivió estos tres meses y medio un poco al margen de la vida y la sociedad austríacas, incluso que se aburría un poco, si bien los eventos sobresalientes de la vida cultural vienesa no se le habrían debido de escapar: su referencia a Schnitzler (cuya obra La ronda suscitó un escándalo que nos es difícil de imaginar hoy día) lo atestigua –era por otra parte uno de sus autores preferidos y tenía sus obras completas.

El descubrimiento de su diario después de su muerte hizo que de golpe tomara cuerpo todo aquello que había permanecido para mí, hasta ese momento, un tanto irreal, pero también despertaba muchos interrogantes. ¿Por qué este análisis había sido tabú para mi abuela, al punto de no hablar de él? ¿Pensaba ella que la cura había logrado su objetivo o, al contrario, que había sido un fracaso? ¿Por qué no se había convertido ella en analista, si había trabajado durante varios años como psiquiatra en Burghölzli[1] de Zurich y en París? ¿Había concebido desde su partida otros proyectos? Todas estas cuestiones me preocuparon durante un tiempo prolongado.

Extrañamente, yo no terminaba de alegrarme de verdad por este maravilloso descubrimiento. La perplejidad y cierta incomodidad eran los sentimientos que predominaban en mí, los cuales continuaban reforzándose en el curso de mis lecturas. El carácter íntimo de estas notas y su estilo único tenían para mí algo de impresionante. Tenía al mismo tiempo conciencia de la especificidad de este documento, lo cual las reacciones de mi entorno vinieron a confirmar: cuando comencé a hablar a mis allegados de este diario, me presionaban para que lo hiciera accesible al público, o al menos que lo enviara a Washington D.C., a los archivos Freud. La presión exterior devino tan fuerte que preferí dejar las cosas en reposo. Y, lo que no es un detalle menor, en aquella época, mi familia no estaba dispuesta a aprobar una publicación.

Este testimonio ha ocupado mi espíritu durante años, y yo me sumergía en él sin cesar. Finalmente, un día, soñando también con la eventualidad de una publicación, me resolví a retranscribirlo. Frente a mis ojos, la cuestión esencial era la siguiente: ¿cómo publicar el diario de Anna G. y proteger a mi abuela simultáneamente? En febrero de 2007, me decidí a hacer una comunicación dentro del coloquio “La historia del psicoanálisis”[2] en Tübingen. Esta intervención tuvo una repercusión considerable y puso la cuestión de la publicación del diario a la orden del día. Pero no es la vida de mi abuela la que debía encontrarse en el centro del proyecto, no se trataba de que yo escribiera su biografía. Lo que me interesaba eran las notas que ella había tomado durante su análisis y que permitían hacerse una idea de la manera en que trabajaba Freud.

Diversas cuestiones se agitaban en mi espíritu: ¿qué actitud debía adoptar yo en tanto que analista cuya abuela, psiquiatra, se había analizado con el creador del Psicoanálisis? Muchos me envidiaban el haber tenido una abuela analizada por Freud. Yo me encontraba frente a un dilema. Para los especialistas, el descubrimiento de este diario era un evento mayor; para mí, implicada como estaba en tanto nieta de la autora, era también un problema que podría resumirse en una pregunta ineludible: ¿se podía decir que este análisis había sido exitoso? La nieta es incapaz de responder a este interrogante, también lo es la psicoanalista que soy. Yo no puedo ni deseo tratar a mi abuela como un “caso” –yo sería demasiado parcial.

Finalmente se me ocurrió una idea liberadora: dirigirme a otras personas, enviar el diario a algunos especialistas de la historia del psicoanálisis e invitarlos a dar su opinión. Ellos podrían reflexionar libremente acerca del diario sin opinión preconcebida puesto que no conocían a mi abuela.

Fue entonces que me contacté con los autores que participaron de esta obra. He aquí lo que les propuse: todos tendrían a su disposición la comunicación que yo había hecho en Tübingen[3], la transcripción íntegra del diari así como un artículo del semanario Die Zeit[4] dedicado a mi conferencia. No les impuse ninguna pregunta ni ningún tema preestablecido –tenían carta blanca. Y ello incitó a varios de los autores a aceptar mi proposición de inmediato, fascinados de tener acceso a este documento inédito. Es así que surgieron las contribuciones reunidas aquí, que muestran diversos modos de acercarse al diario.

La historia de mi recorrido con este testimonio precede el documento propiamente dicho, editado por Ernst Falzeder y traducido íntegramente aquí. Luego siguen las nueve contribuciones que las ediciones Aubier seleccionaron para ser publicadas en la versión francesa.

En “¡El profesor Freud exige tolerancia!”, Karl Fallend describe la evolución del psicoanálisis sobre el trasfondo de las conmociones políticas que marcaron la Viena de la pos-guerra inmediata. A partir de las primeras páginas del diario y de una nouvelle de Arthur Schnitzler, Karl Fallend pinta el contexto político y la atmósfera que impregnaban Viena cuando Anna G. se estaba analizando allí. La obra de teatro “La ronda”, acerba crítica de la moral sexual burguesa, causaba escándalo en Viena, así como en toda Europa. Freud compartía con Schnnitzler esta visión: “El remedio contra la nerviosidad que resulta del matrimonio sería más bien la infidelidad conyugal.”

Thomas Aichhorn estudia en primer lugar la noción de renuncia pulsional en Freud. Considera que Freud está intentando ayudar a su paciente a acceder a una mejor comprensión de sus mecanismos de defensa con el fin de abrirle otras posibilidades que no sean el solo rechazo de sus deseos infantiles. El “juicio de condenación”, el cual conocemos gracias al análisis del pequeño Hans, reviste aquí una significación esencial. Thomas Aichorn se refiere a La teoría general de la seducción de Jean Laplanche, cuando muestra que el dispositivo analítico crea las condiciones para una aproximación al el trauma de la seducción originaria y permite, mediante ello, desencadenar una forma de “retraducción”[5] de ésta.

John Forrester consagra su estudio a las condiciones que Freud impuso a la analizante y que imprimieron al análisis el giro que tomó. Freud provocó en la paciente una neurosis de transferencia tumultuosa cuya resolución, al término del análisis, había estado fijada por él desde el comienzo.

En su contribución, Pierre Passett elige, por una parte, comparar el diario con otros textos similares; y por otra, analiza las notas de Anna G. comparándolas con una obra redactada en la misma época por dos eminentes representantes del movimiento psicoanalítico: “Objetivos del psicoanálisis. Acerca de la correlación entre la teoría y la práctica”, de Otto Rank y Sándor Ferenczi.

Ernst Falzeder, por su parte, aborda a Freud en tanto analista y terapeuta. A partir de sus textos e informaciones recogidas de su agenda profesional, y también de memorias y entrevistas de antiguos analizantes, de fragmentos de la literatura crítica, Falzeder nos da una descripción de los métodos de trabajo de Freud, quien aparece como un analista creativo y extremadamente flexible, cuyo trabajo incluía también la psicoterapia en el sentido más estricto del término.

Juliett Mitchell se concentra en el “complejo fraterno” ligado al trauma provocado por el nacimiento de una hermana o hermano menor. Según ella, la analizante sentía hacia su hermano un odio asesino cuyo grado más profundo estaba negado y que permaneció, entonces, operando inconscientemente. Juliett Mitchell no cuestiona en absoluto las interpretaciones edípicas de Freud, sino que estima que éstas limitan la visión de la problemática fraterna. Con la ayuda de las notas del diario, ella muestra paso a paso cómo el mencionado complejo aparece en el análisis.

Según André Haynal, el análisis de Anna G. presenta el método de trabajo que, más tarde, será considerado como clásico, e permite revelar las ideas fundamentales y los límites. André Haynal se libra a una especie de supervisión a casi un siglo de distancia: Freud le parece sentencioso en la posición de poder que procura el saber a quien lo detenta, y es aquí donde resalta la problemática que preocupaba a Freud mismo. Este texto pone de relieve la particularidad del análisis del inventor del psicoanálisis: ¿análisis o autoanálisis? No cabe duda de que esto ha tenido efectos sobre la contratransferencia de Freud. En nuestros días, la práctica psicoanalítica no puede dejar de abordar estas cuestiones.

Ulrike May, por su parte, se sirve de las notas del diario para comparar en diez puntos la práctica de Freud con la práctica actual. Ella constata que la analizante ciertamente ha podido resolver su problema al fin del análisis, pero que no es posible saber si un “cambio estructural” ha intervenido. Según ella, es poco probable que haya sucedido.

August Ruhs, por último, compara las reseñas de tres mujeres que hicieron un análisis con Freud a una edad semejante y durante un período de una extensión similar. Se trata de la hija de Freud, Anna, de la joven que estudia en “Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina” y, finalmente, de Anna G. El autor intenta determinar si hay trayectorias concordantes o contradicciones de importancia tanto en las situaciones del comienzo como en los procesos terapéuticos. Señala en especial cuestiones significativas concernientes a las reacciones contratransferenciales por parte de Freud. Según el autor, estas reacciones, por ser la expresión de situaciones conflictivas internas y externas, no son menos problemáticas.

La obra tal como aparece hoy, veinte años después del descubrimiento del diario, acompañada de análisis y de comentarios bien diferentes, se corresponde perfectamente con mis expectativas.

Desde su aparición en Alemania, en enero 2009, el diario ha estado presente en el curso de numerosas conferencias públicas. Incluso se ha montado una versión escénica de la misma en un pequeño teatro de Zurich. Fue allí que oí por primera vez la “voz” del diario, la “voz” de mi abuela, lo que no dejó de reavivar los sentimientos y perturbaciones que yo había sentido desde mi descubrimiento, pero dándole a todo ello una nueva dimensión: recién hoy alcanzo a comprender los diferentes estados del alma que su lectura ha suscitado en mí.

Al comienzo, el problema esencial al cual me veía confrontada era que yo no podía ni quería analizar yo misma el diario – de ahí que surge la idea de someterlo a otras personas. Pero, en cierto modo, ello significaba también “librar” a mi abuela a la mirada de personas extranjeras.

Así nacieron las contribuciones tan apasionantes como diversas, contribuciones que yo había deseado, pero que también pudieron, en ciertos aspectos, lastimarme, dándome de mi abuela una imagen que no se correspondía con la que yo tenía de ella. Estas contribuciones han aportado un nuevo esclarecimiento, otro, sobre Anna G. y su análisis. De cierta manera, ellas han afectado la relación que yo tuve con ella, pero era el precio a pagar. Yo lo he aceptado.

Las lecturas públicas de la obra han constituido para mí una segunda etapa. Ellas me han permitido trabajar sobre estas heridas, tomar distancia en lo que concernía al libro al mismo tiempo que encontraba mi propia mirada sobre su contenido. Me he podido hacer mi idea de las cosas y llegar a la conclusión de que mi abuela era ya la persona emancipada, independiente y libre que siempre conocí. Ya que las notas de su diario hacen aparecer todo aquello que, en un análisis, no es específicamente singular: el complejo de Edipo, la rivalidad reinante en la fratría, los elementos simbólicos, etc, que son propias de todos los analizantes. Las declaraciones de amor que Anna dirige a Freud no tardan en hacerse conscientes, puesto que el amor de transferencia es parte del análisis. Nada de aquello que Freud le decía le era extraño ya que ella había leído la mayoría de sus obras. Se podría decir que ella a traspasado a su diario todo el material analítico que no le era específico. Y este procedimiento ha probablemente contribuido a que ella se apropiara de su singularidad y la ha ayudado a reforzar su capacidad de amar y de tomar buenas decisiones. Pero ella ha decidido guardarlo para ella misma: los lectores de su diario son excluidos de ello, y yo, su nieta, igualmente.

La tercera y, provisoriamente, última etapa, de mi recorrido ha tenido lugar gracias a la puesta en escena del diario. Al oir la voz de mi abuela y aquélla de Freud –ambos encarnados por extraordinarios comediantes-, todas las reservas que había podido formular hasta la publicación pasaron a segundo plano. La representación hace sentir la intensidad emocional que circula entre estos dos seres, la dimensión tanto erótica como narcisística de su relación. La interpretación que Anna G. hace de sus sueños, tanto en el diario como en escena, me recordó que mi abuela me había regalado un día su ejemplar de La interpretación de los sueños y que, durante toda su vida, ella se mostró interesada en los sueños de otros y en su interpretación. Esta adaptación escénica me ha reconciliado: después de haberla visto, me dije a mí misma: “Sí, es bien ella, es mi abuela, con toda su vitalidad, su personalidad, su racionalidad y su espíritu contundente, pero también sus debilidades: es todo aquello que yo he amado en ella, desde mi más tierna infancia hasta su muerte.”


[1] Después de haber aprobado su examen de Estado (1918), ella ocupó su primer puesto en Burghölzli, dirigida por Eugen Bleuler, especialista en esquizofrenia. En 1920 ella defendió su tesís, igualmente bajo la dirección de Bleuler. Esta clínica universitaria, lugar privilegiado de la psiquiatría europea había acogido a los pioneros del psicoanálisis.

[2] Ver el artículo de Anna Koellreuter

[3] Publicada bajo el título “Als Patientin bei Freud 1921. Aus dem Tagebuch einer Analysandin”, Werkblatt. Psychoanalyse und Gesellschaftskritik, 58, 2007, p. 3-23

[4] Ernst Falzeder, “Sie streifen so nah am Geheimnis”, Die Zeit, 2 de agosto de 2007, p. 32: “Verdadero pequeño evento científico: el diario, desconocido hasta ahora, de una paciente de Freud que redactó una reseña de sus sesiones”.

[5] Nota de la traductora: en francés dice “détraduction”

viernes, 28 de mayo de 2010

ERIC LAURENT. "El goce sin rostro" (Ed. Tres Haches, 2010)

"Debido a nuestra revelación, el acceso de cada uno a su verdad es particular. No hay un acceso único para todos. Contrariamente a los que piensan salvar al mundo reforzando el nombre de Dios como nombre del lazo social, nosotros afirmamos que la Sociedad no es el Otro. Las nuevas eróticas de lo divino no serán solicitadas en un nuevo ágape, un nuevo amor de la humanidad universal orientada por el significante amo del Creador. Ellas pasan por el no-todo al que esta confrontado el sujeto contemporáneo del discurso del psicoanálisis. Este da a luz la inexistencia de la relación sexual entre los límites del goce fálico y lo infinito del goce femenino. Ya no se trata solo de pluralización. [...] Jean-Claude Milner destacaba una imprevista consecuencia del principio de lo ilimitado en la sociedad, a falta de un exterior posible, el sujeto se vuelve contra si mismo. Si únicamente el cuerpo le da su consistencia al ser hablante, y ya no el discurso que se había soñado universal, la extracción del objeto a será siempre mas apremiante, para paliar los efectos del desencadenamiento de la pulsión de muerte." (Eric Laurent)

jueves, 20 de mayo de 2010

Vacaciones del Bicentenario

Queridos amigos: el blog y yo entramos en un período de receso,
debido a unas breves vacaciones que haré coincidir con los festejos
(y feriados) del Bicentenario. Nos reencontraremos el 26 de mayo.
Saludos y ¡Viva la Patria!

miércoles, 19 de mayo de 2010

DAVID LE BRETON. "Rostros" (Ed.Letra Viva, 2010)

El rostro tiene historias que atraviesan los siglos y son muy diferentes. David Le Breton hace una antropología de esa parte del cuerpo humano que es el lugar central de nuestra comunicación. Sin dejar de lado el "cara a cara", el mal de ojo, las máscaras, las muecas, ni los identikits de criminales, pone en evidencia las paradojas de la envergadura del rostro humano, conduciéndonos sucesivamente por la historia de lo deformado y lo resplandeciente, lo bello y lo feo, lo aceptable y lo insoportable.
El autor relaciona rostro y máscara. "La máscara no es una simple herramienta para asegurarse el incógnito, sino que revela secretos, sorpresas. Suele tomar las riendas apoderándose del hombre, quien creía dominar, orientar su acción. Querer escurrirse de los propios rasgos no es una intención libre de riesgos. Cambiar de rostro es cambiar de existencia… ¿No es acaso el rostro una medida de precausión a través de la cual se dominan todos los impulsos, las tentaciones que pondrían en peligro el orden del lazo social?"Apoyándose en la religión, la filosofía y la antropología, el autor delimita todo el "mediodecir" del rostro para conducirnos a la reflexión última de que una de las características de la violencia simbólica que opera en el racismo consiste, antes que nada, en la negación del rostro en el otro.
David Le Breton. Profesor de Sociología en la Universidad Marc Bloch de Strasbourg. Miembro del Instituto Universitario de Francia. Miembro del laboratorio URA-CNRS Culturas y sociedades en Europa.
Autor de los siguientes libros traducidos al español: Antropología del cuerpo y modernidad (Buenos Aires, Nueva Visión. 1990), Las pasiones ordinarias. Antropología de las emociones (Buenos Aires, Nueva Visión. 1998), La sociología del cuerpo (Buenos Aires, Nueva Visión. 2002), Adiós al cuerpo. Una teoría del cuerpo en el extremo contemporáneo (México, La Cifra. 1999), Antropología del dolor (Madrid, Seix Barral. 2001), El silencio. Aproximaciones (Madrid, Sequitur. 1997), El sabor del mundo. Una antropología de los sentidos, (Buenos Aires, Nueva Visión. 2007).

martes, 18 de mayo de 2010

STEPHEN JAY GOULD. "Ontogenia y filogenia" (Ed. Critica, 2010)

Ontogenia y filogenia es una de las obras que más ha influido en una rama científica tan básica como es la biología del desarrollo. Pero, a pesar de ser un libro de referencia entre la comunidad científica, había permanecido sin traducción al castellano hasta la presente edición. Considerado uno de los grandes trabajos de Stephen Jay Gould y convertido ya en un clásico de la biología, combina el poder narrativo del autor, capaz de conmover el fondo de nuestros espíritus, con la dimensión histórica y científica más actual, al mismo tiempo que supone una mirada al pasado con la no oculta intención de intervenir en el presente. Con su peculiar estilo, Gould aborda un tema que ha intrigado a los biólogos desde los lejanos tiempos del mundo heleno, que cobró vigor en el siglo XIX de la mano de Ernst Haeckel, y que tuvo que adaptarse a desarrollos tan novedosos como el que introdujo la genética mendeliana: la relación -si es que la hay- entre el desarrollo del embrión de un organismo individual (ontogenia) y la historia de la evolución de su especie (filogenia).

lunes, 17 de mayo de 2010

JACQUES LACAN. "Autres Écrits" (Ed. du Seuil, Paris, 2001)

En el año 2001 se publicaron en Francia los Autres Écrits, recopilación de escritos y conferencias de Jacques Lacan. Muchos de estos textos tienen hace tiempo versión española. No obstante, el libro completo aún no se tradujo. Ustedes podrán descargar el texto completo, en francés, haciendo clic aquí.

sábado, 15 de mayo de 2010

PABLO PEUSNER. "Para leer a Lacan. Acerca de la aparición de nuevos libros que facilitan el acceso a la lectura del corpus lacaniano"




En el transcurso de las últimas semanas –momento especial por tratarse de los populosos días de nuestra Feria del Libro– han aparecido dos obras que pasan a integrar ese conjunto tan valioso de libros destinados a iluminar de alguna manera el corpus lacaniano. Se trata de libros muy especiales, que participan del backstage de nuestra lectura y que de alguna manera han pasado a conformar un género particular dentro de las publicaciones ligadas al psicoanálisis.

Si bien ambos son bien diferentes, llama la atención que los dos títulos hagan hincapié en la lógica de la letra y la lectura: el primero de ellos se titula “Al pie de la letra 1. Referencias al escrito De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis de Jacques Lacan” (Editorial de la Universidad de la Plata) de Ivone Galantini, Susana Kaplan y Mónica Rossi. El segundo –que está dividido en dos volúmenes– lleva por título general “Apuntes matemáticos para leer a Lacan” (Editorial Letra Viva). El volumen 1 está dedicado a la Topología; mientras que el volumen 2 se ocupa de Lógica y Teoría de Conjuntos. Su autor es Pablo Amster, reconocido matemático quien ya se había ocupado previamente de las referencias matemáticas de Lacan[1]. A continuación, unas breves puntuaciones acerca de cada uno de ellos:

* Ivone Galantini, Susana Kaplan, Mónica Rossi. “Al pie de la letra 1. Referencias al escrito De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis de Jacques Lacan”. Editorial de la Universidad de La Plata, La Plata, 2010. 179 páginas.

Desde el Prólogo al libro, Ricardo Rodríguez Ponte rescata un valor central de la obra afirmando que las autoras han utilizado como método el de “tomarse el trabajo que implica no dejarse intimidar por la erudición de Lacan poniéndose en contacto con los saberes que esta comporta, para luego poner a estos al servicio de una lectura a la letra del escrito”. Aquí cabe una aclaración: un trabajo tal se ha realizado hasta el detalle solo en lo referente al primer capítulo del escrito lacaniano, el que lleva por título “Hacia Freud” –en comunicación personal, sus autoras me han hecho saber que el proyecto continúa y que pronto tendremos el trabajo correspondiente al resto del escrito–. No obstante, los hallazgos son notables: una investigación acerca del término Antiphysis, la revisión de la lógica del percipiens-perceptum-sensorium, la traducción de algunos fragmentos de las Lecciones clínicas sobre las enfermedades mentales y nerviosas de Jules Séglas, aclaraciones a las referencias de Lacan a Jaspers, Ida Macalpine, Jakobson y otras más muy valiosas. Además, en Anexo se incluye la traducción de un fragmento de la Introducción a la edición inglesa de las “Memorias...” de Schreber escrita por Ida Macalpine y Richard Hunter, junto a otras perlas...

El libro cuenta con una segunda parte, donde sus autoras –por cuenta y riesgo de cada una– realizan aportes de lectura personal, los que enriquecen aún más el volumen, aportándole una perspectiva particular. En síntesis, se trata de una obra valiosa, de la que esperamos todavía más en próximas entregas.

*Pablo Amster. “Apuntes matemáticos para leer a Lacan”. Volumen 1: Topología. Volumen 2: Lógica y Teoría de Conjuntos. Ed. Letra Viva, Buenos Aires, 2010. 148 y 218 páginas respectivamente.

Pablo Amster es un autor realmente muy interesante. Su libro (voy a escribir de él en singular, aunque se divida en dos volúmenes) está construido de un modo tal que deja ver con claridad la posición de su autor. Amster es matemático y eso se nota. Pero su obra –a diferencia de trabajos publicados por otros autores– trasciende las matemáticas. Sin embargo, tampoco es psicoanalista –y eso también se nota–. Me atrevería a decir que Amster “coquetea” con las citas de Lacan, y lo hace muy bien. Las utiliza lo mínimo indispensable para darle marco a sus desarrollos y están tan bien elegidas que cumplen su función con una precisión “matemática”. Ahora bien, Amster en un precursor en esto de divulgar sin bastardear las ciencias duras –un libro suyo previo, titulado “La matemática como una de las bellas artes”[2] es una verdadera joya al respecto–, haciéndolas divertidas y accesibles hasta el punto en que la intuición nos abandona. Porque –y lo digo sin ninguna vergüenza– para quienes no tenemos una formación (ni una disposición natural) a la matemática, Amster nos hace digerible la cosa hasta cierto punto. Eso no es poco, puesto que ha encontrado la manera de llevarlo cada vez más lejos, libro a libro.

Una rápida mirada a los índices demostrará que desde los títulos mismos, su autor juega el juego que Lacan prefería, el de la transmisión amusante [divertida]. Los contenidos, los temas abordados son amplios: en el primer volumen, generalidades acerca de la topología y las superficies topológicas clásicas; seguido de generalidades de la teoría de nudos y nudos destacados (trivial, borromeo, trenzas, etc.). El segundo volumen comienza con nociones básicas de lógica, sigue con los aportes de Peano, Fibonacci, Cantor y Göedel, finalizando con reflexiones e indicaciones acerca de la filosofía que rodea a la matemática misma.

En síntesis, dos obras bien diferentes escritas con un mismo objetivo: acompañar la lectura de la obra de Jacques Lacan. ¿Se justifica que dicha lectura genere más libros? Siempre. Porque siempre liber enim, librum aperit...


[1] Me refiero concretamente al agotadísimo “La matemática en la enseñanza de Lacan”, Editorial LecTour, Buenos Aires, 2002.

[2] Publicado por la Universidad Nacional de Quilmes y Siglo Veintiuno editores de Argentina, Buenos Aires, 2004, en la colección “Ciencia que ladra” dirigida por Diego Golombek.

jueves, 13 de mayo de 2010

Andrea E. Homene. "ESO" (Página 12/Psicología, 13 de mayo de 2010)

Gabriel salió de “gira”, como tantas tardes, como todas sus tardes, desde que después de repetir tres veces primer grado su madre decidió que era en vano seguir mandándolo a la escuela. Hacía rato que tomaba alcohol y fumaba paco. A veces, cuando “pintaba”, aspiraba cocaína. Pero nunca, jura que nunca, había mezclado pastillas con alcohol, “porque eso hace mal”. La gira siguió esa noche. Mucho, pero mucho alcohol. A la madrugada, uno de los pibes trajo pastillas. Clonazepán. Y las puso en la botella de tinto.

Gabriel tomó, como todos los demás. Ya eran las siete de la mañana, la cabeza le daba vueltas. El recuerdo se torna confuso, un poco por el efecto de todo lo que tomó, otro poco por la vergüenza. Jura que no hizo nada. Pero se vuelve sombrío, oscuro. Agacha la cabeza y sus ojos evitan el contacto conmigo.

Dice que sólo recuerda que lo golpearon, mucho. Y que lo acusaron de hacer “eso”. Eso de lo que no habla, eso que en la cárcel no se cuenta, porque contarlo es exponerse al castigo de los demás internos. Eso que se disfraza por un delito menor, el homicidio: sí, entre los presos, el homicidio no es lo más grave; lo peor es “eso”. Eso que un guardia le contó a los otros convictos y que generó una pelea en la que Gabriel fue, otra vez, muy golpeado.

Gabriel llora. Pide por su mamá. Y dice que quiere mucho a su papá, y que el papá es muy bueno con él. Sin embargo, el papá se presentará diciendo que no se siente en nada responsable por lo que le pasa a Gabriel y pidiendo que, “sin que él lo sepa, le saquen sangre con la excusa de hacerle análisis”: él quiere un ADN porque está seguro de que “no es mi hijo”.

Su mamá dice que Gabriel es el único que lleva el apellido del padre porque su padre, el de ella, le prohibió que anotara a los chicos con el apellido de su pareja: al nacer Gabriel, ella lo anotó con su pareja, “a escondidas”. Los demás chicos llevan el apellido del padre de ella. Que además les pega, a todos.

Gabriel asegura que su abuelo lo odia, porque lleva el apellido del padre. Cuando lo detuvieron, entre los vecinos y la policía lo llevaron a la seccional; dado vuelta como estaba, no se le hicieron análisis ni pruebas tendientes a determinar el grado de alcohol y drogas que llevaba en su organismo. “¿Para qué?, ¿para que zafe?”

Gabriel padece deficiencia intelectual. ¿Pero eso qué importa? ¿Distingue entre lo que está bien y lo que está mal? Eso es suficiente. Aunque sepamos que distinguir entre lo que está bien y lo que está mal no hace necesariamente que alguien pueda ser considerado “penalmente responsable”.

Gabriel va a ir a juicio. Y es muy probable que en ese momento no importe que de chiquito sufrió desnutrición, lo cual, sabemos, impacta de manera irreversible sobre la capacidad de desarrollo intelectual. Menos va a importar que no fue a la escuela, que nadie se ocupó de saber qué pasaba con él. Tampoco, que el consumo de alcohol y drogas probablemente haya disminuido más aún su capacidad de discernimiento. Menos todavía va a considerarse la problemática familiar: el abuelo golpeador, que impone su apellido a los hijos de sus hijas, abusiva e incestuosamente, y al que se le escapó uno y por eso lo odia. Finalmente, ¿qué relevancia puede tener que ese padre amado e idealizado por Gabriel quiera hacerle el ADN a escondidas porque está seguro de no ser el padre?

Este a quien llamo Gabriel es uno entre los cientos de menores que, en los institutos, esperan que llegue el día del juicio; están presos, aunque se lo nombre de otro modo, sin que hayan sido probados los hechos que se les imputan.

Las condiciones que determinan la imputabilidad de un sujeto –capacidad para distinguir el bien y el mal, comprender la criminalidad del acto y dirigir libremente sus acciones– desatienden los condicionamientos socioculturales y económicos y son incompatibles con la noción de sujeto del psicoanálisis. Introducir en el ámbito jurídico estos aspectos es un desafío muy grande, pero impostergable.

Se ignora que el sujeto poco o nada sabe de aquello que sobredetermina sus actos; que “el momento del pasaje al acto es el de mayor embarazo del sujeto, con el añadido comportamental de la emoción como desorden del movimiento. Es entonces cuando, desde allí donde se encuentra –a saber, desde el lugar de la escena en la que como sujeto fundamentalmente historizado puede únicamente mantenerse en su estatuto de sujeto– se precipita y bascula fuera de la escena (...) el sujeto se mueve en dirección de evadirse de la escena” (J. Lacan, Seminario 10).

Se pretende que un sujeto “se haga responsable” de su participación en una escena, justamente en el instante en el que está caído por completo de la escena. Paradoja difícil de resolver. Claro está que el sujeto del derecho no es el sujeto del psicoanálisis. Hablamos de distintos sujetos. Y a la vez, hablamos del mismo individuo.

La creación del Fuero de Responsabilidad Juvenil, con la incorporación de profesionales de distintas disciplinas, psicólogos, analistas, trabajadores sociales, abre la posibilidad de intentar un abordaje diferente, que permita poner en cuestión al sujeto del derecho y su supuesta libertad de acción. Asimismo introduce variables que inevitablemente deberán ser consideradas, a los fines de lograr una verdadera transformación en el tratamiento de los casos de jóvenes en conflicto con la ley penal. Si esto no sucede, sólo se tratará de un vano intento, cuyo alcance no irá más allá de un cambio de nominación.

Andrea E. Homene es psicoanalista, Integrante del RAC (Resolución Alternativa de Conflictos) de la Defensoría General de Morón.

CARLO GINZBURG. "El hilo y las huellas. Lo verdadero, lo falso, lo ficticio" (FCE, mayo 2010)

Judíos de Menorca y caníbales brasileños, chamanes y anticuarios, romances medievales, los Protocolos de los sabios de Sión, la fotografía y la muerte, Voltaire, Stendhal, Flaubert, Auerbach, Kracauer, Montaigne: Carlo Ginzburg recurre a todo esto y a mucho más para explorar las múltiples relaciones entre la verdad histórica, la ficción y lo falso. Lo que mantiene unidos los ensayos de este libro es la relación entre el hilo –el hilo del relato que, como a Teseo, nos ayuda a orientarnos en el laberinto de la realidad– y las huellas.
Contra la tendencia del escepticismo posmoderno a difuminar la frontera entre narraciones de ficción y narraciones históricas, el autor aborda esta relación como una disputa por la representación de la realidad, un conflicto hecho de desafíos, préstamos recíprocos e hibridaciones. El método que elige consiste en leer los textos a contrapelo para develar los testimonios involuntarios, aquellas zonas opacas que son las huellas que todo texto deja detrás de sí. Realidad, imaginación y falsificación se contraponen, se entrecruzan, se alimentan recíprocamente en cada testimonio analizado.
En
El hilo y las huellas, Carlo Ginzburg indaga algunos de los modos en que a lo largo de dos milenios y medio se contrapusieron y entrelazaron la ficción, la verdad y lo ficticio que se hace pasar por verdadero. En esta tríada, lo verdadero es un punto de llegada, no un punto de partida, y sobre su cambiante vínculo reposa el conocimiento histórico. "Los historiadores (y, de un modo distinto, los poetas) hacen por oficio algo propio de la vida de todos: desenredar el entramado de lo verdadero, lo falso y lo ficticio que es la urdimbre de nuestro estar en el mundo."

Indice de Contenidos

Introducción 9

I. Descripción y cita 19
II. La conversión de los judíos de Menorca (417-418) 55
III. Montaigne, los caníbales y las grutas 73
IV. París, 1647: un diálogo acerca de ficción e historia 109
V. Los europeos descubren (o redescubren) a los chamanes 133
VI. Tolerancia y comercio. Auerbach lee a Voltaire 159
VII. Anacharsis interroga a los indígenas. Una nueva lectura de un viejo
best seller 197
VIII. Tras las huellas de Israël Bertuccio 219
IX. La áspera verdad. Un desafío de Stendhal a los historiadores 241
X. Representar al enemigo. Acerca de la prehistoria francesa de los
Protocolos267
XI.
Unus testis. El exterminio de los judíos y el principio de realidad 297
XII. Detalles, primeros planos, microanálisis. Notas marginales a un libro de Siegfried Kracauer 327
XIII. Microhistoria: dos o tres cosas que sé de ella 351
XIV. El inquisidor como antropólogo 395
XV. Brujas y chamanes 413

Apéndice. Pruebas y posibilidades (Posfacio a Natalie Zemon Davis,
Il ritorno di Martin Guerre. Un caso di doppia identità nella Francia del Cinquecento, 1984) 433

Nota 467
Índice de nombres y obras 469

miércoles, 12 de mayo de 2010

GERARD HADDAD. "Carta abierta a Michel Onfray" (Diario Le monde, edición del 10 de mayo de 2010)

Carta abierta a Michel Onfray

Por Gérard Haddad

Traducción de Pablo Peusner

Versión original, en francés, aquí

Estimado Michel Onfray :

Desconozco si mi nombre le dice algo, ya que sin duda Usted jamás me ha leído.

Yo, por el contrario, hace algún tiempo leí con simpatía uno de sus libros. Usted cuenta allí el anhelo de su padre, agricultor, de ver el polo Norte, anhelo que, con amor filial, Usted ha complacido cuando sus finanzas se lo permitieron. Hallé en ese recuerdo, perdóneme, un perfume freudiano. Considero en efecto que, en su profundo estudio de la obra de Freud, algo esencial se le escapa. Y es que dicha obra está por entera construida en torno del amor al padre, amor primero. Lo remito al capítulo séptimo de su obra Psicología de las masas. El mismo Freud ha enunciado desde hace tiempo esa verdad verificable, que yo he verificado en mi existencia, de que la muerte del padre es sin duda el dolor más grande que un hombre puede experimentar.

Durante un tiempo he dudado en incluirme en esta avalancha de reacciones que ha suscitado su último libro. Y luego me decidí, porque demasiado es demasiado y no es forzosamente cierto que todo lo que resulta excesivo no cuente.

Tengo poco espacio aquí como para tratar los diferentes puntos que usted plantea. Me contentaré con un señalamiento y una objeción.

Fui analizado por el analista más caro de aquella época en París, Jacques Lacan, y los 200 Francos de mi sesión del año 1981 no pueden en ningún caso compararse a esos 450 Euros que usted agita como la prueba de no sé qué crimen. ¿Quién podría, en efecto, costear su cura al precio de 10.000 Euros por mes? Su calculadora ha debido tener una falla seria...

Usted ofrece también las 700 páginas de su obra como prueba de la seriedad de su trabajo. No injuriaría yo a un epistemólogo de su calidad subrayando la nulidad de un argumento que pesaría la verdad según el peso de las páginas, cuando ante esas 700 páginas se levantan miles de otras, también muy serias y documentadas.

Pero dejemos todo esto para ir a lo que considero lo esencial, y que no ha sido tomado en cuenta. Lo esencial se sostiene en esta pregunta concreta, práctica: ¿el psicoanálisis sirve para algo? ¿Alivianó o no el fardo de los hombres?

Desde Freud, millones de hombre y mujeres han realizado un análisis y, tal como Usted, han estudiado seriamente el pensamiento de Freud. Pienso en particular en los testimonios de quienes no pertenecen a la profesión: Thomas Mann, Schnitzler, Zweig, Arnold y Staphan, incluso en Einstein quien no juzgó indigno el debatir con Freud. Pero sobre todo pienso en todos aquellos que testimoniaron del provecho que obtuvieron de su análisis.

Así, un día se le preguntó a Georges Bataille, en una emisión radiofónica más tarde transcripta, su opinión acerca del psicoanálisis, y si acaso no pensaba que su creatividad habría sido destruida si hubiera emprendido una cura. A lo que Georges Bataille respondió, cito de memoria, que jamás habría escrito una línea si no hubiera hecho un análisis. ¿Qué piensa Usted de tales testimonios? ¿Son fabulaciones? ¿Son muletas colgadas en la gruta de Lourdes?

Recientemente le hizo Usted un curioso reproche a B.H.L: el de no haber leído sus libros, siendo que él publica en la misma casa editorial que Usted. Ocurre que otros autores publican con el mismo editor que Usted y cuyo testimonio habría podido, habría debido, interesarle. Pienso en el libro de Marie Cardinal, Les mots pour le dire, en el que su autora testimonia que el psicoanálisis le salvó la vida. ¿Un efecto placebo?

Usted hubiera podido leer, en la misma editorial, a otro autor. Discúlpeme por citarlo ya que se trata de mí. Usted podría leer allí el relato sin concesiones de mi propia cura, con los honorarios pagados, la duración de las sesiones, etc. Debo a esa cura todo lo que hoy en día soy, es decir: alguien que considera, en el otoño de su vida, que esa vida valía la pena de ser vivida. ¿Aún así se trata de una muleta colgada en la gruta de Lourdes? En este nivel de análisis, ¿quién delira?

Escuchándolo el otro día –ese increíble éxito mediático ¿no le hace parar un poco la oreja?– con el aplomo y la sonrisa socarrona de la certeza que Usted ostenta, pensé que una actitud tal podría corresponderse con tres posibilidades: podría ser la del investigador que, luego de arduos trabajos, hace un descubrimiento y declara E=m.c2, por ejemplo; o bien la del hombre que, así como San Pablo en el camino de Damasco, descubre la fe; o finalmente la del paranoico para quien a menudo todo toma sentido en el complot que descubre. No sé a cuál de las tres categorías Usted corresponde.

En todo caso, es necesario que sepa lo que su discurso significa. A esas millones de personas que le deben algo a Freud y a sus discípulos, Usted las escupió en la cara. Y de eso yo no puedo disculparlo.

Es cierto que, de hecho, Usted está acostumbrado. Desde hace tiempo Usted viene escupiendo la cara de millones de hombre para quienes la fe en Dios no es un opio. Bernanos hubiera dicho que Usted ha deshonrado al ateísmo.

También ha escupido la cara de venerables personas, como Herman Cohen o Leibowitz, quienes consideran a Kant como una de las más grandes maravillas que la inteligencia humana ha producido. Para Usted, Kant es el precursor de Eichmann, el nazi.

Seamos claros. ¡Usted me impresiona! Aprovechándose de la vertiginosa incultura de nuestro tiempo, encontró el truco que funciona: demoler todos los pilares de nuestra civilización. Debería Usted leer, en nuestra editorial común, mi ensayo Les Biblioclastes, los destructores de la cultura. ¿Será Usted uno de ellos? Ya verá a dónde conduce eso.

En todo caso, en este asunto, no es tanto su persona lo que me parece más sintomático, sino la audiencia que está de acuerdo con Usted y que es como una marca de infamia en la frente de esta cultura que compartimos.

Atentamente

Segunda presentación de enfermos de Jacques Lacan. Caso Monique (16 de enero de 1976) en el sitio de Patrick Valas

El excelente sitio de Patrick Valas presenta este archivo *pdf con el texto mecanografiado de la que sería la segunda presentación de enfermos de Lacan (la primera fue publicada hace tiempo con el título de "Una Psicosis Lacaniana"). El texto está corregido a mano y, por supuesto, en francés; pero resulta de un valor incalculable para quienes se interesan por dicha práctica. Podés descargarlo directamente haciendo clic aquí.

martes, 11 de mayo de 2010

ESCUELA FREUDIANA DE CÓRDOBA. Sección clínica: ¿qué hacer con el sufrimiento? (miércoles de mayo y junio, 20 hs)

Recortes clínicos

Miércoles 12 de Mayo: El estatuto del niño. Alexis Morales

Miércoles 19 de Mayo: El hombre de los lobos, cien años después. Gerardo García

Miércoles 26 de Mayo: Poesía versus inyecciones. Raúl Vidal

Miércoles 2 de Junio: Situaciones con niños. Adrián Molinaro

Miércoles 9 de Junio: La impostura de Louis Althusser. Ricardo Pon

Miércoles 16 de Junio: Ensayo de objeto. Silvia Luchessi

Miércoles 23 de Junio: El sufrimiento en la clínica. Enrique Torres


Todos los miércoles de Mayo y Junio a las 20 horas

Sede de la Escuela: 25 de mayo 36, primer piso, oficina 1

Email: escuelafreudianacordoba@hotmail.com Te. 4280517

Actividad no arancelada. Cupo limitado.


ROLAND BARTHES. "Introducción al análisis estructural de los relatos" (Communications, Nº 8, 1966)

Para descargar el texto completo en español, hacé clic aquí

lunes, 10 de mayo de 2010

RENE GIRARD. "Clausewitz en los extremos" (Ed. Katz, 2010)

Achever Clausewitz. Entretiens avec Benoît Chantre
traducción: Luciano Padilla López

ISBN 9789871566204, rústica - Argentina
fecha de aparición: mayo de 2010

ISBN 9788492946044, rústica - España
fecha de aparición: abril de 2010

Conversaciones con Benoît Chantre

Nuestra época -un tiempo de hostilidad total e impredecible, en el que los adversarios aspiran a la recíproca anulación del otro- es el testimonio definitivo, afirma René Girard en esta obra, de que la "violencia mimética" es la ley que rige las relaciones humanas. Una ley que encontró su formulación más radical en el tratado sobre la guerra redactado por Carl von Clausewitz. De esa obra, los críticos retuvieron un axioma esencial: "La guerra es la continuación de la política por otros medios"; pero al llevar a Clausewitz hasta el extremo, Girard muestra cómo, lejos de contener la violencia, la política corre detrás de la guerra: los medios de la guerra se han convertido en fines.
"Llevar a Clausewitz a su extremo, dice el autor, es levantar el tabú, lo que nos impedía ver que el Apocalipsis ya ha comenzado: porque la violencia de los hombres, escapando a todo control, amenaza hoy al planeta entero."
Al cabo de esta larga conversación con Benoît Chantre, René Girard se atreve a plantear la pregunta silenciada: ¿qué ocurre cuando se llega a los extremos? Y si bien las respuestas que surgen de este libro son muchas veces terribles, "es necesario -afirma Girard- despertar las conciencias dormidas: querer restablecer la calma es siempre hacer un aporte a lo peor".