miércoles, 31 de agosto de 2011
martes, 30 de agosto de 2011
Revista "Ornicar?", nº 28 (1984)
lunes, 29 de agosto de 2011
domingo, 28 de agosto de 2011
El video del domingo. "Cuartoelemento & Chango Farías Gómez". Zamba del grillo
Homenaje al Chango Farías Gómez, que se nos fue esta semana...
sábado, 27 de agosto de 2011
Revista "Efecto Mariposa", Nº 2 - Temas de psiquiatría y psicoanálisis
ÍNDICE |
Editorial, por Néstor Yellati PERVERSIONES
PAIDOFILIA
MEDICAR AL NIÑO
LA MEDIDA DE LA FELICIDAD
Además:
|
viernes, 26 de agosto de 2011
Agnès Aflalo. "El intento de asesinato del psicoanálisis" (Grama, 2011)
jueves, 25 de agosto de 2011
Gabriel Lombardi. "Tres definiciones de lo Real en psicoanálisis" (2000)
¿Qué hay de real en la experiencia psicoanalítica? Pregunta urticante, ya que el método freudiano, en cuyo marco se produce esa experiencia, no sólo fomenta la proliferación de las palabras, sino que busca desconectarlas de sus referencias habituales, a las que Lacan señala como referencias imaginarias. Los objetos a que refieren las palabras en el discurso común, la significación de las palabras, son descartados en el análisis como imaginarios.
El significante, en cuanto a la significación, deja con las ganas; es significante, empuja hacia una significación - pulsiona hacia ella - pero no nos la entrega. De allí que el corte forme parte del acto del analista: el corte analítico consiste en no admitir que la significación que el significante no entrega, venga a ser rellanada con otros significantes u otras significaciones que se proponen en sustitución de la significación que falta.
Por esa vía, el análisis aísla el significante, lo empuja hacia lo real, lo fuerza a mostrar que el efecto inconsciente que ejerce sobre el sujeto es anterior y es exterior al campo de la significación. Dicho de otro modo, que el significante, en lo real, no opera porque tenga sentido, sino precisamente porque no lo tiene. El sentido que añade al significante la interacción con otros significantes, camufla lo esencial: que él opera en el más completo sin-sentido. Lo cual no sería un problema si no fuera porque es precisamente un significante, un elemento cuya función sería la de significar. El significante no cumple con la función que anuncia. He allí la paradoja inicial y definitiva en que se presenta el lenguaje al sujeto.
Psicoanalizarse lleva a constatar que el significante, aún si no es bueno para darse a entender, es bueno para expresar el síntoma, ya que el síntoma responde a la estructura misma del lenguaje, que impide la significación, traba el buen funcionamiento de la cosa que él mismo propone, el significante. Es por eso que Lacan sostuvo que el síntoma es lo único que conserva un sentido en lo real. Porque es el punto con que el sujeto verdaderamente se da a entender con el lenguaje. Lo cual no quiere decir que logre que lo escuchen y entiendan otros, sino que logra expresar esto: que no se entiende, que no se escucha su goce del significante que está en lo real, y que está allí porque no cumple con su función.
Así entendido, el síntoma se convierte en nuestra referencia clínica fundamental, a partir de él podemos situar la orientación particular que cada sujeto encontró para su larga historia de vida, de vida escandida, incitada, interferida por el lenguaje. ¿Qué orientación es la del síntoma? La orientación de lo real, la orientación del significante excluido a la vez del campo de la significación y del sentido. Esta es la última definición de lo real que da Lacan: es lo que no tiene sentido y, sin embargo, encuentra en el síntoma un representante en el campo del sentido. El síntoma es lo que viene de lo real.
No era frecuente que Lacan hiciera la historia de las diferentes formas en que encaró una cuestión. A diferencia de sus hermeneutas, no creía en el progreso, ni siquiera en el progreso de su enseñanza. Había encontrado sus intuiciones fundamentales ya en 1953, cuando en su primera conferencia en Roma, Función y campo de la palabra y del lenguaje introdujo la terna simbólico-imaginario-real. Por eso en su tercera conferencia en la Ciudad eterna, que llama La tercera, sabe que vuelve, que vuelve sobre sus pasos. “La tercera es siempre la primera”: así comienza esa conferencia. Lo cual no quita su relevancia al hecho de que al volver, lo repetido, difiera. Es el principio del acto, es decir, de una verdadera repetición: añadir, retroactivamente, sobre la primera ocurrencia, una diferencia, modificarla retroactivamente, aprovechar esa dimensión de Otra cosa de la que el significante, al permanecer en lo real, nos deja con las ganas.
En esa oportunidad, Lacan reseña tres definiciones de lo real que ha dado a lo largo de los años. Ninguna de las tres es descartada, ninguna de las tres es mejor. Las tres son buenas e incompletas. Hemos comenzado por la tercera, el síntoma que viene de lo real.
En la primera, Lacan dice que lo real es lo que retorna siempre al mismo lugar. Tiene la ventaja de permitir distinguir lo real de la realidad, ya que ésta se basa en un principio formulado por Freud en su texto La negación, donde explica: “el fin primero y más inmediato del examen de realidad no es hallar en la percepción real un objeto que corresponda a lo representado, sino reencontrarlo, convencerse de que todavía está allí”. A lo que Lacan, en su seminario sobre Las psicosis comenta: el sujeto debe reencontrar su objeto, y no lo reencuentra jamás, es precisamente en eso que consiste el principio de realidad.
Esta definición de lo real implica una connotación expulsiva, lo que retorna no lo hace a la realidad, sino que vuelve adonde el sujeto no percibe lo que, sin embargo, le concierne: no ve eso que lo mira, no escucha el objeto que lo invoca. Lo real que le concierne, lo real alterado por el significante, es inconsciente. Por eso si el objeto a tiene algo de real, es en tanto está afuera de la realidad, como su marco, incluso como su sostén. “El campo de la realidad no se sostiene sino por la extracción del objeto a que no obstante le da su marco”, escribió en nota a su Cuestión preliminar..., donde explica el esquema R.
La segunda definición de lo real, según la reseña del propio Lacan, es la que intenta aprehenderlo mediante lo imposible como modalidad lógica. Comentando el caso Juanito, Lacan habló de la solución analítica de la cuestión que conlleva el síntoma neurótico como “la solución de lo imposible”. Tal solución es aportada al hombre, escribe, “por el agotamiento de todas las formas posibles de imposibilidades encontradas en la puesta en ecuación significante de la solución” (La instancia de la letra).
Insisto, vuelvo, no debe creerse que estas definiciones se desmientan entre ellas. La solución de lo imposible no se aparta de la que dice que el síntoma es lo que retorna de lo real. El campo de la realidad, que es el del fantasma, es el campo donde “todo es posible”, porque no sucede. Por eso la raíz real del síntoma, que se depura en el análisis a partir de sus máscaras variadas, el síntoma de lo real, suele despertar en el sujeto esta locución interjectiva: ¡esto no es posible! Efectivamente, no lo es. Eso no le impide existir. Por lo mismo, el análisis no es el retorno a un estado anterior, no es la apocatástasis que sueñan las psicoterapias. Apunta a consumar una verdadera repetición, en la certeza de que lo mismo, repetido, difiere.
Buenos Aires, 10 de septiembre de 2000.
Publicado en Diván lacaniano, Vol. 0. Pp. 46-48.Tucumán. 2000.
miércoles, 24 de agosto de 2011
martes, 23 de agosto de 2011
Walter Benjamin. "La obra de arte en la era de su reproducción técnica" (El cuenco de plata, 2011)
lunes, 22 de agosto de 2011
Eric Laurent. "El sentimiento delirante de la vida". (Colección Diva, 2011)
Entrevista a Eric Laurent a modo de prólogo, por Silvia Elena Tendlarz
1. Lo memorioso del delirio
1) Funes y la refutación del tiempo (Buenos Aires, 2001)
2) La poética del caso lacaniano (Buenos Aires, 2001)
3) El delirio de un inconsciente sin el síntoma (Buenos Aires, 2008)
4) El delirio de un síntoma sin inconsciente (Buenos Aires, 2008)
2. Mundos posibles
5) Tres enigmas: el sentido, la significación, el goce (Paris, 1993)
6) El delirio de normalidad (Buenos Aires, 2009)
7) La psicosis ordinaria (Paris, 2007)
8) Las psicosis ordinarias (Buenos Aires, 2006)
9) Los inclasificables (Belo Horizonte, 2007)
3. El sentimiento psicótico de la vida
10) Los tratamientos psicoanalíticos de las psicosis (Reims, 1999)
11) ¿Hay algo nuevo en la psicosis? (Belo Horizonte, 1999)
12) Lo que la psicosis enseña a la clínica de la neurosis (Belo Horizonte, 1999)
4. Autismo
13) Autismo y psicosis: continuación de un diálogo con Robert et Rosine Lefort (Paris, 2007)
14) Un psicoanálisis orientado hacia lo real (Paris, 2007)
15) Los espectros del autismo (Buenos Aires, 2010)
domingo, 21 de agosto de 2011
sábado, 20 de agosto de 2011
Elisabeth Roudinesco. "Lacan, envers et contre tout" (Seuil, septiembre 2011)
L’homme continue à faire l’objet des interprétations les plus extravagantes, tantôt idole tantôt démon.
Mais le contexte, lui, a changé : l’époque héroïque de la psychanalyse a pris fin, nous vivons l’éclosion des psychothérapies, mille et une façons d’apaiser les souffrances contemporaines en vertu de pratiques toujours plus réglementées par l’Etat. Rappeler, dans ces conditions, ce que fut la geste lacanienne, c’est se souvenir d’abord d’une aventure intellectuelle et littéraire qui tint une place fondatrice dans notre modernité : liberté de paroles et de moeurs, essor de toutes les émancipations (les femmes, les minorités, les homosexuels), l’espoir de changer la vie, l’école, la famille, le désir.
Car si Lacan se situa à contre-courant de bien des espérances de l’après-68, il en épousa surtout les paradoxes, au point que ses jeux de langage et de mots résonnent aujourd’hui comme autant d’injonctions à réinstituer la société. Retour sur sa vie, son oeuvre, ce qu’elle fut, ce qu’il en reste, avec pour guide sa meilleure spécialiste.
viernes, 19 de agosto de 2011
PABLO PEUSNER. SEMINARIO EN LA CIUDAD DE LA PLATA. "El dispositivo de presencia de padres y parientes en la clínica psicoanalítica con niños".
jueves, 18 de agosto de 2011
Camille Coudari. "La apertura en el ajedrez para todos" (Paidotribo ed.)
miércoles, 17 de agosto de 2011
Enrique de Hériz. "Mentira" (novela). Ed. Edhasa, 2004
martes, 16 de agosto de 2011
Jacques Lacan. Le Séminaire. Livre XIX. "... ou pire" (Seuil, Paris). Aparece el 25/8
TEXTO DE CONTRATAPA
Encuentro fortuito de una maquina de coser con un paraguas. Encuentro imposible de una ballena con un oso blanco. El primero, imaginación de Lautremont; el otro, puntuación de Freud. Ambos memorables. ¿Por qué? Ciertamente, ellos aguijonean algo en nosotros. Lacan dice qué. Se trata del hombre y de la mujer. Entre ellos, ningún acuerdo, ni armonía, ni programa, nada preestablecido: todo esta librado a la buena ventura, lo que en lógica modal se llama contingencia. De allí no se sale. ¿Por qué es fatal, es decir, necesario? Hay que suponer que procede de una imposibilidad. De allí el teorema: “No hay relación sexual”. Hoy esta fórmula es famosa. En el lugar de lo que cava así un agujero en lo real, hay una plétora: imágenes que engañan y encantan, discursos que prescriben lo que dicha relación debe ser. Son solo semblantes, cuyo artificio el psicoanálisis hizo patente para todos. En el siglo XXI es algo conquistado. ¿Quién cree todavía que el matrimonio tiene un fundamento natural? Puesto que se trata de un hecho cultural, uno se entrega a la invención. En todas partes se ensamblan nuevos montajes. Será mejor… o peor.“Hay Uno”. En el corazón del presente Seminario, ese aforismo que pasó desapercibido completa el “No hay” de la relación sexual anunciando lo que hay. Entiendan: el Uno- solo. Solo en su goce (profundamente autoerótico) como en su significancia (por fuera de la semántica). Aquí comienza la última enseñanza de Lacan. Todo está allí desde que él lo enseñó, y sin embargo todo es nuevo, renovado, puesto patas para arriba. Lacan enseñaba el primado del Otro en el orden de la verdad y del deseo. Aquí, enseña el primado del Uno en la dimensión de lo real. Recusa tanto el Dos de la relación sexual como el de la articulación significante. Recusa el Otro, pivote dela dialéctica del sujeto, le deniega la existencia y la reenvía a la ficción. Desvaloriza el deseo y promueve el goce. Recusa el Ser, que no es más que semblante. La henología, doctrina del Uno aventaja aquí la ontología, teoría del Ser. ¿El orden simbólico? No es otra cosa que la iteración del Uno en lo real. De allí el abandono de los grafos y las figuras topológicas en beneficio de los nudos, hechos de redondeles de cuerda que son Unos encadenados. Recuérdenlo: el seminario XVIII suspiraba por un discurso que no fuese del semblante. Y bien, con el seminario XIX lo que hay es el ensayo de un discurso que proviniese de lo real. Pensamiento radical del Un-dividualismo moderno.
lunes, 15 de agosto de 2011
Jacques-Alain Miller. "13 clases sobre El Hombre de los Lobos" (UNSAM, 2011)
domingo, 14 de agosto de 2011
El video del domingo. PRESENTA TRÍO. "La aclaradora"
sábado, 13 de agosto de 2011
Jacques-Alain Miller. "Vida de Lacan"
viernes, 12 de agosto de 2011
jueves, 11 de agosto de 2011
Alejandro Tomasini Bassols. "Explicando el Tractatus. Una introducción a la primera Filosofía de Wittgenstein" (Grama, 2011)
Por lo novedoso de su contenido, las repercusiones de su impacto y su significación para la posteridad, el Tractatus Logico-Philosophicus es en general reconocido como una de las obras filosóficas más decisivas, pero también como una de las más difíciles de comprender. En este libro, Alejandro Tomasini Bassols enfrenta el reto de dilucidar el contenido del primer libro de Ludwig Wittgenstein y nos ofrece una reconstrucción coherente y convincente de sus posiciones más relevantes. Gracias a ella es posible ahora para el lector en español adentrarse en el texto de Ludwig Wittgenstein sin perderse en la intrincada secuencia de pensamientos que lo conforman. El autor de esta introducción nos ofrece en forma ordenada lo que podría llamarse la ‘interpretación lógica’ del Tractatus, esto es, la concepción lógica de la realidad, del lenguaje, de los números, del misticismo, etc., así como la nueva concepción de la filosofía como aclaración lógica del pensamiento. El Wittgenstein que de esta reconstrucción emerge es el de un pensador original, profundo, genuinamente esclarecedor y, sobre todo, inteligible. Difícilmente se encontrará en la literatura en español sobre el tema un libro equiparable que en tan pocas páginas ayude a quien se interese por la filosofía de Wittgenstein a comprender y disfrutar el mensaje filosófico contenido en lo que fue su primer gran libro.
miércoles, 10 de agosto de 2011
martes, 9 de agosto de 2011
JACQUES LACAN. "Je parle aux murs" (Seuil, Paradoxes, 2011)
Texto de contratapa
« Je parle aux murs », dit Lacan, et cela veut dire : « Ni à vous, ni au grand Autre. Je parle tout seul. C’est précisément ce qui vous intéresse. À vous de m’interpréter. »
Ces murs sont ceux de la chapelle de Sainte-Anne. Lacan y retrouve sa jeunesse d’interne en psychiatrie. Il s’amuse, improvise, se laisse aller. L’intention est polémique : les meilleurs de ses élèves, captivés par l’idée que l’analyse fait le vide de tout savoir préalable, ont levé le drapeau du non-savoir, emprunté à Bataille. Non, dit Lacan, la psychanalyse procède d’un savoir supposé, celui de l’inconscient. On y accède par la voie de la vérité (l’analysant s’efforce de dire crûment ce qui lui passe par la tête) quand elle débouche sur la jouissance (l’analyste interprète les dits de l’analysant en termes de libido ).
En revanche, deux autres voies en barrent l’accès : l’ignorance (s’y adonner avec passion, c’est toujours consolider le savoir établi), et le pouvoir (la passion de la puissance oblitère ce que révèle l’acte manqué). La psychanalyse enseigne les vertus de l’impuissance : elle, au moins, respecte le réel.
Leçon de sagesse pour une époque, la nôtre, qui voit la bureaucratie, au bras de la science, rêver de changer l’homme dans ce qu’il a de plus profond - par la propagande, la manipulation directe du cerveau, la biotechnologie, ou encore le social engineering. Avant, certes, ce n’était pas bien, mais demain pourrait être pire.
Jacques-Alain Miller
domingo, 7 de agosto de 2011
sábado, 6 de agosto de 2011
ADRIAN PAENZA. "Bertrand Russel" (contratapa del Página 12, miécoles 3/8/2011)
Bertrand Russell vivió 97 años: desde 1872 hasta 1970. Nació en Inglaterra como miembro de una familia muy rica y ligada con la realeza británica. Vivió una vida llena de matices, abogó en contra de la guerra, peleó contra la religión (cualquier manifestación de ella), estuvo preso en varias oportunidades, se casó cuatro veces (la última a los 80 años) y tuvo múltiples experiencias sexuales de las que siempre se manifestó orgulloso. Si bien fue uno de los grandes pensadores y matemáticos del siglo XX, ganó un Premio Nobel de Literatura en 1950. Fue profesor en Harvard, en Cambridge y en Berkeley.(1)
En fin: fue un tipo muy especial. Ahora bien, escapa al objetivo de estas líneas contar todos sus logros dentro del terreno de la lógica, que fueron determinantes para la evolución de esa rama de la ciencia. Pero, sin ninguna duda, uno de los capítulos más interesantes tiene que ver con su célebre paradoja de los conjuntos que no se contienen a sí mismos como elementos.
Le propongo que me siga con tres ejemplos.
Barbero en alta mar
Un barco sale lleno de marineros y se dirige en una misión que lo tendrá muchos días en alta mar. El capitán advierte, con disgusto, que algunos de los integrantes de la tripulación no se afeitan todos los días. Y como en el barco había un marinero/barbero, lo convoca a su camarote y le da la siguiente instrucción:
“Desde mañana, toda persona del barco que no se afeita a sí misma, la afeita usted. A los que prefieran afeitarse solos, no hay problemas. Usted ocúpese de los que no lo hacen. Es una orden”.
El barbero se retiró y, a la mañana siguiente, no bien se despertó (aún en su camarote) se dispuso a cumplir la orden del capitán. Pero antes, naturalmente, fue hasta el baño. Cuando se disponía a afeitarse, se dio cuenta de que no podía hacerlo, porque el capitán había sido muy claro: él sólo podía afeitar a los que no se afeitaban a sí mismos. O sea que en tanto que barbero, no podía intervenir en afeitarse. Debía dejarse la barba para no infringir la norma de sólo afeitar a los que no se afeitan a sí mismos. Pero, al mismo tiempo, advirtió que no podía dejarse crecer la barba porque, si no, incumpliría también otra parte de la orden del capitán, que le dijo que no permitiera que ningún integrante del barco no se afeitara. El, entonces, tenía que afeitarse.
Desesperado porque ni podía afeitarse (porque el capitán le dijo que sólo se ocupara de los que no se afeitaban a sí mismos) ni podía dejarse la barba (ya que el capitán no lo hubiera tolerado), el barbero decidió tirarse por la borda (o pedirle a alguien que lo afeite a él).
Morir ahorcado
En una ciudad en donde las cosas erradas se pagaban caras, el rey decidió que una persona debía ser ejecutada. Y, para ello, decidieron ahorcarlo. Para darle un poco más de sabor, colocaron en dos plataformas dos horcas. A una la llamaron “el altar de la verdad” y a la otra, “el altar de la mentira”.
Cuando estuvieron frente al reo, le explicaron las reglas:
“Tendrás oportunidad de decir tus últimas palabras, como es de estilo. Según que lo que digas sea verdad o mentira, serás ejecutado en este altar (señalando el de la verdad) o en el otro. Es tu decisión”.
El preso pensó un rato y dijo que estaba listo para pronunciar sus últimas palabras. Se hizo silencio y todos se prepararon para escucharlo. Entonces dijo: “Ustedes me van a colgar en el altar de la mentira”.
“¿Es todo?”, le preguntaron.
“Sí”, respondió.
Los verdugos se acercaron a esta persona y se dispusieron a llevarla al altar de la mentira. Cuando lo tuvieron de ese lado, uno de ellos dijo:
“Un momento, por favor. No podemos colgarlo acá, porque si lo hiciéramos, sus últimas palabras habrían sido ciertas. Y para cumplir con las reglas, nosotros le dijimos que lo colgaríamos según la validez de sus últimas palabras. El dijo que ‘lo colgaríamos en el altar de la mentira’. Luego, allí no podemos colgarlo porque sus palabras serían ciertas”.
Otro de los que participaban arriesgó: “Claro. Corresponde que lo colguemos en el altar de la verdad”.
“Falso –gritó uno de atrás–. Si fuera así, lo estaríamos premiando, ya que sus últimas palabras fueron mentira. No lo podemos colgar en el altar de la verdad.”
Ciertamente confundidos, todos los que pensaban ejecutar al preso se trenzaron en una discusión eterna. El reo escapó y hoy escribe libros de lógica.
Dios no existe
Seguramente, de todas las maneras de presentar la paradoja de Bertrand Russell, ésta es la más llamativa. Se pretende probar que Dios no existe, nada menos.
Pongámonos primero de acuerdo con lo que quiere decir Dios. Por definición, la existencia de Dios está igualada con la existencia de un ser todopoderoso. En la medida en que nosotros podamos probar que nada ni nadie puede ser omnipotente, entonces, nadie podrá adjudicarse el “ser Dios”.
Vamos a probar esto “por el absurdo”; o sea, vamos a suponer que el resultado es cierto y eso nos va a llevar a una contradicción.
Supongamos que Dios exista. Entonces, como hemos dicho, en tanto que Dios, debe ser todopoderoso. Lo que vamos a hacer es probar que no puede haber nadie todopoderoso. O lo que es lo mismo: no puede haber nadie que tenga todos los poderes.
Y hacemos así: si existiera alguien que tuviera todos los poderes, debería tener el poder de hacer piedras muy grandes. No le puede faltar este poder, porque, si no, ya demostraría que no es todopoderoso. Entonces, concluimos que tiene que tener el poder de hacer piedras muy grandes.
No sólo tiene que tener el poder de hacer piedras muy grandes, sino que tiene que ser capaz de hacer piedras que él no pueda mover....
No le puede faltar este poder (ni ningún otro, si vamos al caso). Luego, tiene que ser capaz de hacer piedras y que esas piedras sean muy grandes. Tan grandes que, eventualmente, él no las pueda mover.
Y ésta es la contradicción, porque si hay piedras que él no puede mover, eso significa que le falta un poder. Y si tales piedras no las puede hacer, eso significa que le falta ese poder.
En definitiva, cualquiera que pretenda ser todopoderoso adolecerá de un problema: o bien le falta el poder de hacer piedras tan grandes que él no pueda mover o bien existen piedras que él no puede mover.
De una u otra forma, no puede haber nadie todopoderoso (y eso era lo que queríamos probar).
Reflexiones finales
Todo esto forma parte de lo que se conoce con el nombre de la Teoría de Conjuntos. En principio, un problema no trivial es dar una definición correcta de lo que es un conjunto. Si uno trata de hacerlo (y la/lo invito a que pruebe), termina usando algún sinónimo: una colección, un agrupamiento, un listado, etcétera.
Aunque no parezca posible y sea cual fuere la definición, los elementos de un conjunto pueden ser conjuntos también.(2)
Bertrand Russell se preguntó: “¿Puede un conjunto tenerse a sí mismo como elemento?”. Y se contestó: “Me parece que hay una clase de conjuntos que sí y otras que no”. Y se disparó una gran controversia sobre la que hay muchísimo material escrito.
Con todo, los tres ejemplos que figuran más arriba son manifestaciones de una misma pregunta (y lea la frase que sigue con cuidado hasta entender qué dice): ¿puede un conjunto –que tiene como elementos a los conjuntos que no se contienen a sí mismos– ser un elemento de sí mismo?
Así dicho, suena a un trabalenguas intelectual, pero es lo que se conoce con el nombre de Paradoja de Bertrand Russell.
Parece imposible de decidir: luego de muchos años, los científicos dedicados a la investigación en lógica se pusieron de acuerdo en establecer que cualquier conjunto que se tuviera a sí mismo como elemento no es un conjunto y de esa forma resolvieron (en apariencia) la discusión.(3)
En realidad, el problema quedó –por ahora– escondido “debajo de la alfombra”. Pero lo notable es que ejemplos como los que figuran más arriba continúan generando múltiples discusiones. Y aunque no lo parezca, una vez más, también es “hacer matemática”.
----------------------------------------
Notas:
(1) Hay una excelente biografía de Russell (The Life of Bertrand Russell, La vida de Bertrand Russell, publicada en 1976) en la que aparece una pintura perfecta de esta personalidad del siglo XX).
(2) Por ejemplo, un conjunto podría tener dos elementos: los números pares y los números impares. Como se advierte, cada miembro del conjunto es a su vez un conjunto en sí mismo.
(3) Aunque parezca antiintuitivo, Russell pensó también en conjuntos que sí se contienen a sí mismos como elementos. Por ejemplo: el conjunto de todos los objetos que no son cucharitas de té. Este conjunto es el que contiene cucharitas sí, pero no de té, pero también tenedores, jugadores de fútbol, pelotas, almohadas, aviones de distinto tipo, etc. Todo, menos cucharitas de té. Lo que queda claro es que este nuevo conjunto (el que consiste en todo lo que no sea una cucharita de té) ¡no es una cucharita de té! Y por lo tanto, como no es una cucharita de té, tiene que ser un elemento de sí mismo.
viernes, 5 de agosto de 2011
PABLO PEUSNER. Introducción a "El sexo y el espanto", de Pascal Quignard
jueves, 4 de agosto de 2011
Alba Flesler. "El niño en análisis y las intervenciones del analista" (Paidós, 2011)
miércoles, 3 de agosto de 2011
ANTICIPO EXCLUSIVO. Colette Soler. "Los afectos lacanianos" (Letra Viva, aparece en septiembre de 2011)
Texto de contratapa
Este libro de Colette Soler se posiciona en la vereda opuesta a la intuición propia del sentido común: el afecto (y todos los nombres sucedáneos que recibe: emociones, sentimientos, etc.) no constituye un argumento del sujeto, ni es suficiente para alcanzar su verdad. La idea no es menor puesto que la clínica ubica con frecuencia al analista ante la delicada situación de un sujeto sufriente, dividido entre lo que piensa y lo que siente frente a determinada situación. ¿Existe tal diferencia? ¿Puede un psicoanalista operar con tales situaciones antes de haber alcanzado la claridad en el problema teórico que allí se hace presente?
La obra resulta sumamente rica para reconocer como existente y estudiar la teoría del afecto en la obra de Jacques Lacan, siempre bajo la consigna de su retorno a Freud –el que, como ocurre habitualmente en los textos de Colette Soler, está muy presente en las referencias bibliográficas, y en la lógica de construcción de sus argumentaciones–.
La obra comienza rechazando un lugar común entre ciertos críticos del psicoanálisis lacaniano: el que consiste en afirmar que Lacan desatendió los afectos del sujeto, a favor de una teoría del lenguaje y el significante. Las pruebas de la falsedad de una posición tal son aportadas con claridad, ya que según la autora la inquietud de Lacan por el tema del afecto está presente ya desde los años ’50, ocasión en que introduce la llamada “frustración de transferencia”.
Por otra parte, al recomponer la lista de los afectos lacanianos, es visible que Lacan se ha ocupado de los mismos a lo largo de su extensa obra: la angustia, el dolor, la impotencia, el duelo, la tristeza, la alegría, la felicidad, el tedio, el mal humor, la cólera, el pudor, la vergüenza, el entusiasmo... (y hay más), son algunos de los ejemplos en los que Colette Soler se detiene, ubicando sus coordenadas teóricas y sus incidencias clínicas.
El trabajo de Colette Soler con esta lista invita a la reflexión de orden clínico, puesto que toma valor crítico ante de lo que podría denominarse la evidencia (o el valor de verdad) de los afectos. El recorrido no se agota en una revisión de las posiciones de Freud y Lacan acerca de los afectos (ni de sus habituales referencias: Santo Tomás, Kierkegaard, Dante, Heidegger y tantos otros), sino que introduce ideas originales sobre los modos de aparición de los afectos en la época contemporánea. Desfilan así en sus páginas el ataque de pánico y la depresión, el duelo, los efectos del capitalismo en el humor, los afectos surgidos de la ruptura de los lazos sociales, el amor, etc. Y también encontramos ideas acerca del valor del afecto en el final del análisis, y su pertinencia en el testimonio del pase, bajo la forma de lo que Colette Soler denomina, siguiendo a Lacan, “afectos enigmáticos”.
En síntesis: la obra devuelve a la teoría de los afectos un lugar de importancia en el quehacer clínico del psicoanalista, tanto como en su posición ética. ¿Existe realmente esta teoría que ha podido ser ignorada durante tanto tiempo? El lector responderá a esta pregunta, luego de la lectura de este libro, fundamentalmente porque se trata de una obra ante la que resultará inevitable tomar posición y cuyos efectos se podrán verificar en el tratamiento psicoanalítico de los afectos.