martes, 4 de noviembre de 2008

PABLO PEUSNER. "El párrafo incómodo, o de cómo en ocasiones la desmesura se presenta como argumento".

Abro el libro de Jean Allouch titulado “El psicoanálisis ¿es un ejercicio espiritual? Respuesta a Michel Foucault” del Cuenco de Plata. Cayó en mis manos algo tarde, ya que apareció en septiembre de 2007; no obstante los libros están más allá del tiempo y este era mi tiempo para sentarme a leerlo con el entusiasmo de siempre. Luego del texto titulado “Envío”, sigue el primero de sus capítulos, el que es introducido con el título de “Un paso al costado”.
Leo su primer párrafo y mi entusiasmo choca contra algo que me cuesta definir. Tal vez en las líneas que siguen pueda precisarlo. Mientras tanto, lo cito completo, el lector de habla hispana lo hallará en la página 17:

“Un título como La hermenéutica del sujeto, ¿no era capaz de zumbarles en el oído a los psicoanalistas, en primer lugar a los lacanianos? A la distancia, actualmente no se puede asumir que ese curso de Michel Foucault, publicado en 2001, haya tenido importancia para ellos. Tal vez se sospechó, si es que se lo leyó, que tenerlo en cuenta implicaría demasiados trastornos dentro de la teoría así como dentro de la práctica psicoanalíticas”.

Allouch hace referencia al Curso que Michel Foucault dictara en el Collège de France el año lectivo 1981-1982 y que en español fuera publicado por el Fondo de Cultura Económica de México en septiembre de 2002. Ahora bien, ¿qué me impidió mantener mi entusiasmo, aunque no terminar de leer el libro en su totalidad? Ese primer párrafo me ignoraba y, sinceramente, no estaba dispuesto a dejar que eso ocurriera.
¿Cómo es que Allouch sabía que a “los psicoanalistas lacanianos” ese libro, ese título, no les había “zumbado en los oídos”? ¿Cómo podía afirmar con tanta seguridad que tampoco había tenido importancia para ellos? Finalmente... ¿por qué ironizar con que tal vez ese libro no había sido leído?
Y como en el año 2003 consagré más de tres meses al estudio cuidadoso de dicha obra de Michel Foucault, y como le dediqué toda una clase en un seminario que dictara en la institución de la que era miembro en ese momento –seminario y clase que están publicados gratuitamente en Internet–, desde la tribuna pido mesura para quien hace de la hybris un modo de argumentación que vale por sí mismo. Probablemente mi lectura de dicho libro no sea la más correcta. Probablemente, el modo en que lo elegí para iluminar ciertos aspectos de lo que Lacan llamaba “immixtion de Otredad”, haya sido desacertado. Probablemente tensar el “conócete a ti mismo” con “la inquietud de sí” no haya sido la mejor idea para intentar establecer cómo el sujeto y el Otro se relacionan en la situación analítica. Yo soportaría estoicamente –otra vez los griegos– cualquier crítica hacia mis argumentos, porque son argumentos. Pero no voy a aceptar sin protesto que se ignore un trabajo realizado, con el afán de que alguien se presente como el único que supo y pudo ver en esa obra una referencia para el psicoanálisis. Realizar afirmaciones generales, hablar de “los psicoanalistas lacanianos” como si alguien pudiera conocerlos a todos, es un verdadero acto de desmesura.
Es cierto que, probablemente, Jean Allouch no tenga ni la menor idea de quién es el que hoy alza la voz para pedirle cuidado. Pero, cuando el mismo hace referencia a los “psicoanalistas lacanianos”, yo también estoy incluido, al igual que cualquiera de vosotros, lectores de estas líneas. Es cierto que los grandes nombres del psicoanálisis dejaron pasar la aparición del libro. Que yo sepa ni Jacques-Alain Miller, ni Charles Melman, ni Colette Soler, ni alguno de nuestros maestros locales dieron espacio a la obra, ni hablaron de ella (nótese el “que yo sepa”, puesto que por supuesto puedo no saberlo). Pero suponer que solamente ellos son “los psicoanalistas lacanianos” es un error más cercano al orgullo y a la confianza exagerada en uno mismo, que a la capacidad de la razón de la que, está ampliamente demostrado hace mucho años, Allouch ha dado sobradas muestras.
No voy a reseñar el libro, pero sí voy a recomendar su lectura. Ya que sin dudas, esta obra de Jean Allouch se ha convertido en mi siguiente referencia para estudiar el problema que persigo desde el año 2002, y que he hecho público con el título de “Pertinencia del término immixtion en la definición del sujeto, tal como se lo entiende en el marco de una ética propia del psicoanálisis” (seminario disponible en http://www.edupsi.com/, donde la referencia a La Hermenéutica del Sujeto puede encontrarse en el “Episodio II”). Sólo que, para no sentirme tan incómodo, fue necesario escribir este breve texto a modo de descargo, con el fin de hacerle justicia al enorme trabajo que compartí en aquel momento con un grupo de analistas al que ese libro no les pasó desapercibido y que dedicaron horas a su atento y cuidadoso estudio. También a todos los colegas que, a través de la web, tomaron contacto con el material, lo leyeron, lo interrogaron y supieron hallar en él un estímulo para continuar trabajando.
Quizás, algún día, toda esa investigación se libere de la internet para transformarse en un libro. Allí, seguramente, comenzará otra historia. Pero cuidado, porque como se demuestra en los múltiples trabajos que a diario publican cientos de psicoanalistas, somos muchos los que trabajamos para iluminar aspectos de nuestra teoría, y toda esa producción merece ser reconocida, al menos, como “existente”.
Luego vendrá lo mejor: la discusión de los argumentos.