lunes, 1 de marzo de 2010

ANNA G. "Mon analyse avec le Professeur Freud" (Aubier, Paris, 2010)


Reseña de Elisabeth Roudinesco publicada en el diario Le Monde, el 26/2/2010

Siempre hubo a lo largo de la historia de los médicos del alma diversas maneras de exponer los casos clínicos. En ciertas ocasiones es el mismo terapeuta quien reconstruye una ficción verdadera para demostrar la validez de sus tesis, conservando el anonimato del paciente; en otras, es el paciente quien redacta su diario de la cura: en tales casos contamos con un testimonio escrito que expresa una visión totalmente diferente del desarrollo de la experiencia.
Por su parte, desde hace decenios, los historiadores del psicoanálisis han revisado y reescrito la historia de los pacientes anónimos, develando su verdadera identidad. Ellos descubrieron que, a menudo, esa historia era muy diferente de la ficción reconstruida por el terapeuta. En este tipo de investigación, el historiador la da la palabra a un paciente que no recurrió a la escritura luego de haber encontrado su huella en los archivos. Tratándose de Freud, los grandes casos originales han sido identificados, comentados y reinterpretados por los historiadores. Y sabemos desde entonces que las reconstrucciones realizadas por el maestro vienés –concretamente: Dora, el Hombre de los Lobos y el pequeño Hans– no dan cuenta forzosamente del destino ulterior de los pacientes tratados. Sin embargo, no son falsificaciones ni fabulaciones.

Consejos de abstinencia

Es a Anna Koellreuter a quien debemos el descubrimiento de un relato de Anna Guggenbühl (1896-1982), su abuela, en el que –a la vez– se encuentra su comentario acerca de su cura y un verbatim de las intervenciones de Freud. A la edad de 27 años, el 1º de abril de 1921, esta joven psiquiatra formada en el palacio de la célebre clínica Burghölzli, en Zúrich, se dirige a Viena para seguir un análisis con el famoso profesor, el que concluirá el 14 de julio. Comprometida desde hace años con Richard, un compañero de estudios, y habiendo mantenido numerosas aventuras amorosas, Anna duda de sus deseos de casarse. Decidida a comprender los motivos inconscientes de su vacilación, deja a sus padres y a su trabajo buscando encontrar a quien considera la gran oreja de su época.
¡No será decepcionada! Virtuoso de la interpretación fulminante, luego de haberla escuchado Freud le explica que en el “nivel superior” de su vida se despliega la conflictiva con su novio. Para captar su significación, agrega, hay que explorar el “nivel intermedio”, el que la remite a la relación neurótica con su hermano, y luego el “nivel inferior” –totalmente inconsciente– que concierne a la relación con sus padres. En otras palabras, le explica que está enamorada de su padre, que ella desea la muerte de su madre y que es su apego a su hermano, sustituto de su padre, lo que explica los movimientos de sus dudas permanentes: “Sus amantes sus sustitutos de sus hermanos, por eso todos tienen la misma edad y a la vez son menos maduros”.
Como siempre, Freud se apasiona por su concepto del complejo de Edipo. Preocupado también por el futuro de su paciente, no puede impedirse darle consejos de abstinencia que ella no seguirá en lo absoluto. En el hilo de las asociaciones libres –donde descubre fantásticas historias de masturbación, de gatos, de tuertos, de cuidadores de gansos y de arias de ópera– ella decide cancelar su matrimonio, partir para París y casarse con Arnold, un famoso escultor de Brienz (un cantón de Berna), quien le había hecho saber cuánto la amaba. Así fundarán una familia y permanecerán juntos para toda la vida.
La cura concluye sin que sean explicitados los por qué, ni las razones de esta decisión. Sin embargo, se puede notar que se produce en el momento en que Freud le dice a Anna que ella está bajo la influencia de un desafío lanzado a sus padres. Y puede suponerse que es el levantamiento de ese reprimido deseo de influencia el que la conduce a suspender sus esponsales y a desobedecer finalmente a su padre. Este la empujaba a no dejar a su novio y, un día, le había preguntado en una carta: “¿Cómo se comporta exactamente ese profesor Freud? ¿Cuándo vuelves y qué decidiste acerca de R? Esto es lo que te pregunta tu papá dirigiéndote sus pensamientos afectuosos”.
Los mejores especialistas del freudismo germano y anglófono han sido convocados para comentar cada palabra de ese diario magníficamente traducido al francés por Jean-Claude Capèle: Ernst Falzeder, Karl Fallend, Thomas Aichorn, John Forrester, Pierre Passett, Juliet Mitchell, André Haynal, Ulrike May, August Ruhs. Cada uno propone una interpretación personal del caso, agregando al corpus original vastos aportes postfreudianos, kleinianos, lacanianos o simplemente historiográficos Esta antología apasionante contribuye a enriquecer los anales de la historia del psicoanálisis.
No obstante, lamentamos que el editor francés haya creído conveniente sustituir con un título trivial (“Mi análisis con...”) al de la edición alemana, el que retomaba el fragmento de la carta dirigida a Anna por su padre (“¿Cómo se comporta exactamente ese profesor Freud?”). Notamos también que el apellido de la autora ha sido suprimido y que muchas contribuciones fueron eliminadas sin ser resumidas en la presentación. Por otra parte, la bibliografía es floja: algunos títulos deberían ser mencionados en francés y otros en inglés. Finalmente, faltan datos biográficos de los colaboradores, poco conocidos entre el público francés. Es una lástima, puesto que el documento es realmente fascinante.

Traducción de Pablo Peusner