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jueves, 30 de septiembre de 2010
Matías Buttini. "Fogwill... al leer su muerte" (en El Sigma)
La muerte, siempre al acecho, persigue sin detenerse y se presenta a la vuelta o a veces de frente y angustia cuando el sentido mismo de la vida se pone en suspenso, "en souffrance”, en sufrimiento si evoco la traducción que Lacan da a la carta robada de Edgar Allan Poe. Una carta, entonces, carta-letra (lettre) con su equívoco francés, me envía a la escritura, al escritor, ahora muerto. Su cuerpo, es tan solo, luego de este ¿momento, instante, eternidad? donde uno muere, su cuerpo, repito es el cuerpo literario. Deja de ser uno para pasar a ser otro: cuerpo humano carcomido por el lenguaje, se precipita en este corpus hecho ya tan sólo de palabras, libros y recuerdos... Nos quedará entonces, servirnos de su nombre, Fogwill, no sólo como recuerdo sino como texto vivo, legible y utilizable para la vida misma. Es en este punto donde la angustia, apenas afloja un poco y cede lugar a una nueva sensación: la permanencia de la palabra, más allá del cuerpo en el que un sujeto se sostenía para que su voz produzca un decir...