Prólogo
por Marcelo Mazzuca
Quienes intentamos abordar los problemas cruciales de la clínica psicoanalítica desde la perspectiva de la investigación universitaria, nos vemos habitualmente inclinados a tener que optar por inscribir nuestras investigaciones bajo el siguiente binomio: la teoría o la clínica. Esta aparente disyunción, muchas veces impuesta por las determinaciones del Otro, suele afectar nuestros oídos sin que sepamos bien de qué se trata ni cómo arreglárnosla con ella.
En el caso de la práctica del psicoanálisis, donde no es tan sencillo establecer con fineza la separación entre una cosa y la otra, esa opción puede adquirir, por momentos, la forma de una “elección forzada”: “si elijo la teoría me quedo sin la clínica” (elección que un psicoanalista raramente aceptaría de buen gusto), y “si elijo la clínica me quedo sin la teoría”. ¿Sería entonces esta última la opción deseada? La experiencia muestra que no, porque “si elijo la clínica me quedo sin la teoría… ¡¡y sin la clínica!!”, ya que resulta imposible acceder a ella sin la ayuda de la demarcación de los conceptos. ¡Coyuntura dramática para el deseo del psicoanalista!
Dicha coyuntura, podría llevar al investigador a “refugiarse” en una “enfermedad” que Lacan diagnosticó como propia del discurso universitario: la de la burocratización del saber, aquella donde los trámites mandan y los mecanismos comandan un trabajo que sólo conduce a la confirmación de lo ya sabido. Pues bien, no es en absoluto el caso de esta verdadera obra de ingeniería en la que consiste el escrito de Martín Alomo, quien eligió como tema de su investigación nada más y nada menos que La elección en psicoanálisis. Y como si esto fuera poco, en el volumen que tiene entre sus manos, el lector encontrará una genuina elaboración clínica de la problemática de la Elección en psicoanálisis. ¿Cómo es que esto pudo lograrse?
Admitamos que el tema de la elección en psicoanálisis es tan decisivo y apasionante como complejo. Sobran los ejemplos acerca de los enredos en los que caemos los psicoanalistas a la hora de intentar establecer sus coordenadas. Enunciados tales como “eso es algo que tendrá que decidir usted” o “no se case ni se embarque”, sólo indican una elección que habría que realizar a futuro. No son más que manotazos de ahogado que no logran llevar el problema de la elección al corazón de la experiencia propiamente analítica.
Para ilustrar otro aspecto de este tema tan complejo, basta recordar las dificultades que encontró Freud para resolver el problema de la “elección de la neurosis” antes de formalizar los conceptos de inconsciente y pulsión. ¿Por qué razones se termina eligiendo la neurosis histérica y no la neurosis obsesiva o la paranoia? La respuesta inicial de Freud —que no obstante se apoya en la constatación de los hechos clínicos— apuntaba a los hechos del pasado, a la localización temporal del acontecimiento traumático: hasta los 4 años, la elección es por la histeria; hasta los 8, la neurosis obsesiva; y hasta los 14 la paranoia. Un intento de búsqueda de explicación comparable a la pieza de humor de Les Luthiers donde el presentador, que ha perdido el texto donde figuran los datos decisivos de la historia a la que se va a referir, dice al público, como improvisando: “No me acuerdo si fue antes o después… ¡ah sí, fue después!, lo que no me acuerdo es después de qué”.
Digamos que para Freud, una vez atravesada la experiencia de investigar sus propios sueños, ese qué toma la forma de una causalidad novedosa, que parece provenir tanto del pasado como del futuro, en el limbo entre aquello realizado y aquello que está por efectuarse, y que toma su punto de apoyo en aquel “corazón del ser” en que consiste el deseo en su dimensión inconsciente. Es este el punto axial del tratamiento que Freud le da al tema de la elección, y que la tesis de Martín Alomo expresa en los siguientes términos: “Por nuestra parte, creemos haber dejado señalado el punto de que el deseo es una instancia inconsciente eminentemente electiva”. Siguiendo esta línea argumentativa, Martín Alomo consigue eludir las señales tramposas que podrían conducirlo a la impotencia de no poder encontrar en Freud más que enunciados comprensibles pero inservibles acerca de “lo electivo”.
Provisto de algunos instrumentos tomados de la enseñanza de Jaques Lacan, examina la temática de La elección en psicoanálisis por el lado de Freud desde muy variadas perspectivas. Por ejemplo, busca referencias en la lógica (con las que examina las operaciones silogísticas que Freud sitúa en la paranoia), retoma desarrollos clásicos de la filosofía (como la noción de proairesis en Aristóteles o la temática de la libertad en Kierkegaar), precisa la relación existente entre lo electivo y nociones como la de Versagung (frustración), procede a un trabajo de desambiguación de un término engañoso como es el de “electividad”, y llega a conclusiones tales como: “nuestra cultura misma se funda en la suspensión de aquellas mociones electivas”. El catálogo es inmenso, y vale la pena recorrerlo en detalle.
Pero lo más interesante en la investigación realizada por Martín Alomo, es el modo de posicionarse respecto del objeto de su investigación. A mi modo de ver, el lector se encontrará en el texto con la presencia entre líneas del deseo del investigador. Y con un deseo que en este caso posee un impulso que no carece de método, y que permite examinar una cantidad enorme de referencias de la obra de Freud con un admirable sentido de la orientación clínica.
Es por eso que la investigación realizada es clínica por partida doble. Lo es, en primer lugar, porque toma la casuística freudiana y explora el tema de la elección en su conexión con temas como el “síntoma”, “la transferencia”, los “tipos clínicos” o el “final del análisis”, entre otros. Pero además —y fundamentalmente—, porque es el deseo que habita en su propia práctica analítica el que parece comandar el trabajo de investigación del cual hoy todos nosotros podemos sacar provecho.
MARCELO MAZZUCA
14 de septiembre de 2012