La pregunta ¿qué es el padre?
está planteada en el centro de la experiencia psicoanalítica
como eternamente irresuelta, al menos para nosotros, analistas.[1]
El primer movimiento de Lacan sobre Freud respecto del tema del padre es la formalización de la cantinela del Edipo en la metáfora paterna. En la metáfora lo que responde al deseo de la madre es el padre. Es el padre que interviene sobre el deseo de la madre para producir la significación fálica. Será en el “Seminario 5” donde culmina la elaboración de dicha metáfora paterna – que había empezado trabajar en el Seminario anterior a raíz del síntoma fóbico de Juanito. – De manera tal que Lacan hace del padre un significante y de su función una función significante. Pero esto no quiere decir que su teoría reduzca al padre a un significante.
Además de la metáfora paterna Lacan introduce[2] - continuando la elaboración del seminario anterior- los “tres tiempos del Edipo”. Mientras la metáfora da la estructura sincrónica de la función paterna, los tiempos del Edipo despliegan la diacronía. El “primer tiempo” es la identificación del sujeto, en espejo, al objeto del deseo de la madre, es decir el falo imaginario. En éste 1º tiempo todo ocurre entre el niño, la madre y el falo imaginario. El padre está pero con una presencia velada e implícita, ya que está en la sociedad. No se requiere de la intervención real del padre puesto que la metáfora existe en la cultura, el significante del Nombre del Padre existe en ella, y es el agente en este 1º tiempo. En el “segundo tiempo” sobre el plano imaginario, el padre interviene como privador de la madre. Éste padre que dice que “no” se manifiesta como mediado en el discurso de la madre. Tanto en el primer tiempo como el segundo no requieren de la intervención del padre real. Ésta es necesaria en el “tercer tiempo.” De ésta etapa depende la salida del Edipo. El falo, el padre ha demostrado que lo daba en la medida en que es portador de la ley. Padre que interviene como el que tiene el falo y se produce un giro que reinstaura la instancia del falo como objeto deseado por la madre. Es en tanto que el padre puede dar a la madre lo que ella desea y puede darlo porque lo tiene. Aquí interviene el hecho de la potencia en el sentido genital de la palabra. Por eso la relación de la madre con el padre vuelve al plano real. Padre que interviene como real y potente, padre que tiene, que da, es el que promete para el futuro.
Es al final del “Seminario 10” donde Lacan anuncia que el año siguiente se va a ocupar de los nombres del padre. Pero “Los nombres del padre” es el título de un Seminario que Lacan no puede pronunciar porque en ese momento su enseñanza es rechazada por la IPA. “Haberse dispuesto a tocar el Nombre-del-Padre dentro del movimiento psicoanalítico, es tocar el Nombre del Padre del psicoanálisis; es decir, tocar el nombre de Freud, el Padre. Así, es “excomulgado” en el momento justo en que iba a quitarle la careta al Padre y a demostrar que había detrás. En eso iba a constituir su seminario “Los nombres del padre” (que como ven se diferencia por la pluralización)”[3]
En el 2005 apareció publicada la primera y única clase dictada de éste seminario “Los nombres del padre” me llamo la atención lo que Jacques-Alain Miller cuenta. Él dice que le propone a Lacan ubicar ésta clase al comienzo del “Seminario 11”. Y Lacan consintió y lo ayudó a establecer el texto, pero después cambió de opinión y le dijo que no, que no había llegado el momento. “Nunca retomaré este tema, ya que veo en esto el signo de que este secreto no podría ser aún levantado para el psicoanálisis.”[4]
En el comentario que hace Jacques-Alain Miller de ésta única lección considera que el hecho de que no hubiera pronunciado éste seminario es interpretado por Lacan en la modalidad de lo imposible, ya que dice que “no es por azar” que no pudo hacerlo; hay una necesidad que funciona, que quizás lo hace imposible. Como si tocar el Nombre-del Padre en el psicoanálisis fuera todavía imposible. “Como si el Nombre-del Padre debiera quedarse bajo un velo; como si el que tocase al Nombre-del Padre debiera ser víctima de cierta venganza; como si, cerca del Nombre-del-Padre hubiera algo así como una maldición, la maldición del Faraón al tocar la pirámide que es su tumba.”[5]
El secreto dice Miller, es evidente en el título, el secreto de que no hay El Nombre del Padre, el nombre como El, como singular, como único, como absoluto, no existe. Así, el secreto sería que la tumba de El Padre en singular, está vacía.
Además Miller señala que hay ahí, una sustitución. En el lugar del “Seminario de Los nombres del Padre”, Lacan da el “Seminario 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”, como una sustitución, como metáfora. Y se pregunta “¿Y no sería quizás lo mismo?, ¿no sería el Seminario de Los nombres del Padre bajo otra forma?
Mas adelante en el “Seminario 17” - donde introduce los 4 discursos- Lacan aborda las figuras del padre en Freud - del complejo de Edipo, el padre de Tótem y tabú y la figura de Moisés.- Y plantea una separación más radical en lo que hace al concepto freudiano del padre.
Respecto del Edipo plantea que es “inservible… salvo que recuerda el valor de obstáculo de la madre para toda investidura de objeto como causa de deseo.” [6]
Al referirse al padre de la horda “esa payasada darviniana” [7]explica que no hay psicología concebible del pretendido padre original y que la presentación que hace Freud “da risa…el que goza de todas las mujeres, cuando … dar abasto con una ya es mucho.”[8] Así, el padre es un chiste freudiano sancionado por Lacan.
Y “el colmo de los colmos”[9] nos dirá Lacan es Moisés.
Me interesa destacar que aquí Lacan rescata la categoría del padre real – que ya venía formulando en “Seminario 4”- como agente de la castración. Hace una relectura de éste término.[10] Y llega a decir: “Solo hay un único padre real, es el espermatozoide y, hasta nueva orden, a nadie se le ocurrió nunca decir que era hijo de tal espermatozoide”[11]
Es en este Seminario donde Lacan cuenta una alegoría para hablar del deseo materno. Dice que el deseo materno opera como los cocodrilos hembras.[12] Es el cocodrilo hembra quién traslada a sus crías hasta la orilla del río dentro de su boca. Pero el riesgo es que no se sabe que mosca le puede picar y entonces cierra la boca y traga sus crías. Y la solución que propone Lacan será ponerle un palo en la boca, el falo, como producto de la operación de la función del Nombre del Padre, como significación de esa operación. El deseo materno si no es mediatizado por la interdicción paterna, es voraz, y sin freno. Un deseo caprichoso, insensato y sin ley.
Del mismo año que el Seminario que estoy comentando -1969 - es la “Nota sobre el niño” Muy difundida y discutida es ésta carta que Lacan envió en respuesta a las preguntas de Jenny Aubry. Allí Lacan menciona dos posiciones. Una cuando el síntoma del niño está en posición de responder a lo que hay de sintomático en la estructura familiar. Y la otra cuando el niño se convierte en el “objeto” de la madre, realiza la presencia del objeto a en el fantasma, satura, sustituyéndose a ese objeto, el modo de falta en el que se especifica el deseo de la madre.
Entonces para que el niño no venga a saturar la falta en que se sostiene el deseo de la madre es preciso que la madre no se vea disuadida de desear como mujer. Así la metáfora paterna no significa solo que el Nombre del Padre deba poner bridas al deseo de la madre a través del yugo de la ley. “La metáfora paterna remite, en mi opinión, a una división del deseo que impone que, en este orden del deseo, el objeto niño no lo sea todo para el sujeto materno. Hay una condición del no-todo: que el deseo de la madre diverja y sea llamado por un hombre. Y esto exige que el padre sea también un hombre.”[13]
Esta “Nota” si bien es pequeña se encuentra repleta de condensaciones de las reflexiones de Lacan, allí también define al padre “en tanto que su nombre es el vector de la encarnación de la Ley en el deseo”[14]
Por último Lacan plantea que más allá del formato familiar, aunque cambie, la transmisión familiar es ineliminable. Dice: “la función de residuo que sostiene (y al mismo tiempo mantiene) la familia conyugal en la evolución de las sociedades, resalta lo irreductible de una transmisión – perteneciente a un orden distinto al de la vida adecuado a la satisfacción de las necesidades – que es la de una constitución subjetiva, que implica la relación con un deseo que no sea anómico.”[15] Entonces el deseo no puede ser anómico, ni universal, ni puro.
Es en el “Seminario 22 R.S.I” donde Lacan dice respecto del padre: “Un padre no tiene derecho al respeto, si no al amor, más que si el dicho, el dicho amor, el dicho respeto está —no van a creerle a sus orejas— père-versement orientado, es decir hace de una mujer objeto a minúscula que causa su deseo. Pero lo que esta una mujer con minúscula: a-coge de ello, si puedo expresarme así, no tiene nada que ver en la cuestión. De lo que ella se ocupa, es de otros objetos a minúscula, que son los hijos, junto a los cuales el padre sin embargo interviene, excepcionalmente en el buen caso —para mantener en la represión (répression), en el justo me-dios si me permiten, la versión (version) que le es propia por su perversión (perversion), única garantía de su función de padre (père), la cual es la función, la función de síntoma tal como la he escrito ahí como tal. Para eso, allí es suficiente que sea un modelo de la función. Eso es lo que debe ser el padre en tanto que no puede ser más que excepción. Sólo puede ser modelo de la función al realizar su tipo. Poco importa que tenga síntomas si añade a ellos el de la perversión paterna, es decir que su causa sea una mujer que él se haya conseguido para hacerle hijos y que a estos, lo quiera o no, les brinde un cuidado paternal. La normalidad no es la virtud paterna por excelencia, sino solamente el justo me-dios dicho al instante, o sea el justo no-decir, naturalmente a condición de que no sea demasiado transparente ese no-decir, es decir que no se vea inmediatamente de qué se trata en lo que él no dice. Esto es raro. Es raro y eso renovará el tema de decir que es raro que él lo logre, ese justo me-dios, eso renovará el tema cuando yo tenga tiempo para retomárselos. Se los he dicho simplemente al pasar en un artículo sobre aquel Schreber: nada peor (pire), nada peor que el padre (père) que profiere la ley sobre todo.”[16]
Lacan juega con el equívoco pére-versión – versión hacia el padre- Esta père-versión - versión hacia el padre- se presenta como garantía de su función de padre, siendo la misma la función de síntoma. La indicación es que ni se postula él mismo como causa, ni toma como causa a un hombre, o al niño sino a una mujer. El padre tiene un síntoma, que es haber hecho de una mujer la causa de su deseo. En ésta misma clase, más adelante es donde Lacan expresa: “¿qué es una mujer? Es un síntoma”[17]
El padre mantiene en la represión, en el "justo me-dios" muy cerca del medio decir la versión que le es propia por su père-versión Se trata entonces de un medio decir sobre el goce, función fallida que deja un resto sin nombrar.
Ésta manera de definir al padre se relaciona con las “fórmulas de la sexuación” que Lacan construyó en los dos seminarios anteriores y que incluye como escrito en L´Etourdit. En el lado macho está la fórmula del para todos de la función fálica. Todos quiere decir que forma un conjunto y para constituir un conjunto, tiene que haber un elemento que quede afuera. Es lo que Lacan llama “excepción”; que es la manera en que define el lugar del padre. Entonces, padre está entendido de ésta manera lógica como excepción que funda el conjunto. Solo puede haber una regla, un conjunto, un todo, si se sostiene de una excepción. Este lugar de excepción tiene que ver con una “existencia”, es decir que tiene que haber alguien que ocupe ese lugar.
Además en la misma clase antes de éste párrafo que vengo comentando -de dicha clase- Lacan manifiesta: “Es preciso que cualquiera pueda hacer excepción para que la función de excepción se convierta en modelo. Pero la recíproca no es verdadera: no es preciso que la excepción sea arrastrada por cualquiera para constituir, por este hecho, un modelo… Cualquiera alcanza la función de excepción que tiene el padre. ¡ Sabemos con qué resultado ! El de su Verwerfung…”[18]
Entonces, es necesario que alguien cubra esa función, que alguien ocupe el lugar de la excepción. Para que la función pueda regir, tener validez, alguien tiene que dar un modelo de ella, hacer excepción. Ese alguien puede ser cualquiera, prosigue el párrafo con los resultados que conocemos. Cualquiera puede cumplir esa función pero los resultados no son siempre los mismos. Depende de quién lo ocupe y como lo haga. Según como se ocupe ese lugar, eso trae como efecto la Verwerfung.
Ahora bien, si alguien ocupa el lugar de excepción no se trata del significante del Nombre del Padre, sino del padre, alguien de carne y hueso. Si el padre del cual habla Lacan en éste Seminario 22 lo articula con ésta excepción, entonces no es el significante del Nombre del Padre sino una existencia.
Cuando más adelante Lacan dice “nada peor que el padre que profiere la ley”, en el ejemplo de Schereber, ese padre pedagogo, que hace la ley, el resultado es la psicosis. Entonces desde “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, a la altura del “Seminario 5”, hasta éste “Seminario 22”, se pude considerar que mantiene la misma posición ante la forclusión del significante del Nombre del Padre como consecuencia de las relaciones entre el significante del Nombre del Padre y el padre real.
Agrego una cuestión más del padre de la pére-versión que es lo que Lacan llama “una versión a-peritiva del gozar”. “Del mismo modo que el plus-de-gozar proviene de la père-versión, de la versión a-pèr-itiva del gozar.”[19]
Entonces la idea de Lacan sería que el padre está perversamente orientado, está causado por una mujer, porque dice que hace de una mujer su objeto a causa de su deseo, ubica en el horizonte una mujer, encuentra un goce limitado por una mujer. No se trata del protopadre que las tuvo a todas, es el padre que hizo de una su causa de deseo. Tampoco es el padre que prohíbe, sino un padre dador que habilita al menos una forma de gozar, una versión del goce. Así, éste padre perversamente orientado lo que hace es orientar al hijo, señala una forma, una versión de cómo arreglárselas con el Otro sexo. Una versión perversa, sería la posición erótica de cada hombre. Un hombre no goza de todas maneras, tiene una manera fetichista de gozar.
Y más adelante cuando dice que la perversión es equivalente a la versión aperitiva del gozar hay que ver ahí el juego de palabras que hace, ya que en el a-peritiva está el a, el objeto a y está el père de padre.
Un aperitivo es un goce limitado que nos permitimos antes de la comida. Se podría comer sin aperitivo, pero uno se da un gustito, ese pequeño gusto, siguiendo la lógica freudiana antes de la gran comilona. Una cosa es tomar una copa, un trago, otra es alcoholizarse a más no poder. Entonces se trata del padre que lleva a gozar de esas pequeñas cosas y que orienta un goce limitado.
Será en este Seminario donde Lacan introduce la idea de que el padre es el cuarto que anuda redondel los otros tres RSI. Lacan propone la nominación como cuarto elemento que anuda y a la vez nombra los otros tres anillos. No es una nominación limitada a lo simbólico en el sentido de dar nombre a las cosas, sino que se trata del acto de nombrar al nivel de lo real del goce, lo cual se convierte en nominación sintomática. Ninguna nominación puede nombrar todo el goce.
¿Qué decir del padre hoy?
La apuesta del psicoanálisis será estudiar las redistribuciones clínicas de las que somos testigos.
El agadio “mater certissima y pater semper incertus est” ya no corre más en estos tiempos. Como se puede ver en casos[20] donde una pareja homosexual que deseando tener hijos no adoptivos sino biológicos recurre al alquiler de dos madres (una donante de ovocitos fecundados in vitro y otra portadora), todo ello regulado por contratos con lo cual “mater certissima” queda ampliamente vapuleado y ya no es preciso demostrar “pater semper incertus est”.
“¡Todos adoptados!, pues se trate de adoptivos o biológicos, los hijos siempre son adoptados por un padre que se presta a realizar tal función. Y cuando hablamos de ‘funcionar’ … se trata de "liberarse de la obligación contraída, cumpliéndola", puesto que en su consideración «un padre, lo es solamente si se hace funcionario del cargo "paternidad", y se libera de sus obligaciones en tanto las cumple».”[21]
Al respecto el 23 de julio en el Colegio de Psicólogos de La Plata, Pablo Peusner dice : “¿Cómo se puede ser especialista en adopción si todos los niños son adoptados? Cuando hay significante todo lo natural está total y absolutamente perturbado… O sea, para ser padre hay que ser un creyente… Porque he tenido que hacer un acto de fe enorme para poder aceptar algo que no es reductible para nada a la biología.” [22]
Y para concluir: “El lugar del padre es el de un residuo que, como nombre, recubre este imposible. Ser padre no es una norma sino un acto que tiene consecuencias, consecuencias positivas y consecuencias nefastas. La filiación contemporánea reenvía más allá de las normas aquel deseo particularizado del cual el niño es el producto. El padre contemporáneo es un residuo y un nombre que continúa inconmensurablemente como apuesta pasional.”[23]
Entonces, al igual que en tiempos arcaicos, ser padre, un acto.
* Lic. en Psicología (UNLP) MP 52521 andripsico@yahoo.com.ar
[1] Jacques Lacan, El seminario: Libro 4, “ La relación de objeto” 1956-57 Paidos página 374
[2] Jacques Lacan, El seminario: Libro 5, “Las formaciones del incosciente” 1957-58 Paidos Capítulos 10 y 11 “Los tres tiempos del Edipo”
[3] Graciela Brodsky , “Fundamentos. Comentario del Seminario 11” Cuadernos del ICBA Nº2 Curso dictado en 1999 página 43
[4] Jacques Lacan, “De los nombres del padre” Paidós 2005 página 109
[5] Jacques-Alain Miller, “Comentario del Seminario inexistente” Manantial página 13
[6] Jacques Lacan, El seminario: Libro 17 “El reverso del psicoanálisis” 1969-1970 Paidos página 104
[7] Idem página 119
[8] Idem página 131
[9] Idem página 121
[10] Idem página 132
[11] Idem página 135
[12] Idem página 118
[13] Jacques-Alain Millar “El niño, entre la mujer y la madre”
[14] Jacques Lacan, “Nota sobre el niño”, Intervenciones y Textos 2, Manantial página 57
[15] Idem página 56
[16] Jacques Lacan, El seminario 22, “RSI”, inédito. Clase 4º del 21 de enero de 1975 página 59
[17] Idem página 60
[18] Idem página 59
[19] Jacques Lacan, El seminario 22, “RSI”, inédito. Clase 9º del 8 de abril de 1975 página 158
[20] Eric Laurent “El nombre del padre entre realismo y nominalismo”
[21] Fernando Martín Aduriz, Una versión de "Adopciones" de Gustavo Stiglitz Publicaciones en Wapol.org El Criticon Nº 2 - Marzo 2006
[22] Pablo Peusner Curso: “Introducción a la clínica psicoanalítica lacaniana con niños por el sesgo de los cuatro discursos de Jaques Lacan”. 7º clase, 23 de julio de 2007
[23] Eric Laurent “Las nuevas inscripciones del sufrimiento en el niño” Psicoanálisis con niños y adolescentes. Lo que aporta la enseñanza de J.Lacan. Departamento Pequeño Hans. Grama Ediciones página 48
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Gracias Andrea por la colaboración!!!
PP.