Para ser precisos, las noches no fueron mil y una sino muchas y Aladino, Simbad, Alí Babá y sus cuarenta ladrones no formaban parte de los relatos originales sino que fueron anexados a partir del siglo XIX para abonar el imaginario de Oriente que se construía desde Europa. Lo que sí había, y mucho, en el texto anónimo y de tradición oral conocido como Las mil y una noches era erotismo, cargas políticas y críticas directas a la teocracia islámica. Al menos así lo sostiene la versión, que se presenta como definitiva, de Las mil y una noches realizada por el francés de origen sirio René Khawam, recientemente editada en español por Edhasa.
Khawam, fallecido en 2004, trabajó durante décadas para llegar a la versión que creyó definitiva del clásico. Para ella se basó en una serie de manuscritos orientales provenientes de Bagdad y Siria compilados en el siglo XIII que se encuentran en la Biblioteca Nacional de Francia. Sin embargo, prefirió alejarse de las versiones europeas y aun de copias árabes de los siglos XVIII y XIX que dejaban de lado algunos relatos por considerarlos demasiado violentos, escabrosos o poco adaptados a las costumbres occidentales.
La versión de Khawam no sólo intenta recuperar el espíritu esencial de los relatos sino que al mismo tiempo da cuenta de la manipulación que éstos sufrieron por parte de editores y traductores, según consta en una serie de prólogos que acompañan la obra.
La cronología del clásico de la literatura, abrazado por el mundo occidental, da cuenta de una primera versión europea en la Francia de Luis XIV, producto de los manuscritos llevados a ese país por el arqueólogo Jean Antoine Galland. A partir de allí las versiones se sucedieron, fueron quitando cosas y agregando otras, de acuerdo al criterio de editores y traductores.
Así aparecieron, entre los relatos, Aladino, Alí Babá y Simbad el Marino, que según los estudios del arabista Khawam fueron una creación del romanticismo europeo que, como afirma el traductor de la obra al español, Gregorio Cantera, ponían "azúcar" a la compilación y la despojaban de su carácter "agitador".
Estamos hablando de una edición de Las mil y una noches, en la que los textos no aparecen organizados en mil y una noches -ya que ésta es sólo una expresión simbólica que en árabe significa "muchas"- sino que, según explicó Cantera, se compone de "relatos sin hilo conductor ni homogeneidad pero con el propósito común de entretener a todos los que pasaban sus noches en el desierto".
Sherezade no es ya la narradora de todos los relatos, los cuales usaba para distraer a su marido Shahriyar y así evitar ser asesinada, sino que es tan sólo la prota gonista del primero de ellos.
El estudio de Khawam deja de lado las aportaciones fantásticas y se centra en la fuerte carga erótica de los relatos, así como en los festejos en torno al alcohol, la violencia explícita y la crítica al poder instituido por el gran califato de Bagdad.
Como afirmó a la agencia EFE el traductor: "Son temas inconexos, aunque sí son comunes, la lascivia, el gusto por el vino y por el placer", tanto como la "crítica que se da a la teocracia islámica, aunque dejando siempre al margen a Alá y a Mahoma".
Esa versión fue publicada por primera vez en Francia en 1986: veintidós años más tarde se tiene de ella una edición en español que se zambulle en las noches del desierto, en el apetito sexual y la tibieza del vino, ya sin lámpara de Aladino.