Hoy decidí suspender mi "pasando revista" de los sábados. El motivo central es que la revista "Ñ" del Clarín, publicó una entrevista a José Saramago. No sé muy bien cómo explicar lo que me pasa con este hombre. Lo diré así: yo no conocí a mis abuelos. Pero si acaso hubiera podido elegir, me hubiera gustado que mi abuelo fuera un tipo como Saramago, comer un asado y escucharlo narrar desde su lugar en la mesa cualquier historia con esa durísima sencillez y calidez que tiene su discurso.
De paso, si no leyeron "Las pequeñas memorias", salgan corriendo a buscarlas. No se van a arrepentir.
PP
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Desde su refugio en la isla de Lanzarote, muy cerca de una serie de homenajes por sus 85 años y los 25 de su "Memorial del convento", el Premio Nobel portugués respondió, parco, incisivo, a las preguntas de "Ñ" sobre la actualidad y el futuro de la literatura. Jurado del Premio Clarín de Novela, dice que la narrativa no debe escuchar al mercado, que preguntarse sobre la utilidad de la ficción es no entender nada y que esa pregunta sin respuesta se repetirá eternamente: tendrá siempre nuevos "preguntadores".
por PATRICIA KOLESNICOV (para Clarín)
por PATRICIA KOLESNICOV (para Clarín)
«Ahora, ahora mismo, ahora, ahora, mientras esto se escribe, mientras esta nota está por empezar a ser leída, allá en una isla volcánica, allá en su escritorio de caballetes, allá con su vista africana a un océano Atlántico intenso como un cielo sin luna, el Premio Nobel de Literatura, el escritor comprometido, el tipo serio que es José Saramago, escribe su próxima novela.Sabemos su título: Se llamará El viaje del Elefante. Sabemos que sobre esa tabla que tiene por escritorio, ordenadas, prolijitas a un lado de su impresora, ya hay unas 50 páginas. Sabemos que la novela está basada en un hecho real, ocurrido en la época de Maximiliano de Austria, que nació en Viena, fue nombrado emperador de México en 1864 y fue fusilado en 1867. Sabemos también que la novela en la que está inmerso Saramago ahora, ahora mismo, está llena de ironía, de sarcasmo y de compasión. Que es una metáfora, dicen buenas fuentes, sobre los pobres diablos que somos los seres humanos. Sabemos que postulará, el autor del conmovedor Ensayo sobre la ceguera, que el destino que nos damos los humanos es estúpido, cuando podríamos alcanzar algo más que el ridículo. Que dirá que es ridículo o patético que nos pasemos la vida corriendo, trabajando, criando hijos, para acabar pobres, además de viejos y de olvidados. No habla de la vejez, nadie se atreva a hacer interpretaciones al vuelo y creer que porque está a punto de cumplir los 85 -el 16 de noviembre- José Saramago escribe sobre la vejez.El tema de la novela que viene, desliza nuestra buena fuente, es la carrera hacia la nada que, según el punto de vista del escritor, parece llevar la humanidad. Una novela de ideas. Como lo fue Memorial del convento, la gran obra que está cumpliendo los 25 años y que lo tendrá de festejo en festejo en España y en Portugal, a mediados de noviembre. Festejo que reúne la alegría de los 85 del autor, 300 del Convento de Mafra, 350 de Doménico Scarlatti, el músico que es personaje de la novela. A lo grande: habrá un espectáculo que ya se hizo en Finlandia, con música de Scarlatti en la voz de una soprano, algunos pasos de ballet y palabras del Memorial... que dialogarán con un clavicordio. Y luego hablará Saramago. En España la producción tendrá como actor a Juan Echanove. En Portugal, a Jorge Vaz Carvalho. Los demás, finlandeses. Y con eso empezará su trabajo en Lisboa la flamante Fundación José Saramago. ¿Es todo? Para nada: el 17 de noviembre el escritor estará en Mafra, Portugal, para las celebraciones del convento. Y así: una mirada a su agenda de compromisos puede producir taquicardia.No es fácil darse cuenta cómo lleva ese ritmo el Premio Nobel y además de escribir novelas tiene tiempo para enterarse y ocuparse de lo que considera injusto en el mundo, de asistir a Ferias del Libro, de volver a casarse con su mujer, Pilar del Río -lo hicieron en junio en Castril, el pueblo granadino donde ella nació-, de colaborar con la cineasta chilena Carmen Castillo para el documental Calle Santa Fe, sobre la resistencia en su país. De ir a Guadalajara, México, a leer partes de su novela Las intermitencias de la muerte -lo hizo en diciembre pasado- sobre un escenario, junto a un deslumbrado Gael García Bernal, en un duelo de galanes en el que no estuvo claro quién ganó.Desde esa ventana al mar, desde Lanzarote, la isla donde vive, que es políticamente España y geográficamente Africa, a pocos días de subir al avión que lo traerá a Buenos Aires como miembro del jurado del Premio Clarín, Saramago responde las preguntas de Ñ sobre qué lo lleva a escribir, sobre la lectura hoy y sobre la literatura que vendrá. No es fácil entrevistarlo, quien lo haga debe saber que es probable quede ligeramente en ridículo. Porque como siempre, Saramago es sencillo, contundente y conmovedor.
«p-Después del premio Nobel, de tanto reconocimiento... ¿Qué lo mueve a seguir escribiendo? ¿Qué lo hace sentarse frente a la computadora?
«r-El hecho de haber dejado una página por terminar.
«p-¿Sigue buscando algo en la literatura? ¿Qué busca?
«r-Como cualquier otro lector, o escritor, me busco a mí mismo. Busco encontrarme en páginas, en ideas, en reflexiones, reconocer que somos algo más que esto que se presenta como "realidad", ése sigue siendo el mayor deslumbramiento. ¿Sí? ¿Seguimos los humanos encontrándonos en páginas, que no sean páginas web? Saramago hace rato que escribe sus textos en computadora y está lejos el día en que Pilar rescató de la papelera (la real, no la de Windows) la primera página de la última novela que su marido escribió a máquina y corrigió a mano, "Historia del cerco de Lisboa". La sacó del tacho, la alisó (era un bollito como los de las películas), le pidió una dedicatoria. Dice: "'A Pilar, esta página y mi vida'. José. 29 de diciembre del 87". La página fue enmarcada y colgada de la pared. Buen recuerdo, testimonio asegurado y a otra cosa, la escritura se volvió digital. En resumen: El Nobel no está paranoico con el papel que jugará la tecnología en la cultura.
«p-¿La literatura pierde terreno frente a la informática?
«r-La literatura no puede ocupar el terreno de la informática y viceversa. Son formas distintas de entender el mundo. La informática puede ser una contribución, no a la literatura, sino a la lectura
«p-Entonces, ¿se lee de una nueva manera?
«r-En cualquier caso, la literatura siempre ha sido una actividad minoritaria. Me parece que ahora se lee y se escribe más. Quizá por la informática.
«p-Si recordamos aquello de que el medio es el mensaje.. ¿cómo afecta este nuevo medio los contenidos de la literatura, es decir, el sentido?
«r-Es absurdo pensar que lo que un escritor tenga para decir dependa del instrumento que utilice. Así contesta Saramago -ya avisamos que el entrevistador puede quedar en ridículo- como quien sabe apropiarse de los medios que tiene a mano para esparcir las ideas que tiene claras. Eso: alguna vez el dijo a esta cronista que de chico pensaba en ser "conductor de trenes, maquinista, el hombre que va conduciendo el tren". Y que cuando le preguntaban por qué, decía que era "por el tren, la velocidad, la noche, uhh, uhh". ¿Qué tiene que ver con su presente? Que se pensaba como un conductor. La interpretación, aclaremos, es de él: "Creo que no lo estoy inventando ahora, creo que haber sentido esa responsabilidad", decía entonces. ¿Condicionará la informática esa empresa? No parece. Tampoco lo hará el dominio de los medios audiovisuales. Quien tenga algo que decir encontrará su rumbo. El es terminante:
«p-¿Lo audiovisual le arrebató el relato a la literatura? ¿La novela perdió la hegemonía sobre las historias?
«r-No, no y no.
«p-Es decir que usted no piensa que vamos hacia el fin de la novela...
«r-Se ha pronosticado muchas veces ese final, y la novela sigue vivita y coleando. Un premio literario para novela suscita el aparecimiento inmediato de 200 o 300 candidatos. ¿Dónde estaban esos libros? ¿Han sido escritos corriendo para cumplir el plazo? ¿O son el resultado de meses y meses de trabajo responsable, respetuoso del idioma?; autores que llevan un mundo dentro y lo quieren confrontar con la realidad que los rodea y limita.
«p-Un mundo dentro y un mundo fuera. ¿Usted es un "escritor comprometido"? ¿Con qué?
«r-Estoy comprometido, o sea, vivo, en un mundo que es un desastre. Como escritor y como persona, mi empeño es no separar al escritor de la persona que soy. Me esfuerzo, en la medida de mis posibilidades, en tratar de entender y explicar el mundo.
«p-Como escritor, su medio de intervención es la literatura. ¿Podemos volver a pensar si sirve para algo? ¿Si la literatura pueda mejorar (o empeorar) la vida, el mundo?
«r-Llevamos siglos preguntándonos los unos a los otros para qué sirve la literatura y el hecho de que no exista respuesta no desanimará a los futuros preguntadores. No hay respuesta posible. O las hay infinitas: la literatura sirve para entrar en una librería y sentarse en casa, por ejemplo. O para ayudar a pensar. O para nada. ¿Por qué ese sentido utilitario de las cosas? Si hay que buscar el sentido de la música, de la filosofía, de una rosa, es que no estamos entendiendo nada. Un tenedor tiene una función. La literatura no tiene una función. Aunque pueda consolar a una persona. Aunque te pueda hacer reír. Para empeorar la literatura basta con que se deje de respetar el idioma. Por ahí se empieza y por ahí se acaba.
«p-¿Que se deje de respetar el idioma? ¿Y no que haga depender la literatura del mercado?
«r-Pobre mercado, que le salen moretones por todos lados. Si el libro es una mercancía, hay que venderlo. ¿Dónde lo haremos? ¿En la Luna?
«p-Claro. Pero ¿no se invierten los términos y se escribe lo que se vende en lugar de vender lo que se escribe?
«r-Hay que tener cuidado con las ideas hechas. Por ejemplo: que el mercado condiciona al autor. No es cierto. Puede el mercado manifestar una preferencia por ciertos tipos de libros, de "modas", pero eso no obliga a ningún autor a seguir ese camino. Estamos creando una gran confusión: imaginar que los autores son iguales entre sí. Nos ocupamos de tópicos remanidos y no estudiamos la realidad. Y olvidamos demasiadas veces que las preguntas no son inocentes. Me molesta hablar de literatura y mercado. La literatura es la creación y no importa qué montaje se haga en torno a ella. Hay negocios, hay literatura. Y personas que leen para entender y personas que leen porque siguen campañas. Y personas que no leen. Lo importante, me parece, es no dejarnos llevar por estas cuestiones que desde luego a mí, como escritor, me son ajenas. Así, así como se lo lee, así se lo escucha a José Saramago. Así: hay que tener cuidado con lo que se le pregunta porque está atento, porque está escuchando, porque integra la especie -¿en extinción?- de aquéllos a los que nada de lo humano les es ajeno. En su boca, y en sus oídos, las palabras pesan, no habrá que hablarle jamás con ligereza. No le interesa el mercado, háblenle de literatura, háblenle de política, háblenle del amor y del dolor, pero no del mercado; él es escritor, mercader no.
«p-Entonces, ¿quiénes siguen para usted el camino posible y deseable para la literatura contemporánea?
«r-Creo que ningún escritor en su sano juicio osaría contestar a esa pregunta. Yo, hasta ahora, no he perdido el mío todavía. Y creo que cada uno hablará por sí mismo.Vueltas de la vida, el chico salido de aquel pueblito portugués, el nieto de un campesino analfabeto, es hoy un nombre de referencia entre sus contemporáneos. Sigue recibiendo homenajes: el 23 de noviembre se inaugura una exposición sobre él en la Fundación César Manrique, un lugar espléndido construido dentro de burbujas de lava en Lanzarote. En tres salas recorrerán su vida, su escritura, sus intervenciones cívicas. Reunirán otras obras generadas a partir de las de Saramago en cine, en televisión, en ópera, en pintura. Habrá cincuenta pantallas que pondrán en movimiento lo que está quieto en las vitrinas. A minutos de ahí estará el hombre, atento a unos lagartos pequeñitos que se escurren por el suelo de su jardín de lava y cactus. A su ventana, bajo la cual corren sus sobrinos. A un amor que late a la vista de todos, constante como un minutero. Al cielo gigante y el mar omnipresente de la isla. A su mundo interior, claro. Estará ahí, sentado al teclado aunque parezca que lo tiene todo. Porque, claro, tiene una página sin terminar.