A propósito de “La psychanalyse est un humanisme” de Hélène L’Heuillet,
Ed. Grasset, Paris, 2006.
“No, la reflexión de Freud no es humanista.
Nada permite aplicarle este término.
Sin embargo, es tolerante y de temperamento;
es humanitaria –digámoslo–
pese a los malos resabio de esta palabra en nuestra época.
Pero curiosamente no es progresista,
no ofrece ningún testimonio de un movimiento de libertad inmanente,
ni de la conciencia ni de la masa.”
(Jacques Lacan, “Discurso a los católicos”, Ed. Paidós, Bs. As, 2005, p.42.)
Otra vez, como tantas, el psicoanálisis está en la mira de la opinión pública. En esta ocasión el ataque proviene de las neurociencias. Todo el mundo está enterado y no ha dejado indiferente a nadie excepto a... ¡los psicoanalistas! –y la excusa repetida es que no han tenido tiempo para leer ese nuevo libro que concentra todos los ataques–. Si uno no sabe que lo atacan, si “finge ignorar” que es objeto de asalto, no tiene motivo alguno para defenderse.
En Argentina la mayor parte de los analistas permanecen impasibles a la situación. En Francia, sede del ataque, hubo dos tipos de respuesta: por un lado la respuesta corporativa, que eligió publicar su defensa en términos del “anti-ataque” (libro que, curiosamente, aún no cruzó el Atlántico aunque su enemigo lleve ya varios meses entre nosotros). Por otra lado, hay intentos personales. Uno de ellos apunta a preguntarse “por qué hay tanto odio” –cuestión que aplasta el problema reduciéndolo a una manifestación afectiva–; otro parafrasea a Sarte y afirma que “El psicoanálisis es un humanismo”.
Hace falta atravesar la contundencia de un título tal para encontrar un texto lleno de frescura y actualidad. A la vez, el libro brinda un panorama de la obra de Jacques Lacan claro y conciso, sin oscuridades. Por supuesto que la autora se desliza entre la referencia filosófica al existencialismo, su punto de encuentro con el humanismo y la fundamentación del estructuralismo, pero creo que su propuesta es seria y original, a la vez que permite reflexionar –un ejercicio escasamente practicado hoy en los textos de los analistas–. Entonces, bajo el modo de dos breves ensayos (“El sujeto y el psicoanálisis” y “El orden simbólico”), Hélène L’Heuillet, miembro de la Asociación Freudiana Internacional, aborda los problemas originados en la articulación del psicoanálisis y el humanismo: “Este humanismo es de orden ético. Consiste en considerar siempre al hombre como un sujeto y en no reducirlo jamás enteramente a un objeto. (...) El alcance ético del psicoanálisis es una dimensión de la enseñanza de Lacan que la moda estructuralista ocultó, incluso cuando resultaba fundamental.”[1]
El libro realiza una revisión acerca del problema de la responsabilidad del sujeto desde la perspectiva del psicoanálisis: “Que el sujeto del inconsciente no sea autónomo es un hecho: él no se dicta su propia ley (...), no es causa sui. Pero esto no implica irresponsabilidad alguna. (...) Si está tramado de lenguaje, los males que lo han marcado con su impronta no han sido tan desafortunados sino en razón de la manera en que los ha entendido. El sujeto en análisis hace la experiencia de ser interpretativo y le imputa una intención sobre él a una instancia superior cualquiera que no existe en ninguna parte. La «maldición» es obra suya y no de las estrellas, y a él le corresponde aprender a «bien decir» y a transformar su infortunio en bendición.”[2] La cita es extensa pero ilustra bien el argumento, sin dejarlo agotar en la máxima del “hacerse cargo”.
El problema de la dependencia también es abordado a lo largo del texto. Obviamente, se trata de una rectificación de las acusaciones que habitualmente recibe el psicoanálisis por crear en sus pacientes “dependencia” al analista. Haciendo gala de un fino lacanismo, en pocas líneas queda claro que... “la dependencia que el sujeto en análisis es llevado a reconocer no es del orden de la realidad. (...) Es una dependencia de estructura respecto del lenguaje, y únicamente del lenguaje. Si es cierto que el sujeto del psicoanálisis no es autónomo en sí mismo, en la realidad no tiene que instalarse, sin embargo, en la dependencia.”[3]
Siguen páginas acerca del sentido de la alteridad, otras en que se revisan binarios clásicos de la obra lacaniana (yo-sujeto, moi-je, transferencia-sugestión, etc.), para llegar a un análisis acerca de la “felicidad” que –curiosa y afortunadamente– es realizado incluyendo la noción de sexualidad propiamente analítica.
El segundo ensayo, titulado “El orden simbólico” es una especie de refutación del materialismo. Quizás sea en estas páginas en las que mejor se capte que el libro es una respuesta a la situación de actualidad no sólo planteada por el ataque ya citado, sino por los problemas propios de una época en que los psicoanalistas están obligados a tomar posición ante fenómenos nuevos: fecundación asistida y matrimonio homosexual, son los ejemplos elegidos por la autora para lanzar la pregunta fuera del orden moral. Más allá de la concordancia con sus argumentos, lo valioso es que los tenga y los comparta. Uno, con el que nos encontramos a diario en el consultorio: “... el psicoanálisis no retorna a una sacralización de la biología. Al contrario, poniendo el acento en la inscripción del niño en el linaje simbólico demuestra que todo niño, en tanto le es dado un lugar, siempre es un niño adoptado.”[4]
Hélène L’Heuillet sin dudas ha respondido. Y ojalá muchos otros psicoanalistas lo hagan. No para darle entidad a nuestros enemigos –lo que resulta inevitable– sino porque la ocasión es bienvenida para volver a reflexionar. Quizás no acordemos plenamente con la autora... Quizás su humanismo no sea el humanismo clásico... Pero conviene respetar a quienes toman posición, puesto que contribuyen al debate. Sólo resta esperar que en poco tiempo, cuando la editorial Letra Viva ponga a disposición este libro en nuestro idioma, más lectores puedan recorrerlo y, quizás, adquirir el valor para escribir su propia respuesta. Porque siempre... ... liber enim librum aperit.
(publicado en "Imago-Agenda", julio 2007)
[1] L’Heuillet, Hélène. op. cit. p. 19 [traducción de Pablo Peusner].
[2] Ibid. p. 34.
[3] Ibid. pp. 40-41
[4] Ibid. p. 97