Perdimos estabilidad/ no sabemos de que lado/ vamos a quedar parados. Se agotó lo natural/ mentimos una vez más, no cantamos la verdad. (Andrés Calamaro en Clonazepán y circo)
El paraíso descriptivo-medicamentoso invita al sujeto a identificarse con decenas de items que la prensa destaca como indicadores de “Usted es... ”. Facilitan herramientas diversas para acceder al nuevo nombre que la patología asigna a quien desde el múltiple choice de conductas anormales “compra” el cuadro... ¡y se lo lleva puesto!
No hace falta diagnóstico diferencial, cualquiera puede detentar la nueva categoría, que diluye neurosis o psicosis en una única vía. La psicoterapia del “trastorno bipolar” tiene como norte que el paciente asuma y “acepte” la enfermedad. El bienestar extremo si se asemeja a lo maníaco es parte de la patología. Se trata de “planchar” al síntoma sin preguntarle porqué vino, y de sostener la ingesta de la maravillosa pastilla “de por vida” –tal el criterio médico predominante–. Está de moda el carbonato de litio para dicho abordaje, y es un dato a tener en cuenta lo “caro” que puede resultarle a la salud, por ello la supervisión del litio en sangre es fundamental. Si el nivel es demasiado bajo, los síntomas no estarán bajo control; si es demasiado alto, la toxicidad puede tornarse fatal. Cosas del destino: ¡el litio puede ser bipolar!
Es importante desentrañar la base estructural del consultante, “Locura histérica” y psicosis se “escuchan” distinto aunque se “vean” similares, tanto como melancolía y tristeza extrema. “Hilar fino” evita errores groseros. Existe un discurso epocal acerca de los síntomas que iguala identificatoria y fenoménicamente a los sujetos. “Leer” la diferencia alumbra estrategias eficaces. Ofrecemos el alcance del psicoanálisis para enfrentar problemáticas en esencia parecidas a las elucidadas por Freud para que lo único de por vida sea una posición consistente frente al malestar.
No pretendemos elidir debates en pos del tratamiento de la angustia y de los síntomas pero cuando se juega el ser en esta época de la drogalización, perder de vista al sujeto en dirección a la cura, es un viaje de ida.
Alberto Santiere